Ese otro fútbol
Hay un fútbol que huye de la moda imperante, del exceso de toques de balón, del pase horizontal, del celo por la posesión. Hay un fútbol a campo abierto, de ida y vuelta, de disputas constantes, de pisar el área. Puede que no sea el juego más exquisito, ni el más elaborado, pero ofrece un ritmo alto y constante, un derroche de energía de todos los protagonistas, piernas que no se encogen. Esta interpretación más clásica del balompié, la que tiene como objetivo poner el balón en el terreno del rival y a partir de ahí buscar el remate lo antes posible, no es muy del uso de estos tiempos. Hay unos equipos que la adoptan por estilo y otros, por necesidad, porque los entrenadores entienden que se ajusta más al perfil de los futbolistas que tienen en la plantilla. Es el caso de Osasuna. Arrasate ya ha mostrado en estas primeras jornadas por dónde van sus planes: saques largos del portero, pelotazos de los centrales, juego a un toque de los pivotes y relevancia de las acciones a balón parado. No se siente incómodo el equipo en este papel, entre otras cosas porque siempre hay una salida por banda, la opción de combinar con un despliegue de los laterales y desequilibrar a la defensa rival. Quiero decir que lo rudimentario de este fútbol no está reñido con la creatividad de los jugadores, con la interpretación individual en un momento determinado, con un taconazo de Rubén García. Ocurre también que cuando coinciden dos equipos como Eibar y Osasuna, con idéntica apuesta, el partido no encuentra un minuto de sosiego. No hay pausa ni para los saques de banda. Que al consumirse los noventa minutos el marcador sostenga el 0-0 no es consecuencia ni de una renuncia a atacar ni de un cerrojazo a la italiana; Osasuna no estuvo acertado a la hora de resolver un buen puñado de ocasiones ante Dmitrovic y Sergio Herrera blindó su marco hasta el último disparo en el minuto 92 o encontró la colaboración de un palo para repeler un balón que ya le había superado. Ninguno de los dos equipos ofreció sensaciones de conformarse con el empate a nada, ni Osasuna cuando perdió a Moncayola por expulsión. Otras cosa es que, concluido el acto, ambos contendientes se dieran por satisfechos. Era para estarlo.
Queda por ver si, con la baja por lesión de Calleri, Arrasate mantiene el estilo o busca alternativas. La pareja de ataque formada por Gallego y el delantero argentino consolidaba esa idea de prolongar balones buscando una superioridad en el juego por alto y ganar la segunda jugada. Las repetidas llegadas al área del Eibar durante el primer cuarto de hora avalaban ese modelo. Como se vio después, la retirada de Calleri desmontó la estrategia, pero permitió comprobar las alternativas que abre Jony en banda: el asturiano genera mucho desequilibrio y mucho centro al área.
En fin, que si algo ha quedado demostrado en este complicado año plagado de graves lesiones es que Osasuna sabe adaptarse a las (malas) circunstancias, remendando el equipo después de cada lesión, confiando en todos los elementos de la plantilla –ahí están actuando con decoro como laterales Roncaglia e Íñigo Pérez– y, por encima de todo, manteniendo una identidad como equipo. Son once peleando por un balón. Eso les hace siempre inconfundibles. ●