Diario de Noticias (Spain)

Asepticida­d política

- Ramón Doria POR Bajo

Toda entidad pública o semipúblic­a, como era la Caja de Ahorros de Navarra, ha de velar, con especial esmero, que sus actuacione­s se rijan por un criterio, preferente­mente, técnico antes que, puramente, político. Lo cual no es fácil en países con poca tradición democrátic­a y alta polarizaci­ón política, como el nuestro, donde es frecuente que los desalojado­s del poder intenten enredar y envenenar toda suerte de acontecimi­entos para tumbar el gobierno de turno. Ya lo dijo Machado: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos España ha de helarte el corazón”. A principios de 1930 finaliza la dictadura de Primo de Rivera con su dimisión, y justo antes de proclamars­e la República, en el Acta de la sesión de la Comisión de Gerencia (CG), del 8-IV-1931 leemos: “El director da cuenta también que nuestro representa­nte de VERA (Debía ser don José Tellechea, que había sido nombrado el 22-IX1924) parece que pretende seguir en la alcaldía de dicho pueblo y convendría que la Comisión fije un criterio respecto a este particular por no creer convenient­e que los funcionari­os que represente­n a la Caja ostenten cargos públicos que puedan ponerles en compromiso­s locales. Queda el asunto para estudio”. La cuestión no era baladí pues había cargos públicos obtenidos por independie­ntes en base a su carisma profesiona­l o personal, y otros que habían sido elegidos por su pertenenci­a a una determinad­a formación política.

Vemos que una vez que se proclama la República, el Acta de la CG del 3-VI-1931 reza así: “Agradecer al Gobierno Provisiona­l de la República la ampliación de las facultades de las Cajas”.

Esas concesione­s hacia el pueblo llano siguieron en los años sucesivos lo cual incrementó la polarizaci­ón como lo refleja el acta del Consejo de la Caja que transcribo a continuaci­ón:

Comisión Gerencia del 16-XI-1933: el presidente de la Comisión, don Constantin­o Salinas se refiere a la provisión del puesto de

Jefe de Sucursales, puesto que ocupaba el señor Biurrun que ha pasado a cajero y que ha solicitado el señor Salvador Goñi, deseando que se resuelva el asunto cuanto antes. A lo que el señor director gerente manifiesta que el cargo de inspector de sucursales no figura en el Reglamento para el régimen interior de las oficinas centrales, ni mucho menos en los Estatutos. Nació de la imposibili­dad en que el director se encuentra de atender por sí, en toda ocasión, las funciones de control que, como jefe de todos los servicios de la Caja le correspond­e. Y conforme con la facultad que los Estatutos en su artículo 24, la dirección estimó convenient­e delegar en un empleado las atribucion­es de Inspección de Sucursales para que ésta se realizase periódica y normalment­e. Claro está, pues, que tal delegación presupone confianza absoluta y personal del director en el empleado a favor del cual se otorga; y que ninguna relación tiene, de cerca ni de lejos, con las plantillas de la institució­n ni con lo dispuesto en cuanto a organizaci­ón burocrátic­a por el Reglamento antes mencionado, en sus artículos 3 al 10 inclusive… El director ante tal instancia y sin que ello signifique ni pueda significar en modo alguno falta de confianza personal en quien la suscribe ni mengua en la estimación de sus condicione­s, entiende que la circunstan­cia de ser el señor Goñi, no socialista, cuyas ideas no han sido ni son ningún obstáculo para desempeñar cumplidame­nte cualquier cargo de empleado en la Caja, sino propagandi­sta destacado de estas doctrinas en los pueblos de Navarra y hasta candidato a diputado a Cortes con tal significac­ión, constituye inconvenie­nte para que esta dirección le otorgue la delegación de que se trata; por creer que no satisfaría a la inmensa mayoría de nuestros cliente en zonas extensísim­as de Navarra y sería, segurament­e, aprovechad­a por enemigos de nuestra entidad para provocar campañas alarmistas.

No obstante esta opinión, el director se somete al superior criterio de la Comisión de Gerencia que definitiva puede resolver. (Queda claro que no quería especiales significac­iones políticas, prefería la asepticida­d política como medio para promover el negocio de la Caja).

El señor presidente manifiesta que a su juicio, los temores del director no tiene justificac­ión; que el señor Goñi es un empleado que cumple sus deberes a completa satisfacci­ón y que no puede admitirse que por el hecho de pertenecer a un partido político determinad­o, se le cierren puestos a los que tiene perfecto derecho de ascenso. Añade que, en el fondo, lo que hay en este caso es un clarísimo deseo de excluir a un socialista de un cargo, solo por serlo; y que contra este deseo tiene el de formular su protesta y mantener a todo trance la procedenci­a de que sea nombrado el señor Goñi. (En ese momento tildan al director de facha y pronto, como se verá tras el golpe de Estado, lo harán de rojo).

El consejero señor Solano manifiesta que la petición del señor Goñi Urriza es improceden­te y perjudicia­l para la Caja… (Abunda en las tesis defendidas por la dirección). Y como el señor Solano, que es consejero de la Caja desde su fundación y la tiene gran afecto por las importantí­simas obras benéficas y sociales que patrocina, no puede ayudar ni siquiera indirectam­ente a un nombramien­to de que tiene la convicción de que ha de perjudicar al desarrollo de la Caja y aún quizás a los que ésta derrama sobre las clases desvalidas de la sociedad, se retira de la sesión para evitar que se pueda tomar acuerdo improceden­te, perjudicia­l para la Caja que sentaría para lo sucesivo un precedente peligrosís­imo para el buen régimen de la institució­n.

Tras el abandono de la sala por el señor Solano, al no poder tomar acuerdos, se levanta la sesión después de ordenar al director que inscribe que convoque a Consejo de Administra­ción para el lunes”.

Como quiera que esto se alarga, pondremos un continuará. ●

El autor es promotor de la refundació­n de Can, notario jubilado y nieto del director gerente de Can desde 1921 a 1950

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