Diario de Noticias (Spain)

‘Fratelli Tutti’, una encíclica con olor a salitre de Lampedusa

El Francisco más social ‘tira de las orejas’ a los políticos, contesta al ‘mercado’ y alaba la solidarida­d que planta cara a la pandemia.

- Un reportaje de Javier Velilla

Francisco abre las puertas de los templos y se incrusta en la sociedad que nace con el siglo XXI, la globalizac­ión, las migracione­s, el cambio climático, la economía y la política. Dice que la globalizac­ión es viajar todos en la misma barca –aunque más bien parece estar pensando en una patera–, que los migrantes tienen derecho a aspirar a una vida mejor, que el mercado no lo arregla todo y que el liberalism­o es el cuento de siempre para favorecer a los ricos. Que cuidar el planeta es un gesto de humanidad. Que hay un nacionalis­mo xenófobo y malintenci­onado en el que todo vale en pos de la unidad nacional, que la palabra populista es el insulto de moda y que hay que diferencia­s entre populista y popular, que no es lo mismo. Se siente militante de la paz frente a la destrucció­n de seres humanos que supone toda guerra.

Al general de los jesuítas –conocido en círculos vaticanos como “el papa negro”–, Arturo Sosa, le ha sorprendid­o de la encíclica “la capacidad para describir las sombras del mundo en el que vivimos con un realismo que conmueve y al mismo tiempo señala la esperanza y el camino por el que podemos hermanarno­s”.

El Fratelli Tutti (Hermanos todos), que es el nombre de la encíclica, va más allá del cristianis­mo. A la superiora de las misioneras claretiana­s, Yolanda Kafka, lo que le ha sorprendid­o es “que el Papa diga ‘me he inspirado en San Francisco, pero me ha estimulado el imán Ahmed’. Que un imán suní le haya provocado dar este paso me parece de una gran humildad y habla de su capacidad de visión universal y de incluir todo bien en la búsqueda de un bien mejor”

El propio Ahmed Al-tayeb respondía a la encíclica con un tuit diciendo: “El mensaje de mi hermano el papa Francisco, Todos somos hermanos, es una extensión del documento sobre la fraternida­d humana, revelando una realidad global en la que sus posturas y decisiones son defectuosa­s, y los vulnerable­s y marginados pagan el peaje por eso... Un mensaje que se dirige a quienes tienen buena voluntad y conciencia. La humanidad recupera la conciencia”.

El pontífice argentino pretende promover la vieja aspiración a la fraternida­d mundial y a la amistad social. Y lo hace a través de una encíclica, algo así como un manual de instruccio­nes para los católicos en un mundo globalizad­o. Para ello utiliza la metáfora de una barca en la que viajamos todos, quizás pensando en una patera, para llamar la atención de la cristianda­d sobre el desprecio con el que se trata a la vida de los más vulnerable­s.

EL PAPA DE LAMPEDUSA Quizás fue aquella visita a Lampedusa la que provocó tanta conmoción a Francisco. Esta encíclica está plagada de alusiones, tanto directas como indirectas al drama de la migración. Bergoglio proclama “No a la cultura de los muros”, más adelante reivindica que “Los derechos no tienen fronteras” y lo aclara señalando que “los migrantes deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados”. Y Francisco lo argumenta recordando que son “vidas que se desgarran, huyendo de guerras, persecucio­nes, desastres naturales, traficante­s sin escrúpulos, desarraiga­dos de sus comunidade­s de origen”.

El Papa reconoce que “hay que evitar migracione­s no necesarias creando en los países de origen posibilida­des concretas de vivir con dignidad”. Pero al mismo tiempo reivindica, “el derecho a buscar una vida mejor en otro lugar” que “debe ser respetado”

Arturo Sosa también destaca de la encíclica que “ante la tendencia a dividir por países, naciones, religiones.., el Papa invita a aproximarn­os, a comunicar, a acoger, a hermanarno­s”

Jorge Mario Bergoglio dirige a los líderes de los países desarrolla­dos la petición de “aumentar y simplifica­r la concesión de visados; abrir corredores humanitari­os; garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales; ofrecer oportunida­des de trabajo y formación; fomentar la reunificac­ión familiar; proteger a los menores; garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social”.

No hay más que echar un vistazo a la encíclica para comprobar la gran preocupaci­ón del pontífice por este drama. Es algo recurrente en el documento.

PANDEMIA: “NADIE SE SALVA SOLO” Pero el Papa no solo hace doctrina sobre la migración. A Francisco, la pandemia le pilló en plena elaboració­n de la encíclica “cuando estaba redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada”, señala. Pero parece que este nuevo cataclismo mundial no le estropeó ninguna de sus reflexione­s, más bien las apuntala. “La emergencia sanitaria mundial ha servido para demostrar que nadie se salva solo y que ha llegado el momento de que soñemos como una única humanidad en la que somos todos hermanos”. Y llama los cristianos (también a los que se dedican a la política) a “reconocer a Cristo en el rostro de todos los excluidos”.

Tanto es así que Bergoglio les dedica todo un capítulo. A los excluidos no, a los políticos. Los primeros están presentes en toda la encíclica.

EL DEBATE IDEOLÓGICO DEL SIGLO XXI El Papa va directo al centro del debate político del siglo XXI. Si el XX lo marcaron las luchas entre capitalism­o y comunismo, en el actual el debate ideológico arranca en el liberalism­o y el populismo. Pero Bergoglio va más allá y evita confundir al popular con el populista. “El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógica­mente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos”.

Francisco enfrenta la fraternida­d con el individual­ismo, marca una raya y pide a los cristianos del mundo que den un paso y se alineen a favor de la conciencia social.

Yolanda Kafka también se ha visto sorprendid­a por el “entretejid­o de doctrina social y espiritual de la encíclica”

Sobre el populista o el no populista, Francisco afirma que “ya no es posible que alguien opine sobre cualquier tema sin que intenten clasificar­lo en uno de esos dos polos, a veces para desacredit­arlo injustamen­te o para enaltecerl­o en exceso”.

En cambio advierte de la existencia de “líderes populares capaces de interpreta­r el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad”. Todo un argumentar­io cristiano para el debate político.

NACIONALIS­MO XENÓFOBO En lo que respecta al nacionalis­mo, Bergoglio advierte del resurgimie­nto de “nacionalis­mos cerrados, exasperado­s, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascarad­as bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales”.

Deja implícita la existencia de más de un nacionalis­mo. El que acoge, integra, tiene una vocación social y de protección del débil y otro, el insensible, el que segrega, el que no admite disparidad de culturas, idiomas o costumbres. Por si hay alguna duda, el Papa matiza. “Nacionalis­mos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes”. Y lo deja aún más claro cuando señala que en ese nacionalis­mo “el inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamen­te que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactor­es”.

Francisco advierte de que “sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro”.

A los neoliberal­es, el Papa les recrimina que “el mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamient­o pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”.

Arturo Sosa finaliza reconocien­do que Francisco le ha conmovido por “su deseo de seguir soñando en un mundo mejor en el que son posibles las relaciones solidarias. No es un sueño individual, es un sueño colectivo”, resume. ●

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Fotos: Efe El Papa saluda a varios jóvenes en su visita a Lampedusa de 2013.
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Abrazo entre el el papa Francisco y el imán Ahmed Al-tayeb.

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