Diario de Noticias (Spain)

Desechable

- POR Javier Armentia

Mi vida pertenece a la Era de los Plásticos. Ya en las fotos de bebé aparezco bañándome en una palangana que sería posiblemen­te de polipropil­eno. A comienzos de los 60 comenzaban a aparecer los primeros objetos de polímeros plásticos, una verdadera revolución en el consumo doméstico, aunque todavía esos plásticos estaban pensados para durar. Por esa palangana pasamos cuatro hermanos y de todo en la cocina durante más de 10 años. Eran tiempos de envases retornable­s, de ir a la tienda con los cascos de las botellas, de llevar la bolsa para el pan, de pocos envoltorio­s más allá de papel encerado para la carne o el pescado. Pero un día ya no había que guardar cascos: se podían tirar directamen­te a la basura. Todo comenzó a venderse envuelto en plásticos, gasoflanad­o de mil maneras. Lo desechable nos permitía disponer de lo mismo, generando mucha basura, aunque hasta muchos decenios después nadie pensó en que deberíamos reducirla o reciclarla de alguna manera.

Si lo pensamos, lo de esta época desechable tiene mucha metáfora porque, al fin y al cabo, guardar los envases para reutilizar­los no era mala opción hace medio siglo, pero no convenía a ese proceso altamente extractivo que nos llenó de cosas desechable­s la vida y movió una economía boyante (más para los de siempre, entiéndase­me). Mientras tanto, se cargaba a lo público el coste añadido de gestionar los residuos. Así seguimos, intentando con dificultad minimizar las consecuenc­ias ambientale­s desoladora­s. Tengo para mi que no se puede conseguir sin cambios radicales. ¿A que todo el mundo sabe que las toallitas húmedas desechable­s no son tan desechable­s como para no colapsar tuberías y desagues? Vale, y ahí siguen en el mercado. Esa desidia de una sociedad tan desechable que no nos atrevemos a desprender­nos ni de las malas costumbres del consumismo. ●

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