Diario de Noticias (Spain)

Vivir fuera del nido

Con el comienzo del curso en las universida­des de Pamplona, miles de jóvenes se asientan en sus nuevas viviendas. El testimonio de cuatro de ellos muestra las opciones para habitar en Pamplona

- Un reportaje de Iosu Enguita Quiles Fotografía Javier Bergasa

El 2 de septiembre dará comienzo el curso 2019-2020 para todos los universita­rios en Pamplona. Tanto la Universida­d Pública de Navarra (UPNA), la Universida­d de Navarra (UNAV) y Creanavarr­a preparan un nuevo año que para muchos será su primera andadura tras el instituto, pero para otros ya es materia repetida. Los estudiante­s que vienen desde fuera de Pamplona experiment­an durante nueve meses cómo es la sensación de estar independiz­ado, aunque cada uno lo vive a su manera.

Para estos foráneos la oferta de vivienda es muy variada, aunque en cada una la sensación de estar fuera de casa se vive de manera diferente. Principalm­ente son los pisos de alquiler compartido y las residencia­s los lugares donde los estudiante­s eligen vivir su nueva etapa. Cada una de estas dos opciones traen consigo sus pros y sus contras. Cuatro alumnos y exalumnos que han pasado por Pamplona cuentan su experienci­a.

Xiber Azkuenaga, de 21 años y de Amorebieta, quien el curso pasado terminó sus estudios de diseño gráfico en el Centro Superior de Diseño Creanavarr­a, comenta: “Yo estuve los cuatro años de mi grado viviendo en la residencia Los Abedules”. Casos como el de Xiber Azkuenaga, de vivir los cuatro años en una residencia, son peculiares ya que normalment­e a partir del primer o segundo año de carrera es habitual compartir piso. “La pandilla que hicimos en la residencia nos dimos cuenta de que allí estábamos a gusto así que no nos hizo falta movernos a un piso. Encontré que la residencia era muy cómoda y además siempre estás acompañado y haces actividade­s y conoces a mucha gente”, expresa Azkuenaga.

Para muchos, el vivir en una residencia puede llegar a coartar la libertad e independen­cia con las normas. En el caso de Xiber Azkuenaga, “la residencia otorgaba tanto privacidad como compañía. Hay momentos en los que sí que eché de menos un poco más de soledad. Al final la residencia es como un pequeño pueblo, siempre hay gente tanto para lo bueno como para lo malo”, finaliza Azkuenaga.

OPCIÓN RESIDENCIA La oferta de residencia­s y colegios mayores en Pamplona, para todos aquellos que vienen de distintas zonas de Navarra y comunidade­s vecinas, es amplia a día de hoy. En concreto, en lo que a residencia­s se refiere, la Residencia Universita­ria Los Abedules situada junto al campus de la UPNA es la opción más barata, mientras que la Residencia Camplus Pamplona, en la avenida Galicia, se contempla como la más cara.

“Los precios varían dependiend­o del régimen que se escoja. El paquete básico serían 550 euros y la opción más cara 850 euros. Siempre que se quiera se pueden añadir los servicios que sean, como lencería o limpieza. En esta residencia contamos con servicios de comidas (media pensión, pensión completa o cinco comidas), limpieza de la habitación y lencería”, expresa Eva Igoa, directora de la Residencia Universita­ria Los Abedules, que cuenta con una capacidad para 250 estudiante­s. En esta vivienda estudianti­l las comidas son uno de los servicios, que a diferencia del resto de lugares de Pamplona, no se contemplan dentro de la tarifa anual, sino que se cobra aparte dependiend­o de la opción escogida.

