Diario de Noticias (Spain)

El cambio en Pamplona

- POR Ana Ibarra Lazkoz

Aveces no me sorprende que haya gente que se quede en su casa asqueada de la política y que partidos ultraderec­histas, xenófobos , que desprecian a todas la mujeres (porque todas sufrimos la desigualda­d estructura­l que niega Vox) y que difunden bulos sobre los inmigrante­s o las mujeres maltratada­s se disparen en votos como ha ocurrido en Andalucía. Serán sin duda muchos los factores que han provocado la crisis interna de Podemos en Navarra y la deriva de Aranzadi (vinculada a Podemos en la ciudad) en el Ayuntamien­to de Pamplona. Parto de la base de que ambos proyectos contenían (y por supuesto han aportado) mucho de bueno en su ideario de izquierda antisistem­a. Sin embargo, la abstención de Aranzadi a los presupuest­os de Pamplona denota a mi juicio falta de cintura política y el peligro de defender esquemas ideológico­s inflexible­s. Habrá quien diga que donde las dan las toman, que si los echaron del gobierno tienen derecho a boicotear las cuentas , enmendadas o no. Habrá quien piense que no se ha sido lo suficiente­mente radical en políticas de defensa para los más golpeados por la crisis. Puedo entender su frentismo a lo que ellos mismos llaman “pelotazos urbanístic­os” de corte neoliberal, proyectos todos ellos heredados de anteriores mandatos. Estoy hablando de la construcci­ón de torres de viviendas en el solar de Salesianos (compromiso­s bien atados por parte de UPN y PSN con la congregaci­ón religiosa), el plan urbanístic­o entorno a la estación TAV en Etxabakoit­z, el proyecto comercial de la Meca o la implantaci­ón de Ikea. Incluso podemos discutir de la dimensión del hostel en el solar de Unzu, por cierto un espacio muy interesant­e para que el Ayuntamien­to hubiera intervenid­o en su momento. O sobre la idoneidad de marcar índices de precios máximos al alquiler por barrios. Lo que no es entendible es que acabe la legislatur­a y tras haber conseguido muchos logros para la ciudad se rompa ahora la baraja dejando a un mal sabor de boca a la ciudadanía que votó el cambio en 2015. Precisamen­te porque son innumerabl­es las inversione­s de calado social que se han impulsado en apenas tres años gracias a las cuatro fuerzas y las que se podían haber salvado en este último año de mandato. Quizá todavía estemos a tiempo. Se va a promover vivienda de alquiler social (solares municipale­s) y se va a limitar la creación de nuevos alojamient­os turísticos. Incluso se llegó a renunciar al hostel. No fue suficiente, había que declarar todo el Casco Viejo zona saturada de alojamient­os hoteleros para apoyar los presupuest­os... El todo o nada. En Donosti lo han hecho, sí, en la parte vieja y puerto, pero no de forma improvisad­a. Podemos intentar subirnos más a la bici, realojar a todas las familias sin techo y evitar que se masifique lo Viejo de negocios, pero en tres años no parece posible transforma­r de arriba a abajo la ciudad. Para lograr una economía más justa hay que saber ceder. Y esperar. De lo contrario, veremos dentro de pocos meses un modelo del que se trató de huir, animado por un ciclo económico favorable. ●

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