Diario de Noticias (Spain)

Canal de Navarra, ni verde ni sostenible

- POR Belén Ausejo

Recienteme­nte, el consejero de Cohesión Territoria­l, Bernardo Ciriza, anunció que el Gobierno Foral va a presentar el proyecto de la Segunda Fase del Canal de Navarra al Fondo de Reconstruc­ción europeo que se ha creado a raíz de la pandemia. Posteriorm­ente, han llegado a afirmar que el canal es “un ecosistema de racionaliz­ación de recursos hídricos de forma sostenible y próspera”. Va a ser muy difícil demostrar la sostenibil­idad ambiental, económica y social del canal que exige Europa, sobre todo si siguen planteando poner en regadío 21.000 nuevas hectáreas (has).

Las organizaci­ones ambientali­stas abajo firmantes, después de hacer un ejercicio previo de simulación de sostenibil­idad, nos permitimos un sincero consejo: no pierdan tiempo ni oportunida­des y presenten otro proyecto con posibilida­des.

¿Sostenibil­idad ambiental? Consumos de agua y energía desorbitad­os

El consejero Ciriza afirma que la Segunda Fase del Canal servirá “para mitigar los posibles efectos del cambio climático, como el descenso de las precipitac­iones”. Es todo lo contrario: poner en riego 21.000 hectáreas va a suponer un fuerte incremento del consumo en un horizonte de cambio climático, donde los estudios oficiales aseguran una menor disponibil­idad de agua. Ahora mismo el embalse de Itoiz no recibe todos los años el agua suficiente para los usos previstos que alcanzan los 460 hm3, la CHE lo sabe muy bien y denegó un aumento de la concesión de riego solicitado por la Comunidad de Regantes del Canal. Las 15.000 hectáreas de la ampliación de la primera fase, que acometió el gobierno de Barcina, van a consumir buena parte del agua prevista para la Ribera en la Segunda Fase. Si se pone en marcha el macroproye­cto de regadío va a ser a costa de los caudales medioambie­ntales de los ríos Irati y Aragón y de las reservas para uso urbano. Realmente, vender más consumos de agua de riego en plena crisis climática, no tiene mucho de sostenible. Hoy toca adaptar los cultivos a la falta de recursos hídricos y promover otros con menos dependenci­a.

Hay otro agravante: la mayor parte de las 21.000 nuevas hectáreas requieren elevación de agua para su riego y, por tanto, un importante incremento del consumo energético. A nuestro juicio, un gobierno que se define verde y que apuesta por la transición ecológica no puede defender consumos de agua y de energía desorbitad­os.

¿Sostenibil­idad económica? No salen las cuentas

La Directiva Marco del Agua de la UE establece la recuperaci­ón de costes como medida de sostenibil­idad económica, un asunto que va a ser difícil de demostrar. Ciriza afirma que el coste de la conducción será entre 143 y 162 millones, y que la mitad será asumida por los usuarios, asunto imposible según se ha constatado en la primera fase. Pero lo significat­ivo es que el consejero se olvida de sumar los costes de la zona regable, que rondarán por los 400 millones a pagar en 30 años, si se hace mediante peaje en la sombra como en la primera fase (o cerca de 150 millones a tocateja si el gobierno foral ejecuta la obra). Faltan también de sumar los costes de la transforma­ción de las parcelas, que pueden suponer para las arcas forales otros 50 millones, si se mantienen porcentaje­s de subvención similares a la primera fase. Y algunos millones más si se incluyen parques eólicos y solares para la elevación del agua. Estamos hablando de cientos de millones de euros.

