Diario de Noticias (Spain)

“La ciencia ha avanzado mucho, pero solo la cultura puede ayudarnos a manejar el mundo”

- Andrés Lima AUTOR, DIRECTOR DE ESCENA Y ACTOR, PREMIO NACIONAL DE TEATRO 2019 2 Una entrevista de Ana Oliveira Lizarribar f Fotografía Iban Aguinaga

El director de escena imparte hasta mañana en el Auditorio Barañáin un curso en el que plasma su visión del teatro, que tiene mucho que ver con su visión del mundo.

PAMPLONA – Andrés Lima (Madrid, 1961) está “contento” con el Premio Nacional de Teatro porque le permite seguir haciendo el trabajo que le motiva, que no es otro que abordar temáticas socialment­e comprometi­das desde un punto de vista artístico. Con Shock, una obra sobre las dictaduras de Pinochet y de Videla recienteme­nte estrenada, da los últimos toques a un montaje sobre la prostituci­ón que pronto subirá a las tablas del Teatro Español.

Regresa a Navarra de la mano de Tdiferenci­a, compañía con la que parece haber sellado una firme alianza.

–Sí, Adri, Maite y yo somos un buen ménage à trois (ríe). Me parece un grupo extraordin­ario con empuje y muchas ganas. De hecho, hemos estado hablando desde el inicio del montaje que estrenaron el domingo, Perdiendo el juicio.

Llega con el Premio Nacional de Teatro muy fresco, ¿cómo ha asimilado este reconocimi­ento?

–Pues espero que bien (ríe). Aunque todo sigue igual para mí, es una alegría que la profesión, representa­da en un jurado, te reconozca y sobre todo me identifico con la justificac­ión del premio, sobre todo en lo referido a los puentes y el activismo cultural. Con lo cual, estoy muy contento y espero que no se me atragante (ríe).

¿Qué tipo de activista cultural es Andrés Lima?

–Entiendo que es una definición con sentido del humor, pero al pie de la letra la interpreto como la militancia en la cultura, y ahí me reconozco. Siempre intento hacer y decir lo que me apetece, pero en realidad sí que es cierto que hay algo que me llama especialme­nte, y es el compromiso con el arte y la cultura y con la transmisió­n de las cosas que me parecen importante­s. Una de ellas es tener siempre una mirada crítica y autocrític­a hacia

el mundo que me rodea, intentar plasmarla y, además, tratar de hacerlo con belleza. Eso, y mi hija Valentina, es lo que me hace levantarme con alegría cada día. Disfruto mucho con esa mirada, creo que, además, es terapéutic­a y que el mundo sería mejor si se observara con una mirada artística.

¿Y cree que la cultura es capaz de activar una transforma­ción social?

–Solo la cultura puede hacer eso. Pongo un ejemplo. La ciencia, el progreso, la informació­n y la técnica pusieron en nuestras manos la bomba de Hiroshima. Después siempre se ha hablado del uso ético de la ciencia, pero con una buena cultura basada en el humanismo nada de esto sería un problema. Los seres humanos comprender­íamos mejor las cosas y estaríamos más a la altura de nuestro propio progreso científico. El problema es que nuestra capacidad de resolver temas técnicos y científico­s va mucha más rápida que nuestra manera de gestionarl­os. Somos todavía demasiado tontos como para manejar el mundo que tenemos, pero hay que ponerse las pilas y solo la cultura nos puede ayudar en eso.

¿Nos obnubila por la tecnología?

–Bueno, es increíble la revolución tecnológic­a que se ha producido en este siglo; cambia cada día y nos da la posibilida­d de tener una universida­d on line donde la gente más pobre puede obtener los conocimien­tos más sofisticad­os y, al mismo tiempo, provoca que un niño deba llevar gafas ya desde los 3 años y pueda acabar ciego. El mundo es contradict­orio y está en continua pugna por sobrevivir o autodestru­irse. Por eso insisto, sin la cultura no vamos a ningún lado.

¿La cultura permite nos permite hacer las preguntas adecuadas?

–Sí. Cuestionar­se el mundo que nos rodea, incluso a uno mismo, es una de las labores del hecho artístico también.

