Diario de Noticias (Spain)

¿Fallo de sistema?

- POR Txus Iribarren

El tema de la violación de San Fermín y el proceso judicial a La Manada tiene desde su arranque al menos un doble plano de análisis: el jurídico y el social.

Son dos carriles que a veces interactúa­n y se retroalime­ntan y, en otras ocasiones, discurren de forma paralela e incluso divergente tendiendo a infinito... Una cosa es lo que pasa dentro de una sala de un tribunal y otra lo que se percibe y se siente en la calle. El mundo jurídico tiene su código interno, rituales y pautas mientras que la sociedad, más en un momento con gran influencia de las redes sociales virtuales y reales, también funciona con un ecosistema propio. Son dos mundos que vivieron su mayor distanciam­iento con la sentencia inicial que les condenaban por “abuso” y no “por violación”, rematada con otro fallo de la Sección 2ª de la Audiencia Provincial que los dejaba en libertad provisiona­l. Pero sobre todo el colapso vino con el primer voto particular que llegó a cuestionar el relato de la víctima y donde muchos veían “violación”, se hablaba de “jolgorio”... Eso hizo saltar por los aires la conexión entre sociedad y judicatura, uno de los núcleos duros del sistema operativo de toda democracia. La sentencia tendría su argumentac­ión y fundamento, pero ni fue entendida ni aceptada. Cuando un ordenador se colapsa, la gente de a pie quiere que vuelva a arrancar y recuperar los documentos dañados, no que le digan que no entiende de informátic­a... La duda con aquel famoso voto particular de Ricardo González es si fue un “fallo en el sistema” o un “fallo del sistema”... Tendría sus razones judiciales y profesiona­les, pero más allá de contaminar toda la sentencia fue utilizado por los abogados de la defensa (que son los que desde el inicio se han manejado muy bien entre estas dos aguas, la judicial y de la opinión pública, pese a criticar la presión social y mediática...), para acuñar un fake judicial sobre la idea fuerza de que habían sido “absueltos” de violación (se diluyó que fueron condenados a 9 años por abuso) y encarar la segunda partida judicial en clave de remontada. La enorme reacción social neutralizó en parte este discurso (aunque su puesta en libertad acrecentó la sensación de impunidad) y la nueva sentencia del TSJN –pese a ser muy criticada– ha comenzado a darle la vuelta a la tortilla judicial y comunicati­va. Ya son 12 jueces de 13 los que creen a la denunciant­e y condenan a los culpables y dos de ellos, además, hablan de “violación” en sendos votos particular­es. La partida pasa ahora al Tribunal Supremo pero, además de un cambio en el Código Penal que solucione la ambigüedad de raíz, habrá que confiar en el reencuentr­o entre sociedad y mundo judicial. Y sobre todo en que jueces y ciudadanía coincidan en lanzar un mensaje claro y unánime que arrope a las víctimas. El calvario habría merecido la pena. Pero el game no está over... ●

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