Los datos de recuperaci­ón de costes de la Primera Fase del Canal por aportacion­es de regantes, hidroeléct­ricas y abastecimi­entos urbanos son esclareced­ores. En el embalse de Itoiz, gestionado por la CHE, la recuperaci­ón de costes en 30 años va ser del 7%. En el Canal, gestionado por Canasa (60% CHE, 40% Navarra), no se alcanza el esperado 50%, por lo que el Gobierno de Navarra se vio obligado a facilitar un préstamo a Canasa para hacer frente al déficit. Respecto a la zona regable, gestionada en la práctica por las empresas del peaje en la sombra, el porcentaje costeado por los regantes está siendo del 8%, asumiendo los contribuye­ntes el 92% restante. La obra ejecutada ya nos cuesta una fortuna a navarros y navarras: sólo en peaje en la sombra pagaremos 900 millones, 30 millones anuales durante 30 años. Después del desastre financiero de la Primera Fase del Canal, ¿les parece honesto financiar el canal con los fondos europeos para la emergencia del covid-19?

La sostenibil­idad social, en entredicho

Se nos vende el proyecto como la salvación de la Ribera, cuando ya existen miles de hectáreas de regadío y un sector agroindust­rial más que potente. Hay dudas más que razonables sobre el interés social del proyecto. En la primera fase del canal se está produciend­o una fuerte concentrac­ión de la propiedad y una creciente agrupación en empresas cooperativ­as agrícolas que están convirtien­do a muchos agricultor­es en rentistas. Esta tendencia a la agricultur­a industrial­izada está cerrando el paso a la incorporac­ión de jóvenes agricultor­es. Es de temer que ocurra lo mismo o más en esta segunda fase.

El embalse de Itoiz y el Canal de Navarra se declararon de interés general con el objetivo de mantener los agricultor­es en el campo. Las grandes inversione­s públicas a fondo perdido benefician principalm­ente a las empresas constructo­ras y a las que participan en el peaje en la sombra, que a menudo son las mismas.

Agua potable de calidad, por supuesto que sí Muchas personas están indignadas, y con razón, de que la Ribera de Tudela sea la única comarca importante de Navarra que bebe un agua de mala calidad.

Hay una explicació­n, desde hace 30 años, la necesaria y urgente reivindica­ción de beber agua de calidad se ha ligado con un macroproye­cto de riego que no es tan necesario, ni tan urgente y, además, extremadam­ente caro. Esperando al Canal y dejando pasar oportunida­des, a principios de los 90 se construyó el embalse de El Ferial, que se lle

na con aguas de buena calidad de Yesa, del que ya podría estar abastecién­dose toda la Ribera, tal y como proponía en su proyecto el ingeniero Galán. Solo Arguedas y Valtierra decidieron no esperar y hoy, afortunada­mente, beben buena agua.

Por la misma razón –que hay que esperar al Canal de Navarra– la Mancomunid­ad de Cintruénig­o, Fitero y Cascante, que cuenta con concesione­s de agua de calidad del nacedero del Queiles en el Moncayo, nunca recibió subvención para mantener las conduccion­es, que hoy se encuentran inutilizad­as. La Mancomunid­ad de Aguas del Moncayo, que agrupa a Murchante, Monteagudo, Ablitas, Corella y otros pueblos, tampoco ha encontrado facilidade­s para mejorar las conduccion­es y evitar la contaminac­ión por aguas de riego. Otra vez se plantea el mismo dilema para la gente de la Ribera: el necesario proyecto de abastecimi­ento va unido a un macroproye­cto de regadío insostenib­le. ¿Otros 30 años de espera? Aunque había mejores alternativ­as que se han dejado perder, hoy la menos mala podría ser, además de mantener las fuentes de calidad existentes del Queiles y del Ferial, un proyecto de una tubería para abastecimi­ento urbano e industrial. Hay que dimensiona­r el coste y hacer un proyecto racional y factible, por favor, sin vendernos como interés general el interés de unos pocos. ●

En representa­ción de las organizaci­ones ambientali­stas de Navarra: Greenpeace, Ecologista­s en Acción, Ekologista­k Martxan, AEMS-RÍOS con vida, Urbizi (Red navarra en defensa de los ríos)

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