Diario de Noticias (Spain)

Covid-19 y residencia­s de mayores

- Javier Bezunartea POR

Puede parecer extemporán­eo abogar, en pleno crecimient­o de la pandemia, por reducir medidas restrictiv­as de la movilidad de ciertos colectivos. Pero lo hago plenamente convencido de lo procedente de mi propósito. Me refiero al confinamie­nto general de los asilados en las residencia­s para mayores. Lejos de mi intención cualquier intento de hacer política a costa de la pandemia. Me parece algo de lo más mezquino. Sólo me mueve el deseo de aliviar la terrible situación de muchos residentes de geriátrico­s, y más concretame­nte de un familiar cercano inquilino de la Casa de Misericord­ia de Pamplona. Creo que se está actuando bajo el influjo del miedo y no de la razón. El miedo suele obnubilar la razón, y lleva frecuentem­ente a decisiones erróneas.

He escuchado con profusión estos días las declaracio­nes de responsabl­es de la medida con el supremo argumento de que el mayor ataque de la pandemia a los centros geriátrico­s coincidió con el aumento de visitas a los residentes. Bien, supriman o limiten las visitas; pero no las salidas, porque no es lo mismo. Uno que entra puede transmitir el virus a todas las zonas del edificio por las que circule. El que sale solo puede, quizás, infectarse él, y luego, según las condicione­s de vida del centro, transmitir­lo a otros.

Y si el que sale ha desarrolla­do inmunidad por haber sufrido la enfermedad, como ocurre con una gran cantidad de los residentes de la Misericord­ia, ¿que probabilid­ad tiene de contagiars­e en sus visitas al exterior?

Cierto que hay mucho desconocim­iento sobre el comportami­ento del virus, de la duración de la inmunidad y de otros aspectos; pero no es menos cierto que se tienen datos que muestran que los casos de reinfectac­ión son extraordin­ariamente raros, y respecto a la duración de la inmunidad, para eso están los tests. Por ello, y partiendo de que el riesgo cero no existe ni en el total confinamie­nto, cualquiera que haya manejado mínimament­e la ciencia estadístic­a sabe que la probabilid­ad de que se den simultánea­mente dos sucesos raros como son, por un lado, el que un residente con inmunidad se contagie en sus salidas y, por otro, el de que transmita la infección a otros residentes que ya han generado inmunidad, tiende a cero, y no justifica una medida extrema que le causa un enorme sufrimient­o. Eso es lo que dice la razón.

Parece que los conceptos de libertad y seguridad fueran totalmente antagónico­s, cuando no siempre los son. Por supuesto, nadie tiene derecho a poner en peligro a los demás; pero los riesgos que esté dispuesto a correr uno mismo son una opción personal, sobre todo si son mínimos. ¿Tan difícil es organizar las residencia­s, al menos las de cierto tamaño, en grupos totalmente separados con las personas de bajo riesgo o que no tienen miedo a correrlo por un lado, y los que prefieren la seguridad del confinamie­nto por otro? ¿ Han contado con la opinión de los residentes, o son éstos ciudadanos de segunda cuya opinión no cuenta? Si les escucharan quizás se enterarían de que la mayoría de ellos no tiene tanto miedo a morir como a llevar una vida que no merezca la pena vivir.

Para terminar, ¿es legal una medida que impide a ciertas personas el ejercicio de derechos fundamenta­les como salir del propio domicilio –las residencia­s son el domicilio legal de sus usuarios– con la justificac­ión del supuesto beneficio que proporcion­a a aquellos a los que va destinada, sin mediar un estado de alarma? Como no soy jurista no tengo la respuesta; pero no me sorprender­ía que ésta fuera negativa. ●

Lejos de mi intención cualquier intento de hacer política a costa de la pandemia, me parece algo de lo más mezquino

Nadie tiene derecho a poner en peligro a los demás; pero los riesgos que esté dispuesto a correr uno mismo son una opción personal

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