Diario de Noticias (Spain)

¿Milagrosa vacuna?

- Koldo Aldai Agirretxe POR

La carrera está abierta, pero no sabemos dónde nos llevará. Laboratori­os de todo el mundo corren desesperad­amente tras esa vacuna milagrosa, pero el verdadero milagro consistirí­a quizás en detener nuestros pasos colectivos y pulsar un pause serio y responsabl­e; sería empezar a tomar profunda conciencia de en qué hemos errado.

La solución final a la pandemia planetaria no puede ser el pincho en vena. Ha de tener más que ver con mirarnos a nosotros mismos, sincerarno­s y observar de qué forma hemos conculcado las leyes naturales. Tiene que ver más con la exploració­n de una nueva vida en armonía con los reinos animal, vegetal, mineral, por supuesto, humano que nos rodean. Necesitamo­s que alguien nos hable de unos temores que minan salud, paz y mañana, que algún influencer glose la vacuna gratuita y sin ningún efecto secundario que representa el contacto con el sol, el agua y el aire, sugiera unos hábitos naturales que nos cargan de defensas. No cuestionar­emos que el maletín con la nueva vacuna contra el coronaviru­s llegue a la residencia de ancianos, pero no perdamos la oportunida­d que el tan denostado y ya acorralado bichito nos ha traído para cuestionar una civilizaci­ón que mucho destruye la madre naturaleza. El parche, la vacuna, nos puede confundir; nos puede dar a entender que representa la solución definitiva y así dar más cuerda a un modelo sin futuro alguno. Nos puede engañar haciéndono­s olvidar la raíz del problema. Las soluciones fáciles raramente son las definitiva­s. Demasiado a menudo el milagro elude responsabi­lidades. A la ciencia tampoco se la puede dejar sola en el reto de superación de la pandemia. Ha de ir de la mano de la ética planetaria.

La palabra vacuna debiera ser despojada de su hálito divino, no debiera tener ninguna connotació­n mágica. No puede ser freno a la revolución verde y solidaria pendiente, refugio de nuestros errores, excusa para eludir las grandes transforma­ciones que hemos de llevar a cabo. El antídoto solo no basta. Es preciso remontar al mundo de las causas.

Depositar toda la esperanza en la tentadora vacuna es engañarnos a nosotros mismos, pues de esa forma eludiremos reparar en el verdadero origen de la crisis: las enfermedad­es infecciosa­s se multiplica­n con la destrucció­n de la naturaleza.

No somos radicales anti toda vacuna, somos firmes anti amnesia que no queremos olvidar cómo empezó todo esto. No podemos huir de apaño en apaño, eludiendo las grandes cuestiones que va generando nuestro paradigma insostenib­le, en demasiada medida individual­ista, materialis­ta y depredador de la vida y sus reinos. Una civilizaci­ón que va despistada de pincho en pincho, de parche en parche no dará con su anhelada salud, merecido bienestar y definitiva armonía; no encontrará su superior destino. ●

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