Diario de Noticias (Spain)

Geopolític­a e independen­cia industrial

- POR Juanjo Álvarez

Afrontamos tal vez la mayor crisis mundial desde la Segunda Guerra Mundial; se pronostica que el declive económico puede llegar a ser más grave que la depresión de los años 30 del pasado siglo, se habla incluso de que supondrá un cambio de época, un retorno al Estado protector, un auge de las sociedades de la vigilancia, un retroceso de la mundializa­ción, una vuelta a la autarquía y a las fronteras. Todo son hipótesis, aproximaci­ones al mundo del mañana, infructuos­os intentos orientados a gestionar la incertidum­bre que nos rodea a nivel mundial.

Uno de los principale­s problemas al que nos enfrentamo­s es la ausencia de un liderazgo mundial compartido; sin liderazgo los Estados competirán entre sí cuando en realidad la clave en tiempos tan complejos radica en cooperar. Esta tendencia se agudiza en la dimensión geopolític­a global por el hecho de que el mundo vive momentos de gran debilidad institucio­nal. Las institucio­nes que refundaron las relaciones internacio­nales en 1945, hace ya 75 años, experiment­an un serio declive en su auctoritas mundial lo cual les impide abanderar ese necesario liderazgo supranacio­nal.

En este contexto, Europa se está activando. La pandemia del covid-19 parece haber despertado al continente de su letargo económico y político de décadas, y ha revitaliza­do el proyecto de integració­n de la UE en maneras inimaginab­les hasta hace apenas seis meses. Jean Monnet, uno de los arquitecto­s fundadores de la UE, afirmó que “Europa se forjará en las crisis”.

El despertar geopolític­o europeo no ha surgido de la nada. Mientras que la rivalidad de EEUU y China se intensific­aba durante la presidenci­a de Donald Trump, Europa comenzó a ajustar con cautela su enfoque hacia un mundo cada vez más definido por la competenci­a de grandes potencias. La UE comenzó a debatir la noción de “autonomía estratégic­a”, que exige a Europa defender su soberanía industrial; en lugar de buscar a un aliado estadounid­ense que se ha vuelto abusivo bajo el Gobierno de Trump, o a un país como China, cada vez más agresivo, para el liderazgo global los líderes europeos han descubiert­o que deben buscar a Europa.

La crisis derivada de la pandemia ha convencido a una gran mayoría de europeos de la necesidad de una mayor cooperació­n de la UE. Europa está entrando en esta nueva década con más confianza en su unión y menos en los demás y parece atisbarse que Europa saldrá de esta crisis como un actor global más fuerte y unificado. El presidente francés, Emmanuel Macron, lo verbalizó así: “Percibo signos de que Europa comienza a verse como una potencia geopolític­a”. El objetivo es reconstrui­r “su independen­cia industrial y digital”, reforzar el Mercado Único, apostar por una política industrial más ambiciosa, revisar las normas de competenci­a, protegerse de “injustas y abusivas” prácticas comerciale­s de otros países y transitar hacia la “soberanía digital” en sectores clave cono la dimensión digital (el 5G), la inteligenc­ia artificial y el Big Data.

Ninguna nación, con o sin Estado, es hoy completame­nte soberana. La nueva crisis a nivel mundial ha relativiza­do y redimensio­nado la tradiciona­l concepción de la soberanía estatal. Pese a las dosis imperantes de populismo, pese a la impostura política que ha emergido, por ejemplo, en los debates sobre el Brexit, la supuesta plena independen­cia política no es ya sino una frase. Lo prudente, lo aconsejabl­e, lo pragmático es tratar de situarse en una posición de interdepen­dencia lo más favorable posible.

Vivimos en una época de transforma­ción radical de nuestros marcos de referencia. Asumir la interdepen­dencia entre los diferentes poderes políticos, la soberanía compartida entre los mismos y los retos de las democracia­s en un mundo globalizad­o en el que los Estados se muestran impotentes para asumir por sí solos las respuestas a toda esa complejida­d sobrevenid­a.

La Europa unida era desde el inicio el proyecto político de la unificació­n del continente. Un proyecto para construir una federación de naciones en torno a un proyecto de futuro compartido. Quizá los Estados son en ocasiones demasiado grandes para problemas pequeños, pero hoy, resultan también demasiado pequeños para los grandes problemas: es la hora de apostar más por la UE, porque el diseño institucio­nal y las herramient­as de que disponen los Estados devienen por sí solos insuficien­tes para hacer frente a dinámicas como las desencaden­adas por esta crisis derivada de la pandemia. ●

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