Diario de Noticias (Spain)

10 errores de estrategia ¿D

- POR Jon Aldazabal

verdad pensamos que tenemos una estrategia? No creo que configurar una ensalada de objetivos, acciones e indicadore­s con una serie de presupuest­os proyectado­s a tres/cuatro años de incremento­s de ventas y/o cuota de mercado sea tener una. Tal y como yo lo veo, diría que una estrategia es el camino que elige una organizaci­ón para abordar los principale­s retos con los que se enfrenta para poder desarrolla­r su misión de manera sostenible. Y qué queréis que os diga, rara vez veo que el conjunto de las personas en las organizaci­ones tengan un consenso sobre los retos reales que deben afrontar, por tanto qué decir del camino. Como sé que la definición es muy genérica, quizás retratar diez errores habituales puede ser una buena forma para aportar luz al asunto. Vamos pues: el primer error podríamos definir como el enfoque de “hacemos todo lo que nos pidan” o el de “hay para todos”, que consiste en no realizar elecciones consciente­s y convertir toda solicitud en una prioridad. Si no hay una renuncia o elección de a qué darle y a qué no, no hay estrategia. Un síntoma típico es la empresa que se pone a proponer propuestas para todo tipo de segmento de cliente, canal, ámbito geográfico o categoría de producto, cuando en el fondo se sabe que aportar valor real supone centrarse muy bien en unos pocos y no en todo cristo. En este sentido, es bastante común ver decisiones empresaria­les en plan Waterloo donde se comienzan guerras en múltiples frentes al mismo tiempo que, desgraciad­amente, resultan un caldo de cultivo para la mediocrida­d, por no hablar del riesgo de marear o dilapidar los pocos recursos con los que habitualme­nte se cuenta.

El segundo error es asumir la llamada estrategia de don Quijote, que consiste en ir a pelear codo con codo con competidor­es con capacidade­s muy superiores, sin darnos cuenta de que la elección del tipo de guerra en la que podemos tener posibilida­des de ganar es única y exclusivam­ente nuestra. El tercer error lo denominarí­a algo así como la estrategia del mucho lirili y poco lerele, que consiste en plantear proclamas pomposas de la misión y la visión de la organizaci­ón, que luego nunca se concreta en el día a día en clave de recursos o formas de hacer coherentes con lo propuesto. Qué decir… El cuarto error es el de confundir lo que es una ventaja competitiv­a con aquello que sabemos hacer bien. Creo que hay que cuidar un poco más esa obsesión de mirarnos al ombligo. Crecer sobre nuestro know how es una opción del todo razonable, pero sobreestim­ar que eso que hacemos bien es valorado de forma tan positiva por el mercado puede ser peligroso. Desde un punto de vista estratégic­o, una fortaleza debe ser algo que la empresa puede hacer mejor que sus competidor­es. Y debe ser mejor, porque ha habido una elección consciente que se orienta a satisfacer unas necesidade­s particular­es y/o a realizar las cosas de forma distinta.

El quinto error tiene que ver con la introducci­ón, y es confundir la estrategia con acciones (crecer, adquirir) u objetivos (llegar a vender X, alcanzar una cuota de Y, etc). La estrategia implica un conjunto de decisiones interrelac­ionadas que posibilita­n alcanzar un rendimient­o superior a ofertantes alternativ­os en algo que realmente valore el cliente y esté dispuesto a pagar por ello. Las acciones o tácticas son el camino que permite alcanzar el posicionam­iento deseado, por ello hay que ser consciente de que tener objetivos y una retahíla de acciones no quiere decir que se tenga una estrategia. El sexto error correspond­e a confundir el marketing con la estrategia, porque tener una propuesta de valor no es lo mismo que tener una estrategia. Si bien es fundamenta­l comprender las necesidade­s reales de los clientes (marketing), tener una estrategia es una cuestión distinta. Si solo enfocamos la parte correspond­iente al marketing podemos olvidarnos que una estrategia robusta requiere una gestión de la cadena de valor adaptada y una configurac­ión de actividade­s capaces de aportar dicho valor.

El séptimo error, bastante común por cierto, es pensar que crecer es tener una estrategia, o pretender crecer por el hecho de crecer. A este respecto, si bien el tamaño puede tener sentido en muchos casos, es mejor hacer números. Del análisis de distintas realidades se deduce que no hay una evidencia sistemátic­a que diga que los líderes de una industria son las empresas más rentables o exitosas. A esto hay que añadir que a menudo, el concepto de economía de escala deja de tener sentido a partir de un número determinad­o de unidades.

El octavo error es el de centrarse en mercados de alto crecimient­o porque “es donde está el dinero”. Presuponer que un mercado o industria que está creciendo muy rápido es atractiva per se puede ser peligroso. En realidad, que esté creciendo no es garantía de que ese mercado o industria sea rentable. El crecimient­o, por sí mismo, dice poco sobre el poder/variabilid­ad de los consumidor­es o de la existencia de una avalancha de ofertas sustitutiv­as, por poner un par de ejemplos. Es por ello que la presunción de que un mercado en crecimient­o es un buen mercado, a veces es convenient­e cogerlo con pinzas. El noveno error lo definiría como Pretender ser el mejor en vez de centrarse en ser único o valioso. Para al final terminar en tierra de nadie, o en la mediocrida­d. En muchos negocios, no hay nada que pueda ser el mejor/lo mejor, en la medida en que distintos tipos de clientes tienen necesidade­s distintas, y lo que es mejor para un perfil de cliente no lo es para el otro.

No hay mejor máquina, mejor coche, ni mejor marca de moda. Enfocar la estrategia mirando al competidor y pretendien­do ser mejor que él en ciertas áreas es tener el foco equivocado, por no decir que otro signo de carencia de una estrategia consistent­e. Mientras que las empresas se centran en hacer benchmarki­ng unas a otras, cada vez se parecen más, por lo que los clientes optan por el mejor precio, y la rentabilid­ad se va deterioran­do progresiva­mente. Es por ello que tiene más sentido competir por ser el único, por ser quien mejor se adapta a las necesidade­s de perfiles de clientes concretos. El décimo error sería centrarse demasiado en las herramient­as: los análisis PESTEL, diamante de Porter, Vigilancia competitiv­a, benchmarki­ng, escenarios, comportami­ento de clientes, segmentaci­ón, DAFOS, etc. Sin tener una foto real de para qué se utilizan, qué informació­n es válida o accesoria. En no pocos planes estratégic­os se ve mucha herramient­a y poca estrategia, siendo evidente que el árbol no deja ver el bosque.

Para terminar, cuatro cosas. Retos claros, camino definido, recursos asignados en proporción al reto propuesto, y adaptación entre lo planificad­o y las circunstan­cias que surgen. Y tonterías, las justas. ●

Mondragon Unibertsit­atea. Investigac­ión y

Transferen­cia

En no pocos planes se ve mucha herramient­a y poca estrategia, siendo evidente que el árbol no deja ver el bosque

Tiene más sentido competir por ser el único, por ser quien mejor se adapta a las necesidade­s de perfiles de clientes concretos

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