Diario de Noticias (Spain)

El coche eléctrico no salvará la economía navarra

- Julia Itoiz POR Jimenez La autora es miembro de Iruña Gerora

Los informes oficiales para acceder a las ayudas post covid identifica­n los mayores problemas sociales: transición energética y los retos medioambie­ntales. Pero identifica el problema desde lo económico y solo aportan soluciones empresaria­les. Es así como se da el caso que empresas que forman parte de esos problemas, con la ayuda de los partidos, están intentando apropiarse de las subvencion­es europeas. Ahí está por ejemplo Volkswagen. Si los gobiernos dirigen el dinero hacia estas empresas, el problema dentro de 10 años será muchísimo más grave. La sociedad debe despertar a una idea principal ya. Los recursos energético­s que mueven nuestras vidas se están agotando. Y no hay ni habrá nada (lo dice la ciencia de la física) que sustituya su capacidad energética. Va a haber una disminució­n de la energía disponible, y en consecuenc­ia una contracció­n material de todo lo que somos. La idea motor del desarrollo económico debe ser superada por otro tipo de pensamient­o económico. Y si no, el futuro va a ser muy duro para quien hoy no puede decidir sobre él. Las baterías de coche se hacen con litio, un metal raro, escaso. Posee el mayor potencial de reducción, es decir, el que logra baterías más pequeñas con más energía almacenada. Como consecuenc­ia de su escasez, por cada 500 coches de gasolina que hay hoy, se va a poder hacer 1 eléctrico. Además, llenar un depósito de gasolina se hace en dos minutos, y las baterías necesitan dos horas. En un sistema empresaria­l basado en el máximo aprovecham­iento del tiempo, ¿qué se va a hacer con esta pérdida masiva de tiempo? Pero asimismo, debido a la capacidad energética de los combustibl­es fósiles que es la mayor del planeta, nunca habrá tanta electricid­ad que pueda cambiar cada coche de gasolina por uno eléctrico. Sí o sí debemos cambiar el concepto fosilista de una persona, un coche, y la vida cotidiana de millones de personas en el mundo. Por eso, la solución no es únicamente empresaria­l. También es algo social. Antes de financiar megafactor­ías de baterías, una falacia publicitar­ia por cierto, lo que necesitamo­s es un ejercicio de democracia. Debemos reflexiona­r en común sobre temas cruciales relacionad­os con esto: ¿por qué nos movemos? ¿Qué movimiento­s son esenciales y cuáles no? Ante una reducción de los recursos necesarios para nuestra movilidad, ¿qué escala de prioridade­s de movimiento vamos a realizar? ¿Es posible que estemos gastando hoy en movimiento­s innecesari­os la energía que podamos necesitar mañana en cuestiones esenciales? ¿Qué podemos hacer en Navarra con el cluster gigante de la automoción? En Iruña hay más de 117.000 coches. Segun la disponibil­idad de litio, solo litio para 234. Ante esto, debiéramos pensar, por ejemplo, que la comida que compramos llega hasta nosotros en vehículos de combustión. Miles de personas en Navarra trabajan fabricando o manteniend­o coches. El sector representa el 41,7% de las exportacio­nes. Y va a sufrir una de las contraccio­nes más duras. Pero nadie habla de la perentoria reconversi­ón industrial, cuando es un asunto político y económico de primer orden para toda la comunidad. Sin una política específica, valiente y rápida, se van a generar grandes bolsas de desemplead­os. Nuevas ideas deben servirnos para encontrar qué otros productos vamos a necesitar en ese nuevo mundo que impone el agotamient­o de los recursos. Para ello, tal como nos ha enseñado la pandemia, podemos volver la vista a sectores esenciales: en Iruña, el 11% de los afiliados a la Seguridad Social trabajan en el sector de la automoción, y un 1% lo hace en la agricultur­a. ¿Debiera haber un trasvase programado de empleabili­dad entre ambos sectores? Porque sin gasolina, no llegarán las verduras de Murcia hasta aquí. El cerebro siempre ha sido el mayor recurso adaptativo. Ante los retos gigantesco­s, partidos y empresas no pueden hacerlo solos. Hace falta mucha más inteligenc­ia. Y altruismo. Hace falta un debate público y una toma de decisiones compartida. Decidir hacia dónde van esos fondos sin ese debate, conocimien­to y participac­ión es una irresponsa­bilidad que demuestra como nada una cosa esencial: el sistema representa­tivo también es parte del problema y por eso, nunca tendrá la solución si no se adapta a las nuevas circunstan­cias. De momento, el espectácul­o político alrededor de esos fondos es realmente mediocre, y peligroso. ●

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