70 años después, derechos humanos que reivindicar
La Declaración Universal de los Derechos Humanos cumple mañana 70 años. Un hito político que se resume en que “todas las personas tienen derechos. Ésa es la esencia de nuestra humanidad. Cada persona tiene el deber de alzar su voz, no sólo para reclamar sus propios derechos, sino también los de sus semejante”. No vale reclamar derechos propios mientras se vulneran los derechos de otros. Ha sido, durante 70 años, un rayo de esperanza gracias a miles de mujeres y hombres que dedican su tiempo a defender una concepción humanista y humana de la convivencia, de las relaciones sociales, de los debates políticos y de los modelos económicos. El primero de todos los derechos, el derecho a la vida, es el que da capacidad real de ejercicio al resto de derechos individuales y colectivos, desde el derecho a la alimentación al derecho a la salud, desde el derecho a la libertad política al derecho a la tutela judicial efectiva. Su objetivo es salvaguardar el espacio del derecho y las libertades, reducir la violencia, la pobreza y la discriminación y edificar las estructuras de sociedades más libres, equitativas y democráticas. Desgraciadamente, 70 años han sido insuficientes. Los derechos humanos se violan sistemáticamente en todo el mundo, también aquí (inmigrantes, mujeres agredidas, presos, menores, mayores, discapacitados...). Millones de personas sufren persecución política, económica, sexual, religiosa o étnica. Porque a pesar de que su marco jurídico se consolida, el compromiso con la promoción, la protección y el cumplimiento de los derechos humanos no parece avanzar. Por eso lo importante es su concepción universal, sin excepciones partidarias interesadas, sin sumisiones geoestratégicas a regímenes infames, sin concesiones humillantes a los grandes intereses económicos. Todos los individuos y los órganos de la sociedad tienen la responsabilidad de promover el respeto de los derechos y libertades. Ése es el compromiso que hay que renovar año a año. Porque sólo basta ver cómo coincidiendo con esa fecha oficial, decenas de informaciones daban nota al mismo tiempo de situaciones desoladoras de abandono, tortura, masacres, racismo, esclavitud, pobreza absoluta, exterminio, guerra, etcétera, que afectan a millones de personas. Pese a que los hechos que conforman la realidad diaria en estas mismas fechas hacen parecer que el recordatorio de la Declaración Universal de 1948 sea un ejercicio inútil, un trámite absurdo, merece la pena insistir en sus contenidos. Y no sólo hay ausencia de derechos fundamentales lejos de aquí, el propio Estado español ha retrocedido en cuestiones fundamentales –derechos laborales, libertades civiles y políticas, políticas penitenciarias, separación democrática de poderes, garantismo en la justicia, reparto de la riqueza, etcétera– a tiempos muy anteriores a ese 1948 y apenas nos hemos dado cuenta de esa involución. Los Derechos Humanos se sustentan sobre la prioridad de la democracia y la solidaridad humana y corren malos tiempos para ambas. Y no pienso sólo en Vox o la expansión de la ultraderecha autoritaria, economicista, militarista y antidemocrática por todo el mundo. Hay también otros vox financieros, políticos, económicos e informativos contrarios a los derechos humanos de todas las personas que son mucho más poderosos y ocultos y, por tanto, más peligrosos para la humanidad. Pero sigue siendo, al menos, una esperanza. ●