Azkona y Toloza denuncian los delirios de grandeza en ‘Teatro Amazonas’
El Teatro Gayarre acogerá esta tarde (19.00 horas) la tercera pieza de ‘Pacífico’, trilogía documental sobre la mirada colonial y la barbarie cometida contra los territorios y los pueblos de Latinoamérica
PAMPLONA – Hace siete años, y sin pretenderlo a priori, Laida Azkona y Txalo Toloza emprendieron un camino artístico y de investigación antropológica, etnológica, histórica y política que, con el paso de los años, ha tomado la forma de una trilogía documental en torno a la mirada colonial y a la responsabilidad de Europa en las barbaries cometidas contra el territorio y contra varios pueblos de Latinoamérica. Así, enmarcado dentro del ámbito de las artes vivas –teatro, danza, videocreación, música, etcétera– este proyecto, titulado Pacífico, tuvo su primera manifestación en Extraños mares arden (2014), a la que siguió Tierras del Sud (2018) y, por último, Teatro Amazonas (2020). Esta última se representará hoy, a las 19.00 horas, en el Teatro Gayarre.
Preestrenado en abril del año pasado en el marco de una residencia realizada en el festival DNA de Navarra y estrenado en julio en el Festival Grec de Barcelona, Teatro Amazonas habla del delirio de grandeza. Así, como comenta Txalo Toloza, “el territorio amazónico siempre se ha descrito desde el exterior como un sitio exuberante, peligroso, inaccesible, lleno de riquezas, y desde que hace 500 años comenzaron a llegar los primeros europeos, se han ido sucediendo infinidad de empresas que coinciden en ese delirio de grandeza; en ese sentimiento tan propio del ser humano que se traduce en que tu deseo pasa sobre todo”. Por ejemplo, continúa el investigador chileno, “si yo quiero hacer dinero con el caucho, me va a dar igual las consecuencias que puede tener eso para la gente y para el territorio”. Pero esta no es una pulsión exclusiva del capital, sino que también se encuentra en otros ámbitos como el artístico. “Estamos en las mismas si hablamos de Werner Herzog intentado sacar adelante Fitzcarraldo allí, sin apenas equipo, con poco presupuesto, pero con una travesía aun más complicada, un barco más grande...” Al final, “ese deseo, ese delirio también nos ciega a los artistas y muchas veces nos impide ver el daño que estamos causando a nuestro alrededor”. “Como creadores, sabemos que algunas de las piezas que hacemos tienen que ver con cumplir un deseo; el deseo mueve la sociedad y, aunque es comprensible, también puede ser peligroso”, indice Toloza.
UN TEATRO DE ÓPERA EN LA JUNGLA En concreto, en Teatro Amazonas, esa tendencia a la megalomanía se plasma en dos construcciones absolutamente desproporcionadas. Una de ellas es, precisamente, el Teatro Amazonas, promovido a finales del siglo XIX por empresarios del caucho que “decidieron hacer un teatro de ópera digno de Europa en medio de la Amazonía”, concretamente en Manos, transportando todos los materiales directamente desde el viejo continente. Desde su inauguración en 1896 ha sido restaurado cuatro veces, en 1929, en 1974 y, más recientemente, entre 1988 y 1990. Actualmente tiene 701 asientos cubiertos de terciopelo rojo.
El segundo paradigma que Azkona y Toloza utilizan en este montaje es el estadio Arena de Amazonía, inaugurado en marzo de 2014 como una de las 12 sedes del Mundial de fútbol. También está en Manaos, “un lugar donde el fútbol no importa nada”, incide Toloza.
DOS VIAJES, MÚLTIPLES TESTIMONIOS Como cuenta la pamplonesa Laida Azkona, para preparar esta pieza, realizaron dos viajes a la Amazonía. Uno de ellos a la zona de Leticia, en el sur de Colombia, desde donde visitaron también a Puerto Nariño, “un pueblo muy agradable en parte porque no hay coches, pero, claro, allí nos dijeron que lo habían concebido así pensando en los turistas, no en las comunidades locales”; así que, en ocasiones, “no sabes hasta qué punto los lugares son turísticos o reales”. Y es que, en palabras de la bailarina, coreógrafa e investigadora, “en este viaje nos movimos todo el tiempo entre estos dos imaginarios: por un lado, el de la literatura, los documentales y la información que hemos consumido sobre esos lugares tan ajenos y que nos hacen pensar que los conocemos, y, por otro, el de la realidad”. Una realidad plasmada en los testimonios que recogieron entre los autóctonos y “que nos trasladaron una concepción tan distinta que tienen del ser, del vivir”.