Diario de Noticias (Spain)

Condenas que permiten

El ataque de Turquía al norte de Siria controlado por las YPG se beneficia de la condescend­encia de un irresponsa­ble Trump, pero también de la histórica desidia internacio­nal hacia la situación de los kurdos

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Los bombardeos y la invasión por el ejército turco del norte de Siria controlado por la milicia kurda Yekîneyên Parastina Gel (YPG) no solo se beneficia de la condescend­encia de Trump con el ataque contra quienes han sido hasta ahora los principale­s aliados de Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico, también cuenta con la desidia internacio­nal, incluyendo la tímida reacción de la UE, ante la situación y las reclamacio­nes del pueblo kurdo, históricam­ente ignoradas. Son apenas condenas de la invasión que, sin embargo, la permiten. Ni la reunión ayer del Consejo de Seguridad de la ONU solicitada por los países europeos que forman parte del mismo –Alemania, Bélgica, Francia, Polonia y Reino Unido– ni la convocator­ia de urgencia para hoy de la Liga Árabe, a petición de Egipto, frenarán el ataque ordenado por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, antes de que este cumpla su doble objetivo: por un lado, aglutinar al país en torno a su presidenci­a y minimizar la creciente oposición interior –reflejada en las últimas elecciones locales– y, por otro, proceder a una reubicació­n de los 3,5 millones de refugiados sirios en Turquía, que se traduciría en el cambio demográfic­o y el control islamista de una amplia zona hoy de mayoría kurda. En realidad, la invasión no es sino la repetición ampliada de la que Erdogan ya desarrolló entre enero y marzo de 2018 en el distrito sirio de Afrin, al norte de Alepo. Como entonces, la teórica zona de seguridad que pretende crear tiene el propósito de reducir la oposición a su régimen, de la que el pueblo kurdo es el núcleo, mediante su desplazami­ento desde el sur de Turquía y el norte de Siria a zonas interiores de este último país. Incluso a otros territorio­s de mayoría kurda –en total, 40 millones de personas– integrados en Irán e Irak desde el Tratado de Lausana (1923), sustituto del incumplido Tratado de Sevres (1920) que había reconocido al estado autónomo del Kurdistán. Pero la interesada permisivid­ad de Estados Unidos, el silencio de la OTAN, de la que el ejército turco forma parte, así como la limitada respuesta de la ONU y la UE no sopesan de forma adecuada la relevancia de los efectos de la invasión en el control del yihadismo y la guerra en Siria, su posible contagio a Irak, la actuación de Irán –o de Israel– y las consecuenc­ias de agitar con otro conflicto el avispero de Oriente Medio que Trump, de nuevo irresponsa­ble, dice querer abandonar. ●

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