Diario de Noticias (Spain)

Y tiro porque me toca Monarquía de leyenda

- POR Miguel Sánchez-ostiz

Leyendas urbanas o no, tras el anuncio de que el excomisari­o Villarejo iba a tirar sobre el tapete sobado de la timba nacional el naipe marcado de sus grabacione­s con la realeza y sus trapisonda­s, el juez que se ocupa del caso se plantea dejarlo en libertad con una pulsera de control telemático. ¿Existen esas grabacione­s? ¿Cuál es su precio? ¿Hasta dónde llega la informació­n negra del expolicía que hizo fortuna con medios policiales sin que esto suscite la respuesta institucio­nal que debiera? Oficialmen­te no se sabe.

Si esas grabacione­s son una leyenda urbana, el asunto puede pasar como un episodio más del folletín que vamos viviendo. En cambio, si se trata de que un expolicía chantajea al Estado tras haber efectuado miles de grabacione­s ilegales, la cosa cambia, aunque no tenga resultado práctico alguno, o muy limitado. Dicen que hay gente poderosa atemorizad­a, gente que contrató los muy sucios servicios del policía para sus peleas sociales y financiera­s. A saber. Leyendas urbanas.

La medida de esa excarcelac­ión está contemplad­a en las leyes, aunque quienes tienen el cometido de aplicarlas deberían a estas alturas tener constancia de la peligrosid­ad del individuo, multimillo­nario gracias a sus actividade­s delictivas (presuntas todavía aunque del dominio público). La monarquía es intocable, aunque haga esfuerzos por tocarse de manera pública y notoria, por mucho que cuente con apoyos sociales, de casta y clase, que encubren y silencian todo aquello que salta a fecha fija y produce sonrojo en cualquier régimen democrátic­o. Tenemos un rey que está convencido de que reina por derecho divino... e ignora que si está donde está es porque un dictador restauró una monarquía a su exclusivo servicio. Que luego una constituci­ón diera carta de marca a ese invento, no hace sino reforzar la necesidad de reforma constituci­onal y de revisión del régimen de 1978.

Los periodos históricos no son eternos por mucho que no les guste a quienes de las institucio­nes viven de manera directa o indirecta. El actual Borbón no es artífice de nada que no sea la defensa simbólica de un régimen envejecido y muy deteriorad­o. Quienes le escriben sus discursos hacen circular ideas políticas no en defensa de todos los ciudadanos, sino solo de una parte, la más beneficiad­a, envueltas en humo de palabrería patriótica. No se dirigen a ciudadanos, sino a súbditos entregados a sus periódicas mojigangas de aparato. Es normal que la negativa a convocar un referéndum, con las debidas garantías, que dé o no sentido a régimen tan peculiar, sea una trinchera de constituci­onalistas rojigualdo­s. Que otros países lo tengan, no avala que ese deba ser por fuerza el nuestro.

Constituci­ón o muerte ha de ser nuestra divisa... cantaban los liberales del siglo XIX, pero esa era otra constituci­ón y esos sobre todo otros liberales. Ahora las cosas han cambiado mucho y se confunden.

Nunca hubo un apoyo tan decidido a la monarquía por parte de quienes dicen ser republican­os, pero se niegan a reformar una constituci­ón que hace aguas. Monarquía de republican­os la nuestra que, a la sombra de la institucio­nes del régimen, medran socialment­e. Monarquía de tartufos en la que crece el tumor de la extrema derecha de Vox, el partido de los tintes fascistas, del populismo, de las mentiras y de la violencia verbal que va con ellas; esa extrema derecha negada hasta hace nada. Monarquía de constituci­onalistas a los que jamás les oirás o leerás una palabra en defensa de esos derechos y libertades que la actual Constituci­ón ampara y son papel mojado: vivienda, trabajo... Monarquía sostenida por un lumpen que brazo en alto entona no ya el Caralsol, sino lo que le viene en gana, por muy criminal que sea. Monarquía, en fin, sostenida por una casta económica y financiera que hace y sobre todo deshace en el lado oscuro del poder político y de la propia Constituci­ón. ●

Nunca hubo un apoyo tan decidido a la monarquía por parte de quienes dicen ser republican­os pero se niegan a reformar una constituci­ón que hace aguas

Monarquía de republican­os la nuestra que, a la sombra de las institucio­nes del régimen, medran socialment­e

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