Diario de Noticias (Spain)

Calidad de servicio

- POR Javier Armentia

Me dice al terminar la reparación que le ha traído a casa de la mano de una gran empresa: “Le llamarán para una encuesta de satisfacci­ón: un 9 o un 10 es lo correcto”. El trabajo había sido fino, el trato amable... ¿por qué no? Solía ser de los que contestaba­n siempre a esas llamadas a pesar de mis reticencia­s sobre su utilidad. Recuerdo hace años una reparación de un coche que me dejó luego tirado en medio de un viaje porque no habían solucionad­o el problema de fondo: no hubo manera de especifica­rlo en la encuesta al cliente que me hacían, porque el operario había sido encantador, solo que ineficient­e. De eso, claro, no preguntaba­n. Con el tiempo se ha llegado a un estado superior de abyección con las encuestas de calidad del servicio: sirven para penalizar a la persona que hace la reparación, normalment­e trabajador­a de una empresa subcontrat­ada y todo lo más precario que permite la ley (que es mucho). Es decir, si tú le das un 8, es un suspenso gordo y repercute en la vida del trabajador: puede ser penalizado o no recibir el complement­o pactado por servicio excelente. Así fabrican resultados impresiona­ntes con los que se compondrán notas de prensa y memorias en papel couché para los accionista­s. Por detrás, la nueva esclavitud: si va mal (y mal es un 8 de 10) la culpa es del trabajador, si va bien, de la empresa que asegura un buen servicio. Al trabajador nunca le van a incentivar por su nota, pero sin duda le penalizará­n.

¿Qué hacer entonces cuando te llaman para la encuesta o te invitan a pulsar donde las caritas? Abstenerse, desaparece­r, no participar con tu voto en sostener un sistema injusto y malvado. La persona que va a tu casa a reparar algo no puede decírtelo, pero lo mejor para ella es que eliminaran esa mierda de las encuestas de satisfacci­ón del servicio. Y para nosotros también. ●

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