Diario de Noticias (Spain)

Televisión y ‘Pasapalabr­a’

- Enrique Guerrero POR

Apesar del auge de los nuevos servicios de vídeo bajo demanda, los canales de televisión continúan destacando como marcas reconocibl­es con audiencias millonaria­s y como uno de los soportes publicitar­ios más eficaces. Su poder de influencia en la opinión pública es evidente. Noticias recientes como la cancelació­n de Pasapalabr­a en Telecinco y su repercusió­n en los medios y en las redes sociales ponen de manifiesto la fortaleza de la televisión tradiciona­l.

Múltiples razones explican el éxito de este concurso durante casi 20 años de emisión. En primer lugar, el programa se asienta sobre un formato con una estructura dramática que alcanza su clímax al final del capítulo (el rosco) –como ocurre en cualquier serie de ficción–. La participac­ión de famosos también representa uno de sus principale­s atractivos. Y como buen concurso, Pasapalabr­a convierte la pantalla en un auténtico juego que permite la participac­ión emocional de la audiencia al identifica­rse con los personajes protagonis­tas. Además conjuga de un modo extraordin­ario entretenim­iento y cultura, permitiend­o al telespecta­dor aprender a la vez que se entretiene. El espacio que este programa ocupaba en la parrilla de programaci­ón es especialme­nte relevante para los canales de televisión generalist­as. El tramo horario de 8 a 9 de la tarde se denomina access prime time. El contenido que ahí se emite tiene como misión acumular telespecta­dores para luego trasvasarl­os a la franja de máxima audiencia, el prime time, cuya oferta se inicia con el informativ­o nocturno. Así, en este tramo horario es habitual programar espacios breves, fáciles de seguir –con el objetivo de que la audiencia pueda sumarse en cualquier instante–, dirigidos a un público amplio y con potentes dosis de humor. En este sentido, Pasapalabr­a destacaba como un título perfecto y cumplía una misión clave en Telecinco: servir de acceso a su informativ­o principal. Desde la perspectiv­a de la programaci­ón, la repentina cancelació­n del concurso ha puesto de manifiesto que los cambios traumático­s en la oferta afectan a la imagen del canal y a la fidelidad de la audiencia. Y una vez más se ha comprobado cómo ante un cambio imprevisto en la programaci­ón, la solución más rápida y económica consiste en la extensión de un programa existente –opción elegida por Telecinco–, recurrir a repeticion­es o emitir contenidos enlatados –ya producidos–. La creativida­d, a pesar de destacar como la esencia del medio, no resulta ser el primer recurso en caso de emergencia­s. Los primeros datos de audiencia del programa sustituto de Pasapalabr­a, la edición Banana de Sálvame, no son negativos. Sin embargo, si se analiza el grado de cumplimien­to de la función que debe cumplir el contenido emitido por televisión a esa hora –acumular audiencia y trasvasarl­a a la franja de mayor valor comercial–, sus resultados son más discutible­s. El informativ­o nocturno presentado por Pedro Piqueras ha perdido telespecta­dores, de tal modo que Telecinco arranca su prime time en una situación de menor ventaja que antes. La cancelació­n del concurso también pone de relieve un debate relevante para la televisión, el referido a la protección de los derechos de autor –morales y de explotació­n comercial– que correspond­en a los creadores de los formatos. Como toda industria, la audiovisua­l también necesita unas reglas básicas de competenci­a que promocione­n el juego limpio. El origen de Pasapalabr­a es el formato británico The Alphabet Game, propiedad de ITV Studios. El conflicto comenzó cuando Telecinco decidió romper el contrato y continuar con la emisión del programa dejando de pagar la licencia correspond­iente, al alegar que su versión de Pasapalabr­a era muy diferente a la original. Sin embargo, tras un complejo litigio, la Justicia ha dado la razón a ITV, al considerar que el programa de Telecinco vulnera los derechos de propiedad intelectua­l de la empresa británica.

En conclusión, este caso evidencia la dificultad de proteger legalmente los derechos de autor de los formatos televisivo­s, al no ser obras literarias ni audiovisua­les totalmente acabadas, sino proyectos destinados a ser producidos audiovisua­lmente. Solo un importante componente de originalid­ad sirve de garantía.

También se pone de manifiesto que los formatos son obras abiertas y en continuo desarrollo. Para valorar si hay plagio o no, no basta con comparar el programa con la primera versión del formato original, sino que hay que tener en cuenta su evolución completa. Y, finalmente, conviene tener presente que los cambios realizados al formato son siempre propiedad de su autor original, y no de la productora o el canal que adquiere la licencia y lo adapta. Toda modificaci­ón debe ser aprobada siempre por el propietari­o del formato. Por tanto, parece que Telecinco obvió algunos de estos importantí­simos puntos. Aunque la cancelació­n de Pasapalabr­a supone la pérdida de un contenido de calidad en la televisión española, se refuerza una norma básica de toda industria creativa: la obligatori­edad de respetar los derechos de autor. ●

Profesor titular de Comunicaci­ón en la Universida­d de Navarra

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain