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DÍAS DESPUÉS, OSASUNA
GANA LEJOS DE PAMPLONA
Acabó la mala racha. Para encontrar la última victoria de Osasuna fuera era necesario remontarse al pasado 6 de mayo, cuando los rojillos derrotaron por 0-2 al Nàstic. Luego vino esta negativa secuencia de partidos en la que solo pudieron celebrarse empates. El pasado curso, Osasuna ganó ocho encuentros como visitante.
ADiego Martínez, el anterior entrenador, poco menos que le citaron un día para que recibiera una clase de osasunismo cuando equipo y afición habían entrado ya en fase de desconexión irreversible. A Jagoba Arrasate, por contra, se le escuchó canturrear en la víspera de este partido el himno de Osasuna. Bueno, y si no entonó la partitura del maestro Turrillas, al menos tenía el estribillo en la cabeza cuando dijo ante la prensa que en Almendralejo quería un equipo “valiente”. Le faltó añadir lo de “luchador”, pero eso quedaba para el lucimiento del coro de sus jugadores. Sin embargo, la victoria ante el Extremadura no fue coser y cantar; al contrario, los rojillos tuvieron que superar, primero, sus propios errores en los cuarenta minutos iniciales; después, a un oponente hermético en la defensa de una ventaja que no hubiera imaginado ni en sus mejores sueños; por último, las decisiones de un árbitro que, una vez más, penalizó con más severidad las acciones de Osasuna que las del contrincante. No solo, pues, era una tarea para gente valiente y luchadora; también para quienes hacen de la calidad su seña de identidad, aunque este pormenor, mucho más científico y cerebral, no quede reflejado en un himno en el que tiene más realce la parte racial. Pero todo cabe en la partitura que quiere interpretar este Osasuna: lo mismo el ímpetu de un Oier metiendo la cabeza a un balón colgado, que un taconazo exquisito de Rubén García y hasta la sangre de hielo de Roberto Torres para culminar la remontada como quien patea en el green a dos palmos del hoyo. Viniendo de la nada de un 2-0, Osasuna recuperó su carácter para ponerle unas letras de épica a un fútbol cada vez más mecánico. El entrenador, el primero.- Habló de ser valientes y Arrasate tuvo que aplicarse el discurso a sí mismo. Hizo dos cambios en el descanso, retocó el dibujo, puso tres centrales, carrileros largos y un trivote en el que Rubén García debía ser el futbolista clave apareciendo entre líneas por detrás de los dos puntas. El alicantino, tras una primera parte anodina, tocó la pelota mucho y bien, aunque el dominio territorial no pasara de una llegada tras otra y de disparos que solo asustaban a los espectadores de la grada. El habilidoso futbolista, sin embargo, puso en el área el balón del 22 y dio la asistencia, con adorno taurino, para la remontada. Su entrenador colocó bien la orquesta, pero Rubén llevó la batuta del juego.
Hasta el último minuto y más.- Esa pelea de Osasuna hasta el último minuto (algún mérito tiene también en todo esto el saque largo de Rubén Martínez...), una vez celebrada con todos los cánticos propios del subidón que da sumar tres puntos como visitante, debe ir acompañada también del análisis más sereno de lo ocurrido en la primera parte: los despistes defensivos en jugadas a balón parado, la mala colocación (otra vez) en transiciones del rival tras saque de falta o de córner, la dificultad para conectar la zona de creación con los más avanzados en el último cuarto... Por ahí volvieron los problemas. Por ahí queda terreno para mejorar. Porque para pelear el ascenso hacen falta jugadores valientes, luchadores... pero también inteligentes. ●