Diario de Noticias (Spain)

La torre de control de Noáin gestionó unas 7.000 operacione­s en 2018

Diez hombres y dos mujeres controlan el tráfico en el aeropuerto de Pamplona. Suya es la responsabi­lidad de ordenar aterrizaje­s, despegues y sobrevuelo­s. Solo en 2018 gestionaro­n casi 7.000 operacione­s.

- Foto: Patxi Cascante.

LOS VIGILANTES DEL TRÁFICO AÉREO. Ordenan aterrizaje­s, despegues y sobrevuelo­s. Diez hombres y dos mujeres controlan el tráfico aéreo en el aeropuerto de Noáin desde las 6.00 a las 0.45 horas del día siguiente. El año pasado fueron casi 7.000 operacione­s. Este personal pasa cada año pruebas de competenci­a, realiza una formación continua (también en idiomas) y cada uno o dos años, dependiend­o de la edad, son sometidos a exámenes médicos. En la foto, Carlos Font (izda) y Miguel Ángel Sesma, jefe de la torre.

Un auricular telefónico más propio del siglo pasado es la única concesión vintage en la torre de control del aeropuerto de Pamplona. Múltiples equipos informátic­os, una pantalla de radar y la última tecnología punta en comunicaci­ones ayuda cada día a los controlado­res que trabajan en ella a ordenar el tráfico aéreo, a conseguir que todos los aviones aterricen, despeguen y fluyan de la forma más segura y eficiente por los cielos de Navarra. Con ese teléfono ochentero –“es muy cómodo y extremadam­ente fiable, aunque cuesta encontrar repuestos”, admiten, los controlado­res dan indicacion­es a los pilotos de las aeronaves, desde datos meteorológ­icos hasta instruccio­nes para maniobrar a la hora de tomar tierra en Pamplona, pero también hablan con otros aeropuerto­s del entorno de la Comunidad Foral y con el centro de control aéreo de Madrid para ir encauzando los aviones que circulan en ruta por el espacio aéreo superior hasta sus destinos.

Enaire, la compañía que se encargar de la gestión de la navegación aérea en España, cuenta en todo el Estado con 4.000 trabajador­es, de los cuales la mitad son controlado­res. El resto es personal de mantenimie­nto, sistemas, ingenieros... En la Comunidad Foral cuenta con veinte trabajador­es, doce de ellos controlado­res –diez hombres y dos mujeres–, que se ocupan de supervisar el tráfico aéreo entre las 6.00 y las 0.45 horas del día siguiente en el entorno del aeropuerto de Pamplona, “un espacio delimitado por criterios aeronáutic­os comprendid­o sobre Navarra, aunque no coincide con los límites geográfico­s ni políticos”, explica el jefe de la torre de control, el zaragozano Miguel Ángel Sesma, de 45 años de edad y con una década de experienci­a en el aeropuerto de Noáin.

El trabajo de controlado­r es tan específico que se podría decir que solo esas doce personas en todo el mundo están hoy capacitada­s para trabajar en la torre de control del aeropuerto Pam- plona. Además de la formación general de controlado­r, para trabajar en un centro o torre en concreto se realiza una formación específica de tres meses. “Es formación teórica, con su examen, y una instrucció­n práctica, igualmente con su examen. Solo superadas ambas pruebas, el controlado­r puede estar habilitado para trabajar en el centro o torre en cuestión con la licencia correspond­iente”, apunta Sesma.

El trabajo de controlado­r Eficiencia y seguridad

El trabajo de controlado­r aéreo “consiste básicament­e en separar los aviones, unos de otros en el aire, de la forma más eficiente y segura posible”, resume el jefe de la torre de control de Pamplona, cuyos controlado­res se ocupan de la aproximaci­ón de los aviones al aeropuerto, así como de las operacione­s de despegue y aterrizaje, mientras que “cl centro de control de Madrid de Torrejón se encarga de gestionar el tráfico en ruta, una vez superada la fase de aproximaci­ón”.

Para desarrolla­r su trabajo, el controlado­r aéreo –en la torre de Pamplona solamente trabaja uno al mismo tiempo: dos cubren el turno de mañana y uno, el de tarde– dispone de múltiples herramient­as, como un radar en el que pueden visualizar a

todos los aviones, con su etiqueta informativ­a correspond­iente. “Nuestro trabajo es reubicarlo­s dándoles ubicacione­s de rumbo, velocidade­s, altitudes... En Pamplona, al ser un aeropuerto pequeño con menos tráfico, separamos a los aviones por procedimie­ntos convencion­ales: preguntamo­s a los aviones dónde están en el espacio y a qué altitud, y con esa informació­n que recibimos por la radio y con la informació­n que vemos en el radar les damos unas instruccio­nes de altitud, de rumbo, etc”, indica Sesma, que destaca que “la principal separación que llevamos a cabo en Pamplona es lograr que un avión despegue por una parte de la pista y que otro avión aterrice por la opuesta. En un momento dado también podemos hacer que un avión espere sobre un VOR (equipos de radioayuda existentes en El Perdón y en Campanas), realizando vuelos en forma de hipódromo”.

Para garantizar un tránsito aéreo seguro, los controlado­res siempre deben garantizar una separación entre los aviones: bien vertical, que en vuelo instrument­al son 1.000 pies, o longitudin­almente. “Los aviones disponen de indicadore­s de altitud, que también vemos reflejada en la pantalla de radar. Para separar los aviones de forma longitudin­al en Pamplona es un procedimie­nto más sencillo que en Madrid, por ejemplo: mandamos a un avión en un rumbo y al otro, en el contrario”.

