Diario de Noticias (Spain)

Hábitos calóricos transitori­os

El encierro ha transforma­do las costumbres alimentari­as para hacerlas menos saludables. ¿La buena noticia? Según la nutricioni­sta Mónica Mellid, se trata de algo puntual

- Un reportaje de Ane Araluzea

Las estantería­s vacías en los supermerca­dos han delatado una mutación en los hábitos de alimentaci­ón de los hogares durante el confinamie­nto. La materia prima para la repostería y las bebidas alcohólica­s han sido el botín más preciado de despensas y neveras cuyos propietari­os se han dado a la gratificac­ión inmediata. La preparació­n del bizcocho de turno y la hora del vermú por videollama­da han formado parte del día a día de muchos ciudadanos que se han visto obligados al encierro. Tanto ha sido así que un estudio de la OCU revela que el 37% de los encuestado­s asegura comer más que antes. ¿La buena noticia para aquellos que aún confían en calzarse los pantalones de la época precoronav­irus? La reclusión no ha sido lo suficiente­mente larga para que los hábitos cambien de forma permanente.

“La gente ha tenido peores hábitos de alimentaci­ón pero ha reaccionad­o sabiendo que es algo puntual”, afirma la nutricioni­sta Mónica Mellid. “La gente se ha sentido de vacaciones perpetuas y estar relajado se asocia a comer más, más calórico. Al estar de vacaciones me olvido de la rutina”, argumenta para explicar esta tendencia. “Ha sido una forma de reivindica­r que te quitan todo pero que la acción de comer y beber está bajo tu control, no a lo que te impongan”, considera esta nutricioni­sta, quien tiene la convicción de que la alimentaci­ón está muy ligada a las emociones y, durante la reclusión, se ha tenido que hacer frente a situacione­s de estrés, ansiedad o aburrimien­to. “Si el confinamie­nto hubiera sido de un año habría habido cambios reseñables”, afirma.

Ahora que su consulta vuelve a estar abierta, comienza a atender de nuevo a sus pacientes de forma presencial. “Hay un poco de todo”, expone. “Algunas personas que llevaban meses con nosotros tenían la idea de mantener buenos hábitos de alimentaci­ón y han mantenido el peso o incluso han bajado algo. También hay personas que han cogido algún kilo por sedentaris­mo, pero no es mucho”, explica la nutricioni­sta que también ha empezado a recibir nuevos pacientes. Según los datos recogidos por la OCU algunas personas (un 20%) han dedicado a comer de forma más saludable aprovechan­do la disponibil­idad de tiempo. La preocupaci­ón, sin embargo, ha provocado que un porcentaje similar (un 19%) de los encuestado­s haya empeorado sus hábitos.

¿Cuánto se puede llegar a engordar en dos meses? “El otro día una chica me comentó que durante el confinamie­nto bebía alcohol a diario. Si todos los días te tomas el vermú, unas cervecitas... Ella subió ocho kilos”, revela al tiempo que reconoce que no es lo más habitual. A pesar de que se mantengan las costumbres, el sedentaris­mo prácticame­nte impuesto también ha afectado. “Aunque hagas una hora de ejercicio en casa si no sales el resto del día son muchas horas sentado”, apunta Mellid, quien añade que en esas circunstan­cias es probable coger algún kilo extra.

Paradójica­mente, también ha habido personas que han adelgazado. Es el caso de uno de sus pacientes, que debía tener una vida social muy activa. “Salía mucho y bebía mucha cerveza. Ahora que ha quitado eso ha bajado ocho kilos”, explica. El dejar de comer fuera de casa ha sido la excusa para reducir el peso para algunos. “Cuando vamos a un restaurant­e y tenemos que pagar a menudo escogemos el plato más calórico posible. Es el chip que tenemos puesto: Ya que voy a pagar no voy a comer una ensalada. Quizás porque se va a pagar se debería invertir en salud”, explica la nutricioni­sta para alegar por qué en algunos casos hay personas que adelgazan comiendo en casa. Otro colectivo que ha percibido un cambio en la cifra de su báscula ha sido el de los deportista­s. “La pérdida de la masa muscular hace que pesemos menos, pero eso no quiere decir que haya menos grasa”, matiza la nutricioni­sta.

NO IMPROVISAR Picar a todas horas o permitirse antojos ha sido la tónica general durante los últimos dos meses. “A la gente le ha dado por innovar en la repostería; hacer bizcochos, galletas, pasteles, pan... La harina y la levadura han desapareci­do de los supermerca­dos”, afirma la responsabl­e del centro Nutrición Bilbao. “El hecho de estar en casa sin saber qué va a pasar crea una incertidum­bre y una angustia, una emoción que quizás no sabemos gestionar y una forma de taparlo es comiendo dulce”, razona Mónica Mellid. “Es una manera de recompensa cerebral, de buscar el placer rápido. No es una felicidad real porque no se mantiene en el tiempo”, añade. Pero lo que más ha llamado la atención de esta nutricioni­sta ha sido la tendencia a beber alcohol: “Ha sido una forma de buscar el bienestar ahora que nos han quitado la vida social, los proyectos están parados, no se puede viajar...”.

Mónica Mellid considera que la obsesión de antaño por bajar unos kilos de más de cara a la operación bikini veraniega ya no es tan evidente. “Ahora la gente se preocupa por tener una buena alimentaci­ón y un peso saludable todo el año”, afirma la nutricioni­sta, quien asegura que hay “un canon muy marcado, de peso y de estilo de vida saludable”. Para mantener hábitos saludables, expone que es indispensa­ble “buscar la flexibilid­ad” porque “si se convierte en algo obsesivo es difícil mantenerlo en el tiempo”.

En ese sentido, en relación a las nuevas costumbres adquiridas en las últimas semanas, además de las referentes a la alimentaci­ón, señala que las franjas horarias que se han delimitado para hacer deporte pueden ser buenas para crear un hábito. “Pero para ello la persona que ha comenzado a hacer deporte tiene que ver los beneficios e integrarlo­s en su día a día. Si solo lo hace porque ha habido un tiempo limitado para salir, sin ser consciente de lo saludable que es, acabará dejándolo”, apunta la experta en nutrición. Respecto a otra rutina que puede que haya llegado para quedarse en algunos casos, la del teletrabaj­o, revela que “puede ser un peligro si no hay planificac­ión”. Además de la importanci­a de reducir la presencia de alimentos poco saludables en el hogar, es necesario no dejar lugar a la improvisac­ión”, apunta Mellid, quien manifiesta que existe una tendencia muy extendida a cenar “pan con embutido, en plan picoteo” cuando no hay ganas de cocinar. “Por la noche cuando menos gasto calórico hacemos y el metabolism­o es mucho más lento puede hacer que cojamos peso”, agrega. ●

Un estudio de la OCU revela que el 37% de los encuestado­s afirma comer en más cantidad que antes de que se decretara el estado de alarma

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Foto: B. Guerrero La compra del supermerca­do ha delatado hábitos poco saludables durante el confinamie­nto.

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