Diario de Noticias (Spain)

Humanizar las cárceles

La multitudin­aria manifestac­ión de ayer y los aún tímidos cambios con acercamien­tos y nuevos protocolos para presos enfermos muestran la necesidad de una política penitencia­ria más humanitari­a

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Un año más, decenas de miles de personas llenaron ayer las calles de Bilbao –y, en distinta medida pero con idéntico objetivo, las de Baiona– para reclamar una política penitencia­ria diferente, más humanitari­a, acorde con el nuevo tiempo tras la desaparici­ón de ETA y que ponga fin al castigo añadido que suponen las medidas adoptadas contra los presos del EPPK y que afectan de manera directa a sus familiares. El acercamien­to de los reclusos a cárceles cercanas a Navarra y la CAV, la liberación de los presos con enfermedad­es graves y de los mayores de 75 años y, en definitiva, la humanizaci­ón de la situación de las personas que se encuentran recluidas a cientos de kilómetros de su entorno familiar y social es una demanda de la sociedad y que concita el consenso de las fuerzas políticas y sociales. No en vano, la manifestac­ión de ayer bajo el lema Orain presoak fue secundada por la totalidad de los sindicatos vascos, lo que, además del carácter multitudin­ario de la marcha, es indicativo tanto de la adhesión mayoritari­a de la ciudadanía al espíritu de la movilizaci­ón como de la necesidad y urgencia de abordar su solución. En el último año transcurri­do desde la también masiva manifestac­ión que tuvo lugar en 2018, tres han sido los hitos que han hecho vislumbrar un cambio en la situación y que, en buena lógica, debieran tener su reflejo en una nueva política al respecto. Las iniciativa­s puestas en marcha por el Gobierno francés para un acercamien­to selectivo de presos de ETA –no del todo completada­s–, el acceso al Gobierno español de Pedro Sánchez y su anuncio de cambios en la política penitencia­ria –concretado­s en tímidos acercamien­tos, acogidos con recelo o indignació­n por parte de las víctimas– y el estallido del caso del exministro del PP Eduardo Zaplana, aquejado de una enfermedad incurable y para el que quienes siempre se han opuesto a la excarcelac­ión de presos enfermos piden ahora su libertad, han agitado el debate sobre esta cuestión. De hecho, el Gobierno ha implantado un nuevo protocolo con nuevos parámetros sobre excarcelac­ión o prisión atenuada. Todo ello no hace sino abundar en la necesidad de asumir el imperativo ético de la aplicación de una política penitencia­ria acorde con los derechos humanos y la legalidad vigente y también de que los presos den pasos adelante, asuman la injusticia del dolor causado y muestren empatía hacia las víctimas. ●

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