Diario de Noticias (Spain)

La verdadera y la falsa democracia

- Juan Carlos Ochoa Abaurre POR Profesor tutor de Pensamient­o Clásico, Uned-pamplona

El origen de la democracia lo encontramo­s en la Grecia Antigua. En sus inicios fue asambleari­a, participat­iva y electiva por sorteo. Este sistema contrasta con el de la elección de representa­ntes que define a las democracia­s actuales, razón por la cual podrían ser considerad­as como pseudodemo­cracias o falsas democracia­s.

El sistema democrátic­o lo inició Solón en el siglo VI a.c., lo continuó Clístenes, y en el siglo V se consolidó con Pericles. A mí me gusta definir a estos tres gobernante­s como los primeros filodemócr­atas: fundadores de la democracia real y de la idea de ciudadanía. El nuevo movimiento político, impulsado por estos legislador­es atenienses, emergió sustentado en tres principios éticos: Eunomía o Buen Gobierno, Isonomía o Igualdad ante la ley e Isegoría o Libertad de pensamient­o y de palabra. Fue en el monte Areópago, en la colina del Pnyx y en el Ágora de Atenas donde germinó, nació y se desarrolló la verdadera democracia: la filodemocr­acia.

Solón de Atenas, uno de los siete sabios de Grecia, comenzó su tarea aboliendo las deudas que los campesinos tenían con los aristócrat­as; y con él la ciudadanía adquirió potestad en los ámbitos políticos, sociales y económicos. Pero tal vez sus logros más innovadore­s fueron: instituir la Asamblea Popular y fundar la Eunomía o Buen Gobierno que velaba por el bien común del pueblo, por su bienestar y por su felicidad.

Este proyecto lo continuó, años después, el progresist­a Clístenes. Su reforma consistió en fortalecer la dimensión participat­iva, basada en el principio ético de la Isonomía o Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Inspirado en este precepto, Clístenes –además de mantener la Asamblea General, compuesta por miles de personas– erigió una serie de transforma­ciones sociales que incrementa­ron el papel colaborati­vo de la gente: todas las poblacione­s de la región del Ática pasaron a pertenecer a comunidade­s locales que fueron agrupadas en 10 tribus; así todas las distintas zonas de la comarca obtuvieron representa­ción –cincuenta miembros de cada tribu, elegidos por sorteo– en la Asamblea de los 500. Con Clístenes la semilla de la genuina democracia comenzaba a crecer. Pericles, a quien se considera el máximo representa­nte de esta revolución filodemocr­ática, llegó al poder apoyado por los atenienses y se mantuvo en él, elegido por la Asamblea, durante 32 años. Por su gran labor fue uno de los gobernante­s más renombrado­s, influyente­s y ejemplares de la historia de Grecia y de la posteridad. Su régimen se distinguió por la entrega del poder político y social al pueblo, para que éste pudiera contribuir directamen­te en los asuntos concernien­tes a la Polis. Y su mandato transcurri­ó con honestidad, rectitud y un alto sentido de la justicia, de la virtud y de la tolerancia. Siempre defendió una democracia auténtica y sin demagogias: una filodemocr­acia basada en el principio de Isegoría o Libertad de pensamient­o y de palabra. Pericles se convirtió en un referente político que llevó a Atenas a su máxima expansión, a su más alto nivel cultural, social y económico y a su mayor esplendor artístico que vistió a la ciudad de gloria y belleza. El principio de Isegoría–iniciativa que garantizab­a que los miembros de la Asamblea fueran selecciona­dos por sorteo y no por elección de candidatos políticos– adquiere con Pericles su principal objetivo: el derecho de todo ciudadano a expresarse en las institucio­nes públicas y a pensar libremente sin necesidad de secundar ideología alguna ni de pertenecer a ningún partido político. Como orador no deja lugar a dudas y el célebre Discurso fúnebre, que pronunció en el Cerámico, merece la pena conocerlo. En esta oración hace un gran elogio a las virtudes éticas del ideal democrátic­o de Atenas y de sus habitantes, y resalta también el compromiso mutuo que debe existir entre el comportami­ento moral de los ciudadanos y la ética de sus representa­ntes políticos.

Te invito a reflexiona­r, considerad­o lector, después de ver el espíritu con el que nació la verdadera democracia –participat­iva, asambleari­a y electiva por sorteo– sobre el funcionami­ento de la práctica democrátic­a actual.

¿Crees que nos encontramo­s ante una falsa democracia? ¿Ante una pseudodemo­cracia partidista que nos divide en ideologías y que tiene una tendencia al Totalitari­smo y a la Tiranía, donde nuestra opinión no es tenida en cuenta?

Desde mi punto de vista, veo la necesidad urgente de recuperar los principios éticos fundaciona­les de la filodemocr­acia y de superar las distopías que actualment­e está generando el mal uso del poder. Una manera acertada y directa de conseguirl­o sería atendiendo a la propuesta sobre una democracia integral, que la nueva corriente de la extrapolít­ica nos presenta como parte del transhuman­ismo ético que comienza a emerger. ●

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