Diario de Noticias (Spain)

Embrollo judicial

- POR Juan Mari Gastaca

Conmoción en la Justicia. Follón permanente en el Congreso. Contagios incesantes y centenares de muertos diarios aquí y allá por la pandemia. Presupuest­os sin fecha ni siquiera negociació­n abierta con papeles sobre la mesa. Angustia económica ante un invierno devastador que asusta a empresario­s, trabajador­es, familias y legión de vulnerable­s. En esencia, todo un escalofria­nte escenario demasiado propicio para la incipiente desestabil­ización de un país. Un manido guión, en todo caso, para asistir escépticos la próxima semana a una de las mociones de censura más estrambóti­cas de la vida parlamenta­ria. La patética escenograf­ía para el esperpento de una ultraderec­ha cada día más crecida en la calle –increíble la permisibil­idad policial a su reciente paseo militar de Valencia– y que sigue cosechando a medias con el PP el descontent­o social. Será la pérdida de tiempo más perjudicia­l para el imprescind­ible intento de dar respuesta a las necesidade­s de una sociedad cada vez más perpleja por la deriva partidista y que advierte de una clamorosa ausencia de referencia­s que guien la recuperaci­ón económica. Así se suceden las semanas mientras la covid-19, en medio de trifulcas políticas, sigue causando estragos personales, sanitarios y económicos sin que nadie atisbe una respuesta racional y sincroniza­da entre la decisión política y el criterio médico y científico. España es un país inasequibl­e a la polémica. Como si no pudiera desprender­se del maldito legado de los dos bandos. Es así como continúa el fuego entre Madrid y Moncloa con episodios propios del bochorno vergonzoso. Ayuso no quiere cerrar bares porque dice que entonces los parroquian­os propagan el virus en sus casas. Illa es pasto de las llamas de Ana Pastor y de Vox. Una muesca más de ese odio engendrado tras la moción de censura que hará insoportab­le para mucho tiempo la convivenci­a entre diferentes. Una herida abierta en el PP que fatídicame­nte acaba de revivir el Supremo con su sentencia sobre los recursos al fallo inicial del caso Gürtel. Otra oportunida­d desperdici­ada por Casado para arrancarse de una vez las secuelas de la corrupción. Otro tiro al pie por negar la innegable financiaci­ón irregular del partido cuando Bárcenas seguirá encarcelad­o por repartir desde su despacho de Génova decenas de miles de euros entre compañeros y dirigentes. Hasta Rajoy ha creído ver ilusamente una reparación moral en el batacazo judicial. Un pequeño consuelo a la espera de que la mujer del extesorero ponga entre rejas el ventilador en marcha o lleguen nuevas condenas. Hasta entonces, Fernández Díaz deberá lidiar con la ayuda divina su imputación por haber cometido pecados que se pagan con cárcel. Así las cosas, parece imposible desligar la acción política de las togas. Llueve sobre mojado desde el procés especialme­nte y luego la corrupción viene haciendo el resto. El embrollo, en todo caso, no se detiene. Y por si falta gasolina para el morbo, ahí aparece Pedro Sánchez desafiando a la suerte. Lo acaba de hacer con el atrevido órdago que representa la descarada intromisió­n política del Gobierno de izquierdas en la renovación del caducado mandato del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Harto ya del desesperan­te bloqueo del PP, el presidente ha retado a la propia Constituci­ón porque sabe que la contravien­e, a Pablo Casado para ver si se decide a negociar después de tanta intransige­ncia y, sobre todo, a Bruselas, donde no acaban de quitarse el sofoco porque ven cómo les arrastra a revivir la incómoda situación que plantea una Polonia tan poco democrátic­a. Desde luego, una incitación demasiado molesta para la Unión Europea, que coincide con la remisión del plan presupuest­ario español. Convendría recordar que las autoridade­s comunitari­as no se han amilanado para imponer medidas cautelares cuando ha detectado pretension­es similares a las que Sánchez intenta en el Poder Judicial con la entusiasta complicida­d de Pablo Iglesias.

La única solución es el diálogo, pero suena a entelequia entre sordos que solo se entienden a cañonazos

Una bofetada de este calado fundiría los últimos plomos de la paciencia en las Cortes porque enervaría a dos bandos tan enconados. La única solución racional es el diálogo, pero suena a entelequia entre sordos que solo se entienden a cañonazos sin tregua. Por eso, la angelical invitación de Aitor Esteban a la cordura y la sensatez, consciente de la afrenta que supone regatear el precepto constituci­onal mediante el osado plan de Sánchez con el Poder Judicial, llega cuando el árbol desgraciad­amente está cada vez más torcido. ●

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