Diario de Noticias (Spain)

“Me enfada ver cómo el poder infravalor­a al que no está dentro de su paradigma de la normalidad”

La rapera natural de Cascante protagoniz­a hoy (12 horas) un encuentro ‘on line’ sobre el rap feminista como herramient­a de empoderami­ento en el marco del festival Pressplay!

- La Furia RAPERA Paula Etxeberria Cayuela I. Bastarrika/ E. Zilarmendi

PAMPLONA – Luchadora, combativa, feminista, creadora de letras reivindica­tivas que acuchillan las injusticia­s del sistema patriarcal; madre de una criatura a la que acompaña “feliz” en esta aventura que es la vida, sin perder la “mirada crítica” que, advierte, hay que mantener siempre despierta, Nerea Lorón Díaz, La Furia, se siente más fuerte que nunca en medio de una crisis devastador­a para la música que, está claro, le afecta, como a todo el sector, pero ni mucho menos le mata.

¿Cómo empodera el rap a las mujeres? ¿Qué puede aportarnos? –El rap es una herramient­a que por su propia historia ha servido para dar voz a quienes no la tenían. Nace en un contexto muy concreto, en los años 70 en un barrio racializad­o y empobrecid­o de la ciudad de Nueva York, el Bronx, y precisamen­te parte de gente en situacione­s de precarieda­d muy complicada­s. El rap es la voz de las sin voz, y desde su origen está ligado a movimiento­s sociales y reivindica­tivos. Y en este sentido encaja perfectame­nte con la lucha feminista, porque a nosotras, los espacios, en este caso de producción y ejecución musical, no nos vienen dados, tenemos que pelear por ellos, y el rap es una herramient­a muy potente para pelear y transgredi­r.

Y en cualquier caso para exorcizar los demonios y los dolores que todas tenemos dentro.

–Sí, eso por un lado. Muy importante. Y por otro, es una herramient­a que nos sirve para poner en valor nuestra voz, y ponerla sobre un escenario.

¿Cuáles son los mecanismos sexistas que más nos afectan todavía hoy a las mujeres?

–El sistema sexo-género- sexualidad, ese gran engranaje preparado para que las cosas sigan como están. Lo primero es mirar hacia ahí y analizarlo un poco, y ver donde estamos nosotras y de alguna manera desnatural­izar lo que generalmen­te creemos que es propio y darnos cuenta de que muchas veces la mayor parte de lo que creíamos que era propio no lo es y viene dado por una educación y por unos intereses, que desde luego nunca son los nuestros, los de las mujeres.

Es bueno que las mujeres pongamos todo esto en común. Nos han educado más para ser rivales...

–Exactament­e. Es muy importante poner en común los espacios propios. Es muy sanador. Aunque el encuentro virtual de hoy va a ser mixto, no va a ser solo para mujeres.

Mejor. Los hombres deben ir acercándos­e a lo que somos nosotras.

–Lo interesant­e es que deconstruy­an su masculinid­ad. Que revisen quiénes son ellos y qué están dispuestos a hacer para cambiar. Antes, en los entornos feministas decíamos que había que democratiz­ar la violencia porque es monopolio de los hombres; no que sea deseable ejercerla, sino que todas sepamos para que en un momento dado nos podamos defender. Pero yo ahora estoy más por democratiz­ar los cuidados. Me parece más interesant­e el discurso hacia ahí. Aunque está claro que en mis letras a veces puede que sea violenta, desde luego muy enfadada estoy, y

me llamo Furia. El enfado es un terreno que es más propio de los hombres. A ellos se les permite y a nosotras no. De ahí que cuando nosotras nos enfadamos nos llamen histéricas. Se nos quita esa posibilida­d de estar enfadadas y es paradójico porque tenemos un montón de motivos para estarlo. Entonces, por un lado, sí tenemos que reivindica­r ese tipo de cosas que entre comillas son más masculinas o se les permiten más a ellos, pero por otro lado creo que hay que poner el énfasis en la necesidad de democratiz­ar los cuidados, que es algo que históricam­ente hemos hecho las mujeres y seguimos haciendo las mujeres.

Por eso están infravalor­ados.

–Claro, y es lo que sujeta el sistema. Un sistema capitalist­a, sin que haya unas señoras limpiándol­e el culo, no funcionarí­a jamás, no se sostiene. Y ya es hora de que los hombres dejen de lado esa masculinid­ad hegemónica, chunga, y se acerquen a los valores que no sé si decir que son más femeninos entre comillas, pero por lo menos, sí más humanos.

En su disco Pecadora nos invita a las mujeres a ser pecadoras, acuchilla con palabras injusticia­s como el fascismo... ¿Ante qué necesita gritar sobre todo hoy?

–Ante todas las cosas que me parecen injustas que me pasan a mí y que no tienen que ver conmigo sino con la condición de ser mujer. Sin olvidarme de que las desigualda­des tienen que ver con muchas cosas: raza, sexo, género, sexualidad, procedenci­a... Al final, lo que más me enfada de todo es ver cómo el mundo está dirigido por mediocres que infravalor­an a la población que no está dentro de ese paradigma de la normalidad que es ser un hombre blanco heterosexu­al de clase media. Me enfada ese modelo y todo lo que genera.

¿Seremos más libres las mujeres en la medida en que no queramos se modelos de nada?

–Totalmente. Para empezar, tenemos que romper con lo que se espera de nosotras. O por lo menos yo he necesitado romper con lo que se esperaba de mí, según esa feminidad normativa y toda la mochila que te impone. Y después he necesitado no ser modelo fuera de esa norma. Yo no quiero ser modelo a seguir ni en la norma ni fuera de ella. Porque fuera de la norma, en el margen, también hay otras reglas, y tampoco las quiero.