La Residencia Camplus Pamplona sí que añade todos los servicios dentro de la tarifa, aunque estas son más caras. “Los precios oscilan dependiend­o del tipo de habitación, la más económica es la habitación doble que cuesta 700 euros al mes por persona. La habitación más cara dentro de las individual­es es la individual superior que cuesta 975 euros al mes. La individual normal, de gama media, cuesta 900 euros al mes. Dentro de la cuota mensual está incluido todo, limpieza de las habitacion­es dos veces por semana, pensión completa de lunes a viernes, acceso a todas las instalacio­nes y servicios. Fuera de la cuota se encuentra el servicio de comedor los fines de semana, ya que no todos los estudiante­s se quedan aquí durante esos días y no tiene sentido cobrárselo”, explica Silvia Gur

“En un piso tienes libertad y al final lo haces tu hogar, notas que llega a ser tu casa”

MARTA ULIER

Estudiante de la UNAV

“Al final nos dimos cuenta de que Campus Home era igual de caro que Belagua y no merecía”

ANDRÉS GOENAGA

Estudiante de la UNAV

“La residencia es como un pueblo, hay gente tanto para lo bueno como para lo malo”

XIBER AZKUENAGA

Graduado en Creanavarr­a

bindo, directora de la Residencia Camplus Pamplona.

Al igual que Xiber Azkuenaga, Libe Garate lleva tres años viviendo en una residencia y este curso comenzará su cuarto año en ella. Garate, de 21 años y de Mendaro (Gipuzkoa), emprenderá el próximo lunes su último año en la Residencia de María Reparadora: “Realmente durante la semana no paso tanto tiempo en la residencia, me pegó el día en la universida­d y cuando llega el fin de semana me vuelvo a mi casa”. La libertad de horarios e independen­cia es un factor que Libe Garate no contempla, por lo que vivir en un piso nunca fue su prioridad: “Creo que para la vida que hago aquí en Pamplona tampoco me merecía mucho la pena irme a un piso. Además, son bastante flexibles con nosotras”.

OPCIÓN PISO Aunque en los casos anteriores eligieran vivir toda su etapa universita­ria en una residencia, los hay quien enseguida se mudan a un piso.

Andrés Geonaga, de 22 años y de Donostia, es un estudiante de periodismo de la UNAV que comenzó viviendo en el Colegio Mayor Belagua: “Solo estuve el primer año de carrera. Después de eso me fui con unos amigos del colegio mayor a vivir a un piso”. La opción para Goenaga en su segundo año fue hacerse con los servicios de Campus Home. Esta empresa, actualment­e en auge, ofrece un piso y a una persona que se encarga de todas las labores del hogar durante el año. “Al final nos dimos cuenta de que era igual de caro que Belagua y que tampoco merecía mucho la pena”, añade Andrés Goenaga. “En tercero nos fuimos a un piso compartido. Somos cuatro y pagamos 1.200 euros al mes. Ahora en el piso podemos vivir más a nuestras anchas”, finaliza Goenaga.

Por su parte, la experienci­a de Marta Ulier, de 21 años y de Lleida, se suma a la de aquellos que enseguida comparten piso para añadir más libertad a su estancias universita­ria. Ulier lleva cuatro años de los cinco que le correspond­en por su doble grado de magisterio y pedagogía. “El primer año estuve viviendo en el Colegio Mayor Roncesvall­es y el resto he vivido en un piso con tres chicas más. Decidimos ir a un piso porque los horarios del colegio mayor eran muy estrictos y además, teníamos que hacer bastantes trabajos comunitari­os”. Afrontando ya su último año en Pamplona, Marta Ulier compara su vivencia en ambos sitios: “En una residencia puedes tener más orden porque cada una tiene su habitación y los espacios comunes tampoco los ves como los de tu casa. Lo que tiene el piso es que eres como una pequeña familia pero todo tiene que estar más en orden y hay que estar más pendientes de todo. En el piso tienes la libertad de horarios y al final lo haces tu hogar, notas que llega a ser tu casa”. ●

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La plaza de Félix Huarte se sitúa como una de las localizaci­ones que más estudiante­s acoge
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Foto: cedida Marta Ulier (segunda por la izquierda), junto a sus compañeras de piso.
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