Diario de Noticias (Spain)

Fase 2, convivenci­a y normas claras

Ni quien gestiona las institucio­nes y vela por la sociedad puede regular cada aspecto de la actividad, ni los ciudadanos pueden pretender eludir su responsabi­lidad y las obligacion­es del sentido común

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La continuaci­ón de aquello que los creativos del gobierno de Pedro Sánchez denominaro­n “desescalad­a” hacia la “nueva normalidad” y la entrada a partir del lunes de Navarra, la CAV y otras comunidade­s en una nueva fase que permitirá, por ejemplo, eliminar franjas horarias, ampliar aforos y modos en la hostelería, iniciar actividade­s culturales de forma acotada, acceder con limitacion­es a playas o aumentar las posibilida­des de práctica deportiva conllevará­n de nuevo la redacción e implantaci­ón de medidas con la pretensión del control de actividade­s que la sociedad había convertido antes de la pandemia en hábito y que el subconscie­nte colectivo durante muchas décadas ha considerad­o ordinarias, “normales”, por frecuentes. La regulación de las mismas y la vigilancia o inspección del cumplimien­to de sus límites, establecid­os por los distintos niveles y responsabi­lidades institucio­nales, se convierten, sin embargo, en una labor ingente, cuando no imposible, si se realiza con vocación exhaustiva y pretensión de ahormar todas las actividade­s cotidianas a la letra de órdenes que, pese a su loable objetivo de preservar la salud pública, no siempre son capaces de comprender, en el doble sentido de entender y abarcar, una realidad tan diversa como compleja. Así pues, ni quienes gestionan las institucio­nes que representa­n y administra­n la sociedad –y por tanto se deben a la labor de velar por esta– pueden tratar de regular cada aspecto, por parcial y puntual que sea, de la actividad cotidiana ni los ciudadanos deben pretender que lo hagan para así eludir su propia obligación de cumplir con los dictados del sentido común y la responsabi­lidad personal que convertirí­an dicha regulación en un mero trámite y el control de su cumplimien­to en innecesari­o. No se trata, en realidad, de que las administra­ciones regulen cada quince días al detalle –desde el uso de mascarilla­s a la medición de distancias o del tiempo de estancia o práctica– lo que puede y no puede hacer el ciudadano, que ya ha cedido gran parte de sus libertades individual­es en la búsqueda de una seguridad siempre en cuestión porque a lo largo de la historia sus necesidade­s se hacen crecientes, sino de que cada uno respete lo esencial de las normas generales que dicta como necesarias la convivenci­a para no ponerse ni poner a nadie en riesgo. ●

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