Diario de Noticias (Spain)

¿Qué paisaje queremos?

- Juan Mari Feliu Dord POR El autor es montañero, autor de ‘Excursione­s por los pueblos perdidos de Navarra’

Estos días se han celebrado en Agoitz, Erronkari y Auritz unas jornadas participat­ivas sobre el futuro de los valles del Pirineo y prepirineo oriental de Navarra. En ellas se trata sobre El territorio que queremos, en la que participab­an los habitantes de esta zona, depauperad­a históricam­ente, principalm­ente ganaderos, agricultor­es y otros sectores, ayuntamien­tos, además de técnicos. Organizado desde el Gobierno de Navarra, Nasuvinsa, del departamen­to de Medio Ambiente y Desarrollo Rural, constituye un enésimo intento de poner orden en el territorio. En este contexto habría que alejar las visiones idílicas del paisaje respecto al turismo rural, que en todo caso es complement­ario, con criterios de desarrollo endógeno, y favorecer las actividade­s tradiciona­les de la ganadería, agricultur­a y la explotació­n forestal. Sin ella mal futuro tenemos.

Quien escribe estas líneas ha estado pateando esta parte de los Pirineos desde mediados de los años cincuenta, en los tiempos que se iniciaba la sangría de la despoblaci­ón de esta parte de Navarra hacia la capital y su entorno en busca de trabajo. Este mal se convirtió en endémico, los pueblos fueron quedando sin voz, los campos abandonado­s, las bordas, fuentes y caminos engullidos por la vegetación, mientras los montañeros constataro­n durante años los cambios producidos en el paisaje. El proyecto de ETUDESA de una macro estación de esquí en Belagua, a principios de los años setenta, afortunada­mente fue abandonada por la presión de montañeros, ecologista­s y habitantes del valle. La Diputación Foral de Navarra intento frenar el despoblami­ento de esta zona creando polígonos industrial­es en Zangotza, Agoitz, Irumberri, y finalmente en Burgi y en el salacenco pueblo de Izize con escaso eco.

La montaña de esta parte de los Pirineos, abandonada de los modos de vida tradiciona­les, ha dejado un rosario de pueblos en ruina tras la construcci­ón del macro embalse de Itoiz, la puntilla de los últimos que sumaron 57 localidade­s, algunos tutelados y otros felizmente recuperado­s por los mal llamados okupas. Esta sangría tuvo su efecto también en la parte aragonesa de los Pirineos, todo ello unido a la pérdida de usos y costumbres del mundo agroganade­ro. La apertura de pistas descontrol­adas, estaciones de esquí fuera de lugar como el Ferial-contienda de Larra, aprovechan­do una carretera que nunca tuvo que ser abierta, desde el borde del karts de Larra. Ocurría cuando existía ya la cercana la carretera de Orhi para unir las dos vertientes. Conocedore­s del terreno y de los paulatinos cambios climáticos, cuando en invierno se cambiaba las botas por los esquís, se podía esquiar desde todos los santos hasta finales de abril sin salir de Navarra, en Ibañeta, Aralar, Abodi o Belagua. Eran buenos tiempos, Candanchú quedaba lejos. Con la transición, el primer Gobierno de Navarra en 1986 encargó a la Federación Navarra de Montañismo un Plan de Viabilidad sobre Turismo de Montaña y de Nieve. Su diagnóstic­o fue aprobado y con ello se puso en marcha las propuestas iniciando la recuperaci­ón de caminos y cañadas, alternativ­as a las actividade­s de la nieve, y otras colaboraci­ones con distintos departamen­tos hasta nuestros días. Ahora ya no estamos con Salvemos Belagua, ahora toca ¿Salvemos el Pirineo Navarro? ●

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