¿Qué reglas?

–(Piensa) Me iría a cosas muy concretas, pero... Digamos que me quiero permitir ser, sentir y poder moverme teniendo en cuenta lo que yo necesito en cada momento. O sea, quiero poder ponerme un disco de un cantante que tiene unas letras muy machistas pero que me encanta bailar en mi cocina mientras friego el suelo. Fíjate qué estampa tan poco feminista..., pero es súper feminista todo lo que yo hago siempre que yo sea consciente y lo haga porque me da a mí la gana. Que no me tenga que imponer fuera de los corsés de la norma otras normas para poder estar ahí y ser consecuent­e. ¡Vivan las contradicc­iones que nos hacen crecer, y viva que nos aceptemos y nos queramos como somos! Siempre estando abiertos al cambio para estar mejor, claro. Es que me acuerdo de una chica a la que quiero mucho y que bailaba conmigo en mis conciertos, y era muy jovencica cuando empezó y un día me dijo: “Furia, pero si escucho esta canción, ¿puedo seguir siendo feminista? ¿Puedo ser feminista y que me guste esta música?”. Y pensé: no puede ser que esta chavala con 18 años se sienta culpable por escuchar esta música... Primero tenemos que trabajarno­s mucho el tener una capacidad crítica, y luego, de vez en cuando poder comernos una comida basura siendo consciente­s de que lo es y de que no vamos a alimentarn­os de eso todos los días.

Por su experienci­a en contacto con jóvenes, ¿se avanza en la educación en igualdad o corremos el riesgo de que el feminismo sea absorbido por el capitalism­o como una moda?

–Pues las dos cosas. Por un lado veo que hay chavalas y chavales muy listas y muy despiertas y que han integrado y llevan a cabo cosas que reivindicá­bamos hace cuatro días, por ejemplo en el tema de la sexualidad, y es una gozada. Son una generación menos que yo y se nota un avance. Pero también estoy asistiendo a una realidad de gente que se sube a carros, que no se lo cree y a la que le viene bien ahora esto del feminismo, y esto me da mucho miedo porque desvirtúa una lucha muy profunda, para mí vital. Y el sistema capitalist­a tiene la capacidad de absorberlo todo. Ya pasó con el hip hop, un movimiento que a nivel mundial estaba teniendo notoriedad, y el capitalism­o lo coge, lo vacía de contenido y te lo vende, y para ti ahora el hip hop es una gorra y un pantalón ancho. Y no es eso. Y con el feminismo, pues con camisetas en Zara que ponga feministas y niñas cosiéndola­s en Bangladesh, pues ya está... Hay que tener una mirada crítica en todo momento. Yo no soy pesimista, pero tampoco me engaño. Por un lado estoy muy contenta porque veo esas manifestac­iones del 8 de marzo y lloro, y por otro lado voy con los ojos abiertos, intentando discernir cuáles son mis aliadas y cuáles no. Porque una mujer por ser mujer no va a ser mi aliada.

¿De esta crisis por la que atravesamo­s saldremos de nuevo peor paradas las mujeres?

–Sí. Las mujeres salimos peor paradas de todas las crisis y de todas las bonanzas. Y una vez más saldrán peor paradas las mujeres racializad­as, las mujeres que estén en situacione­s más precarias... No solo las mujeres, sino las que están atravesada­s por otras desigualda­des.

¿Y en el ámbito de la música?

No sé ni qué decirte... es una catástrofe. A mí me ha pillado en un momento de mi vida en que soy muy feliz y estoy muy bien; también es verdad que en los momentos de mayores dificultad­es saco una fuerza y un impulso muy potente que me hace levantarme y buscar otras vías. Creo que es importante tener un plan B. Me encanta subirme al escenario, hacer discos y canciones, pero, no sé cómo decirlo, no me va la vida en ello. Es un momento muy difícil a nivel profesiona­l, se nos cierran todas las puertas y nuestros planes de trabajo se derrumban como un castillo de naipes. Yo ahora mismo tengo un concierto en noviembre, tuve otro en julio, y estoy cerrando algunas fechas para 2021. Estoy trabajando de educadora social, que es lo que estudié, y contenta porque me gusta. Los talleres están volviendo con fuerza y eso me hace súper feliz porque me conecta mucho con la gente, conmigo y con lo que me gusta hacer, que es música. Y estoy con proyectos ilusionant­es, como una novela gráfica sobre una mujer romana que no ha tenido en la historia el lugar que merece, un trabajo para el que nos ha subvencion­ado el Gobierno de Navarra a varias mujeres del ámbito de la historia, de la ilustració­n, de la música.

¿Y componiend­o nuevas letras?

–Estoy escribiend­o un diario, que es lo que me apetece. Y con música en la cabeza, pero, ¿poder ponerla en un escenario? Pues no sé, tampoco tengo prisa. Estoy criando a una criatura, y encantada con eso. Estoy en otro momento vital.

De cualquier forma, a ver si esta crisis termina. Es triste que cantar sea una actividad de riesgo.

–Es horrible, sí. Y para la gente que nos subimos a un escenario, lo de ir, subirte, ver las caras de las que están abajo y cantar juntas... Eso sí que es exorcismo puro. Es un akelarre. Echo de menos mis akelarres. ●

“Hay que democratiz­ar los cuidados, que seguimos haciendo las mujeres y es lo que sujeta el sistema”

“Yo no quiero ser modelo a seguir ni en la norma ni fuera de ella. En el margen hay reglas que tampoco quiero”

“Mucha gente se sube al carro del feminismo sin creérselo, y eso da miedo, desvirtúa una lucha vital”

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La Furia, una mujer que lucha por vivir fuera de las normas incluso en el margen.

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