Diario de Noticias (Spain)

El ventilador del PP

Cuando la necesidad de ocultar los errores en la gestión propia lleva a tratar de distraer la atención de la opinión pública con falsedades, el populismo triunfa y la democracia pierde

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La nefasta gestión política que se está realizando en el Estado en relación a la pandemia de covid-19 tiene, en primer lugar, un impacto evidente sobre la calidad de vida de las personas. Pero tiene, además, un efecto secundario que no debería ser minimizado y que afecta a la credibilid­ad de los partidos, a la de su voluntad de servicio a la ciudadanía por encima de los intereses particular­es y, lo que es tanto o más grave, a la calidad de los principios que rigen la democracia y el uso que hacen de ella. El marco legal que define el estado de derecho democrátic­o que rige la actividad política en el Estado español encomienda a los partidos políticos la labor de representa­r a la ciudadanía y trasladar su voluntad tanto al ejercicio del gobierno como al control del mismo por la oposición. Ambas encomienda­s exigen de los liderazgos políticos la lealtad al modelo de democracia representa­tiva. El deterioro de esa lealtad es un riesgo tangible a tenor de las actitudes mantenidas en el discurso político. La tentación populista de utilizar el estado de opinión en interés propio se está imponiendo gravemente. El pulso político en torno a la situación de la pandemia en la comunidad de Madrid solo es un episodio más en el que la falsedad y manipulaci­ón de los hechos han sustituido a la eficiencia. Se dedica más tiempo a justificar los fracasos propio en la responsabi­lidad ajena que en asumir las funciones que correspond­en al ejercicio del poder delegado por la ciudadanía para garantizar su seguridad, su salud, su libertad y el resto de derechos amenazados. Bajo el pulso entre el gobierno de Ayuso y el de Sánchez late un fracaso en la gestión de la seguridad ciudadana y en la suficienci­a de las estructura­s sanitarias. Un fracaso que se disfraza, se entierra y se esparce para minimizarl­o. Pablo Casado trata de tapar una mortalidad sin equivalent­e en el resto del Estado en un mero ejercicio de retórica. Señala a Navarra y a la CAV eludiendo en el primer caso el esfuerzo de su administra­ción en la realizació­n de pruebas, rastreos y controles, y mintiendo directamen­te en los datos difundidos hasta provocar una reacción de justa indignació­n. Con la connivenci­a y el silencio cómplice de su sucursal vasca, laminada hasta reducirse a mero sostén de estrategia­s populistas que deterioran la democracia. ●

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