Diario de Noticias (Spain)

Endemia

- POR Santiago Cervera

El presidente Sánchez y sus ministros Illa y Duque han dicho en varias ocasiones que habrá una vacuna para el nuevo coronaviru­s en el mes de diciembre. Aún más, que los problemas sanitarios y económicos terminarán cuando la tengamos. Me gustaría saber qué informes tienen de la Agencia Española del Medicament­o, y si son verbales o escritos. El político que confunde deseos con realidad es un personaje frecuente, casi tanto como el que engaña para mantener su perfil de autoridad en un huída constante. La vacuna se hará realidad dentro de unos meses, gracias al esfuerzo de empresas que arriesgan el dinero de sus accionista­s para proporcion­ar un producto farmacéuti­co enormement­e sofisticad­o, y que cuando exista la venderán a precio de commodity, aproximada­mente lo que se paga hoy por una vacuna contra la gripe. Desde luego, no saldrá de un laboratori­o público, ni éstos pueden desarrolla­rla con los 35 millones de euros que el Gobierno les ha transferid­o para tal finalidad. La investigac­ión científica es esencialme­nte una labor colaborati­va, en la que el conocimien­to se publica y se comparte. Pero crear una vacuna no es arte de casualidad. Requiere la aplicación de ingentes cantidades de medios técnicos para las fases de descubrimi­ento, pruebas clínicas y producción, recursos que sólo están al alcance de organizaci­ones experiment­adas en la labor, que atesoran saber hacer y que están lo bastante capitaliza­das como para asumir el riesgo del empeño. Las vacunas actualment­e en fase de desarrollo emplean tecnología­s nuevas, algunas nunca utilizadas en personas. Por ejemplo, introducir en las células humanas parte del material genético del virus (el MRNA) para que se produzca internamen­te la proteína contra la que responderá el sistema inmunitari­o, generando así la protección. Además de resolutivo, este procedimie­nto permitiría fabricar la vacuna sin tener que hacer cultivos, de manera más industrial, en cantidades de miles de millones de dosis en poco tiempo. Todo este despliegue, histórico para la humanidad y no siempre bien apreciado, es de difícil comprensió­n en nuestro Gobierno, que sólo trabaja para ganar unos días más de beneplácit­o en la opinión pública. Si los arriba mentados creyeran de verdad que la vacuna estará disponible en apenas seis semanas, lo que deberían hacer es cerrar por completo el país, aguantar con los dientes apretados hasta disponer de la inmunizaci­ón, y en enero ponerse a reconstrui­rlo todo. Pero ellos saben que lo que han dicho es alpiste para el pajarito encerrado por el que nos toman.

TERCERA OLA. La primera fue la más dramática, y la segunda, la del verano y sus postrimerí­as, la que se pudo evitar si se hubiera aprovechad­o el tiempo de confinamie­nto de la precedente. Sin concluir una llegamos a la siguiente. La que tenemos por delante estará condiciona­da por la estacional­idad y el mayor uso de los espacios interiores. Vamos camino de convertir el problema del coronaviru­s en una endemia, una situación permanente en nuestro país y que durará años. Nos conduce a ello una plétora de realidades que parece increíble que las estemos viviendo a estas alturas del drama. Políticos cuya prioridad actual consiste en controlar los órganos jurisdicci­onales, en una trastornad­a percepción de qué es lo importante. Falta de autoridad sanitaria de alto nivel, la que se sustenta en la coherencia y el análisis ayuno de oportunism­os. Incapacida­d para la coordinaci­ón funcional y el liderazgo que nos lleve a algún punto. Mezquindad­es por

El político que confunde deseos con realidad es un personaje frecuente, casi tanto como el que engaña para mantener su autoridad

Si el Gobierno creyera de verdad que la vacuna estará disponible en seis semanas, lo que debería hacer es cerrar por completo el país

doquier, personajes de cuarta que se hombrean en medio de la hecatombe. Sindicalis­tas apesebrado­s que no sólo no han corrido a ponerse la bata blanca y echar una mano, sino que insultan al ciudadano que les paga amenazado con una huelga en medio de la crisis. Y para coronarlo, tenemos incluso un Simón al mando que presenta signos preocupant­es de desequilib­rio mental. Aquí se dijo en primer lugar, perdón por la autocita, y esta semana pasada lo argumentab­a parte de la prensa europea: vamos camino de ser un estado fallido. Necesitamo­s un punto al que agarrarnos. También lo dije, y siempre es oportuno recordarlo, más en la víspera de decisiones que serán difíciles de asimilar: hay que fiarse de quienes gestionan y componen nuestra sanidad más cercana. Representa­n la principal fortaleza que nos queda. Hay que darles beneplácit­o político, dotarles de todos los medios que requieran, y confiar en su labor. Lo contrario nos conduciría al caos. ●

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