Y tiro porque me toca Monarquía de leyenda
Leyendas urbanas o no, tras el anuncio de que el excomisario Villarejo iba a tirar sobre el tapete sobado de la timba nacional el naipe marcado de sus grabaciones con la realeza y sus trapisondas, el juez que se ocupa del caso se plantea dejarlo en libertad con una pulsera de control telemático. ¿Existen esas grabaciones? ¿Cuál es su precio? ¿Hasta dónde llega la información negra del expolicía que hizo fortuna con medios policiales sin que esto suscite la respuesta institucional que debiera? Oficialmente no se sabe.
Si esas grabaciones son una leyenda urbana, el asunto puede pasar como un episodio más del folletín que vamos viviendo. En cambio, si se trata de que un expolicía chantajea al Estado tras haber efectuado miles de grabaciones ilegales, la cosa cambia, aunque no tenga resultado práctico alguno, o muy limitado. Dicen que hay gente poderosa atemorizada, gente que contrató los muy sucios servicios del policía para sus peleas sociales y financieras. A saber. Leyendas urbanas.
La medida de esa excarcelación está contemplada en las leyes, aunque quienes tienen el cometido de aplicarlas deberían a estas alturas tener constancia de la peligrosidad del individuo, multimillonario gracias a sus actividades delictivas (presuntas todavía aunque del dominio público). La monarquía es intocable, aunque haga esfuerzos por tocarse de manera pública y notoria, por mucho que cuente con apoyos sociales, de casta y clase, que encubren y silencian todo aquello que salta a fecha fija y produce sonrojo en cualquier régimen democrático. Tenemos un rey que está convencido de que reina por derecho divino... e ignora que si está donde está es porque un dictador restauró una monarquía a su exclusivo servicio. Que luego una constitución diera carta de marca a ese invento, no hace sino reforzar la necesidad de reforma constitucional y de revisión del régimen de 1978.
Los periodos históricos no son eternos por mucho que no les guste a quienes de las instituciones viven de manera directa o indirecta. El actual Borbón no es artífice de nada que no sea la defensa simbólica de un régimen envejecido y muy deteriorado. Quienes le escriben sus discursos hacen circular ideas políticas no en defensa de todos los ciudadanos, sino solo de una parte, la más beneficiada, envueltas en humo de palabrería patriótica. No se dirigen a ciudadanos, sino a súbditos entregados a sus periódicas mojigangas de aparato. Es normal que la negativa a convocar un referéndum, con las debidas garantías, que dé o no sentido a régimen tan peculiar, sea una trinchera de constitucionalistas rojigualdos. Que otros países lo tengan, no avala que ese deba ser por fuerza el nuestro.
Constitución o muerte ha de ser nuestra divisa... cantaban los liberales del siglo XIX, pero esa era otra constitución y esos sobre todo otros liberales. Ahora las cosas han cambiado mucho y se confunden.
Nunca hubo un apoyo tan decidido a la monarquía por parte de quienes dicen ser republicanos, pero se niegan a reformar una constitución que hace aguas. Monarquía de republicanos la nuestra que, a la sombra de la instituciones del régimen, medran socialmente. Monarquía de tartufos en la que crece el tumor de la extrema derecha de Vox, el partido de los tintes fascistas, del populismo, de las mentiras y de la violencia verbal que va con ellas; esa extrema derecha negada hasta hace nada. Monarquía de constitucionalistas a los que jamás les oirás o leerás una palabra en defensa de esos derechos y libertades que la actual Constitución ampara y son papel mojado: vivienda, trabajo... Monarquía sostenida por un lumpen que brazo en alto entona no ya el Caralsol, sino lo que le viene en gana, por muy criminal que sea. Monarquía, en fin, sostenida por una casta económica y financiera que hace y sobre todo deshace en el lado oscuro del poder político y de la propia Constitución. ●
Nunca hubo un apoyo tan decidido a la monarquía por parte de quienes dicen ser republicanos pero se niegan a reformar una constitución que hace aguas
Monarquía de republicanos la nuestra que, a la sombra de las instituciones del régimen, medran socialmente