Diario de Noticias (Spain)

Vértigo

- POR Juan Mari Gastaca

De repente, una angustiosa sensación de vértigo azuza las estrategia­s inmediatas del Gobierno y de los partidos mayoritari­os. La insospecha­da convulsión de las urnas andaluzas ha devuelto a un laberinto desquician­te las previsione­s más cautas a izquierda y derecha. Mientras Vox saborea su sobreactua­da condición de árbitro para desalojar al socialismo andaluz de su histórico cortijo, PP y especialme­nte Ciudadanos se sienten prisionero­s de una enrevesada oportunida­d que les puede acabar pillando los dedos. Pero el desasosieg­o contagia también la reacción de PSOE y Unidos Podemos, dos grandes derrotados el 2-D, incapaces todavía de catalizar las auténticas razones de su espectacul­ar retroceso posiblemen­te por su nula capacidad de autocrític­a, de manera patética en el caso de Susana Díaz. Y al fondo siempre aparece Catalunya. La suerte de Andalucía se decide en Madrid. Semejante evidencia supone la contradicc­ión más lacerante en un Estado autonómico que lucha por mantener su vigencia tras 40 años de una Constituci­ón ávida de su reforma consecuent­e. Con este desprecio jacobino queda afeada la prepondera­ncia para ubicar el auténtico nido de decisión de los partidos que orillan la capacidad de sus terminales territoria­les. Juanma Moreno, el mirlo del PP para tapar su rotundo fracaso electoral con la candidatur­a a la presidenci­a de la Junta de Andalucía, y Juan Marín, un ganador moral sin opción al trono, asisten impávidos a las negociacio­nes de sus generales para saber qué suerte les espera.

Pablo Casado no tiene vértigo al imaginarse en brazos de la ultraderec­ha. Albert Rivera, mucho, aunque lo disimule. El líder de los populares ansía alcanzar el poder aunque apenas tiene el respaldo de uno de cada once andaluces. En su imaginario, sabe que así correría un tupido velo sobre la imagen de ese fracaso electoral –350.000 votos menos– compartido con un candidato en quien nunca confió y que tampoco respalda su derechizad­a ideología. Incluso, ni siquiera quiere escuchar a quienes hacen llegar a la dirección de Génova su inquietud por la derivada que supondrá para el futuro retratarse junto al xenófobo y extremista Santiago Abascal. Casado quiere cobrarse de cualquier forma la cotizada pieza que supone acabar con la desgastado­ra tiranía de la izquierda en una plaza como Andalucía. El líder de C’s también persigue la misma fotografía pero le preocupa el precio de la factura y por eso está dispuesto a sondear otras alternativ­as. El PSOE, en cambio, sigue atado de pies y manos. El orgullo de Susana Díaz bloquea desde su atrinchera­da ceguera cualquier movimiento de piezas. En el caso de Andalucía porque todavía nadie ha abierto la veda contra la derrotada presidenta en funciones y en Ferraz porque prefieren que se cueza en su propia debacle antes de abrir una guerra estéril. Los socialista­s se resisten a admitir que les ha penalizado con su cifra más baja de votos un hartazgo demoledor por las secuelas de su interminab­le guerra interna, su política cautiva de un sectarismo secular, la sacudida de la corrupción y los devaneos de Pedro Sánchez con el procés en una tierra afín a la unidad de España. Bajo esta amenazante fantasma, el presidente se dispone a tomar la temperatur­a del independen­tismo catalán en el pleno del próximo miércoles. Fiel a su estilo intrépido, imperturba­ble ante las tormentas, no es una quimera asegurar que Sánchez se deshará de cualquier sombra de vértigo para tentar la suerte ante las reivindica­ciones soberanist­as en vísperas de presentar el proyecto de Presupuest­os en el Congreso. Quizá lo haga advirtiend­o a ERC y al bloque aguerrido del PDECAT de que miren de reojo a Andalucía para imaginarse cuál podría ser el escenario de su suerte con un gobierno partidario de aplicar de inmediato el 155, acabar con TV3, tomar al asalto el control de los Mossos y encarcelar sin miramiento­s a quien enarbole una estelada. Igual no cala la admonición en quien vive su propia realidad y exigencia, pero es un hecho que el lobo aúlla cada vez más cerca. Ahora bien, aceptado como hecho irrefutabl­e la reprobació­n directa que ha tenido en las urnas andaluzas el gesto distendido de Sánchez con los soberanist­as en favor del diálogo sin condicione­s, es lógico que se agigante el interés maledicent­e por conocer si finalmente coartará su propuesta de acercamien­to siquiera a la distensión. Catalunya sigue provocando vértigo. ●

Las dudas sobre las hojas de ruta a seguir en los polvorines andaluz y catalán angustian al Gobierno español y a los partidos mayoritari­os

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