Descubrimientos

Ya sé que este es un medio de comunicación serio y que hoy es domingo y lo lógico y esperable sería que yo elaborase algún texto tratando de explicar lo de Vox o incluso de lo de París o hasta lo de cómo Irene Montero es capaz desde su chalet de 600.000 de Galapagar de hablar de “dividirán nuestros barrios”, pero tengo una cosa más importante que hacerles llegar. Un descubrimiento que he hecho. Que sé de sobra que no es nuevo, pero soy lento por naturaleza y a veces para cuando llego a algo ya casi no queda casi nada de ese algo –me pasó con las bayas de goji, que cuando me enteré debían de quedar un par moho- sas en el almacén de una tienda que había cerrado en la Seu de Urgell y me quedé sin probarlas–, pero llego. Me refiero a la quinoa. Desde que la como hace dos semanas no me duele nada. No me duele nada nuevo que no me doliera ya antes, ojo. Los dolores anteriores siguen igual y a ratos incluso peor, pero no he añadido dolencias nuevas en este tiempo, lo cual es la hostia en un sujeto de mis características. Y creo que es por la quinoa, aunque tampoco sabría decirles. Igual es sin más que hay menos humedad y me duele menos la rodilla y entonces no se me descompensa la cadera izquierda y de ahí las lumbares y las cervicales y seguido los huesos de la cabeza y la rinitis. Es todo un circuito muy complejo, ¿verdad? Yo quiero creer que es la quinoa, así que la pienso seguir comiendo, aunque sabe a felpudo cocido. Estamos en una época y también en una edad en la que hay que aferrarse a cosas así, aunque sean creencias en las que no creas mucho, llegados a ese punto en el que siempre que vas al médico te dice la mágica frase “eso es todo psicosomático”. Trabaja un poco, cabrón, que eso también lo sé decir yo sin 6 años de carrera, mándame a hacer unas placas por lo menos. La quinoa, otro superalimento, tío, qué fuerte. Estaba harto de las algas, qué dentera. ●