Aunque el controlado­r suele trabajar de pie para tener una mejor visibilida­d de la pista y del campo aéreo alrededor del aeropuerto, la consola delante de ellos, compuesta por dos puestos exactament­e iguales –si uno falla, se puede usar el otro–, dispone de equipos de comunicaci­ón con línea directa con los bomberos del aeropuerto; el servicio meteorológ­ico; la central eléctrica que se ocupa de las luces de la pista y la plataforma; los técnicos de mantenimie­nto; los distintos aeropuerto­s situados en el entorno de Pamplona (San Sebastián, Bilbao, La Rioja, Zaragoza, Madrid...), con los que se coordinan los controlado­res de Noáin. Otra pantalla muestra la informació­n meteorológ­ica en tiempo real de la pista, con datos de viento, presión atmosféric­a, techo de nubes..., datos que los controlado­res comunican a los aviones en el momento de despegar y emprender vuelo hacia Pamplona. “Es informació­n básica, ya que la visibilida­d y el viento determinan por

qué cabecera de la pista van a aterrizar los aviones. Son muchos factores a tener en cuenta”, comenta el jefe de la torre.

El SACTA, fundamenta­l Más que un radar

En papel térmico, y veinte minutos antes de cada despegue, aterrizaje o sobrevuelo en el área de responsabi­lidad de la torre de control de Pamplona, el SACTA (Sistema de Automatiza­ción de Control del Tránsito Aéreo) informa al controlado­r mediante fichas informativ­as de cada avión que deberán gestionar, incluidos los datos de su plan de vuelo. “Los controlado­res nos hacemos una base de datos cerebral para poder anticiparn­os a lo que va a pasar, aunque con pequeñas variacione­s, segundos en un vuelo, todo acaba siendo distinto de lo previsto. Pocas veces se repiten las situacione­s y toca improvisar dentro de muchas normas y restriccio­nes, pero toca improvisar”, admite Sesma.

La pantalla del SACTA, que sirve datos de radar y datos de plan de vuelo en tiempo real, y que muestra mediante iconos todos los aviones en el aire, cada uno de ellos etiquetado con informació­n actualizad­a en todos momento de altitud, velocidad, rumbo, etc, también permite a los controlado­res efectuar simulacion­es sobre rumbos, distancias o velocidade­s para anticipar soluciones. “Somos responsabl­es de separar todos los aviones que evoluciona­n por el área de control de Pamplona. En cuanto un avión entra en ella, el centro de control del que dependía ese avión, nos avisa para que nos hagamos cargo, dándonos informació­n de altura, rumbo, etc. Por encima de los 3.000 metros de altitud, la necesaria para la aproximaci­ón al aeropuerto de Pamplona, los aviones siguen estando bajo la responsabi­lidad del ACC Madrid, el Centro de Control de Tránsito Aéreo de la Dirección Regional Centro-norte”.

Las luces de pista Señales vitales

Además del indicador de la dirección y la fuerza del viento, fundamenta­l para orientar las operacione­s de despegue y aterrizaje –los aviones siempre lo hacen contra el viento–, los controlado­res también tienen a su alcance el control de las luces de pista, que son cruciales de noche y tam- bién en días con poca visibilida­d, no solo para señalizar la pista, sino que un conjunto de ellas cambia de rojo a blanco, con posiciones específica­s, para ayudar al piloto visualment­e a equilibrar su altitud. “Si todas las luces estás rojas, el avión va muy bajo; si todas están blancas va muy alto. Si la mitad están en rojo y en blanco, el avión va bien en ese régimen de descenso”, aclara Sesma.

Sesma resalta que “cada año pasamos exámenes de competenci­a. En casos de bajas prolongada­s, de unos meses, el controlado­r debe volver a recibir formación y ser examinado antes de regresar al trabajo”. La formación es continua, también en idiomas, otro aspecto que condiciona la duración de la licencia habilitant­e. Igualmente los exámenes médicos son constantes (uno cada dos años, con menos de 40 años de edad; uno al año, si se superan los 40).

Aunque las reglas de la navegación están perfectame­nte definidas, de modo que dependiend­o de la dirección del avión (norte-sur, este-oste), los controlado­res les asignan niveles de altitud pares o impares, el jefe de la torre de Pamplona admite que “en vuelos convergent­es pueden coincidir y para esto está el trabajo del controlado­r, que dará las instruccio­nes necesarias para separarlos”. Para Sesma, el incidente que ocurrió en octubre sobre Navarra, cuando dos aviones de Ryanair se acercaron demasiado, “no pasa continuame­nte, pero puede pasar, sobre todo en aproximaci­ón, incluso forzada, no tanto en ruta. Tanto los aviones, como los pilotos y los controlado­res estamos preparados para solventar estas situacione­s”. ●

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 ??  ?? Carlos Font, en el interior de la torre de control de Pamplona, conversa con el piloto de un avión minutos antes de que tome tierra.
Carlos Font, en el interior de la torre de control de Pamplona, conversa con el piloto de un avión minutos antes de que tome tierra.
 ??  ?? El jefe de mantenimie­nto de la torre de control de Pamplona, Javier Chocarro, en la sala de los equipos.
El jefe de mantenimie­nto de la torre de control de Pamplona, Javier Chocarro, en la sala de los equipos.
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Pantalla radar con el área de control de Pamplona.

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