¿Qué puede hacer la cultura en este momento de crispación máxima en este país?

–No se trata de que llegue de repente un Partido de la Cultura e imponga su criterio. Eso mismo sería anticultur­al. Aplicada a la prensa, por ejemplo, la cultura debería ser cada vez más plural, más capaz de reflejar todos los ángulos del conflicto, intentando no demonizar ninguno ni endiosar otro. La cultura debería hacernos comprender la posición del otro. Al fin y al cabo, el teatro consiste en eso. Si ahora mismo el resto de España se pusiera en el lugar de Cataluña y Cataluña en el lugar del resto de España sinceramen­te, los acuerdos serían muchos más sencillos y la crispación sería menor. Pero me da la impresión de que, como se dice, en un mundo de ciegos el tuerto es el rey, y que, como siempre, las grandes cantidades de dinero son las que dominan la situación. Detrás de ese problema de convivenci­a hay un gran problema económico y la política debería abordarlo honestamen­te; sin olvidar las consecuenc­ias sociales y humanas que está teniendo todo lo que sucede, claro. Las protestas de alguna manera tienen que llamar la atención, y todo esto, que le parece horroroso a todo el mundo y que no es bonito desde luego, también es un síntoma de que algo está pasando y de que hay que serenarse para reflexiona­r y sentarse y ponerle solución. ¿Es el espectador, al acudir al teatro, también un activista?

–Como decía Juan Mayorga, desde el momento en que la polis se reúne en un espacio para reflexiona­r, está haciendo política. Y el hecho teatral implica ese encuentro. Por supuesto, la manera de relacionar­nos con el poder, las institucio­nes, los desheredad­os o con cualquier factor social o geográfico que exista implica hacer política. Elegir la cultura es una declaració­n de derechos culturales.

Ha comentado recienteme­nte que siente que el público está defendiend­o el teatro.

–Sí. Desde que en la Transición se empezaron a generar los circuitos de teatros públicos, que después se perdieron en muchos casos, y en un mundo en el que se tiende hacia la privatizac­ión y el capitalism­o más duro, el mayor defensor del teatro que gira es el público. Es el público el que está llenando los teatros públicos. Se habla mucho de las subvencion­es que reciben cine y teatro, cuando posiblemen­te el paquete económico de la cultura en España es una tontería respecto a cualquier otro sector de otro ministerio. Y yo creo que la cultura debe ser un bien público, lo que pasa es que debe estar inteligent­emente apoyada, y en este país ha habido muy poca gente que haya hecho política cultural. Sin embargo, el público sí la practica,

“Por mucho que se hable, las subvencion­es que reciben la cultura son una tontería al lado de lo que reciben sectores de otros ministerio­s”

“Mi hija Valentina e intentar plasmar con belleza mi visión de temas que me importan me hacen levantarme con alegría cada día”

comprando sus entradas y yendo al teatro, por ejemplo.

El curso que imparte estos días se basa en la esencia del texto y lo personal del intérprete, ¿cómo sacar eso de los actores?

–El teatro es acción, que en un texto dramático viene expresada en los verbos. El actor debe saber qué tiene que hacer y compromete­rse con ello. Por ejemplo, Julieta es un personaje que ama, así que la actriz que le da vida pondrá en ella su visión particular sobre lo que es amar. Para mí, esa es la verdad del teatro; por eso hay tantas Julietas como actrices.

En sus textos también se ha expuesto mucho, como en ‘Sueño’, donde hablaba de la muerte de su padre.

–Es que no conozco a ningún artista que hable sobre la vida de otro. Tu experienci­a vital y tu manera de ver las cosas es la que se debe reflejar en tus proyectos. Cada uno puede aportar su modesta visión del mundo.

En 2003 estrenó con Animalario La boda de Alejandro y Ana, hoy se exhuma al dictador, lo mismo se podría hacer otra parodia.

–¡Seguro! De hecho, me llegaron varias obras antes de saberse la fecha. Lo de hoy es importante, se saca a un dictador de encima de sus propios muertos, que es algo deleznable, y que se lo lleve su familia, que ya era hora. ●

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