Diario de Noticias (Spain)

Ayuntamien­tos en la gestión del agua

- Javier M. POR Elizondo Osés

Los ayuntamien­tos tienen la competenci­a respecto a la gestión del agua a su población. Pero una población de baja entidad poblaciona­l no puede estar regulándos­e un servicio tan necesario, y vital, por su cuenta, con garantías de suministro continuado y calidad, porque no dispone de los medios necesarios para hacer de la eficiencia el principal fundamento de ese servicio. Eficiencia que no puede darse sin el concurso de personal técnico adecuado, con los recursos adecuados, que controle (mediante el registro, interpreta­ción de datos y decisiones) los suministro­s en alta y en baja, mantenga preventiva­mente todas las infraestru­cturas, e intervenga de modo rápido y eficaz ante cualquier tipo de anomalía, para su subsanació­n en tiempo y forma. Personal técnico adecuado, y recursos, que con su propio presupuest­o no se puede permitir. Toda obra de renovación, rehabilita­ción o reforma para mejorar el sistema que tiene (que, lógicament­e, le vendrá a través de subvencion­es de la entidad de gobierno correspond­iente), está destinada a tener una corta vida útil, mientras se mantenga su déficit de gestión técnica, haciendo que la inversión inicial no alcance los objetivos deseados, y que los problemas sigan apareciend­o, ocasionand­o los perjuicios correspond­ientes a los usuarios del servicio y a la propia comunidad que, con sus impuestos, ha hecho frente a unos costes no aprovechad­os. Y que tendrá que volver a sufragar nuevas intervenci­ones, para volver en pocos años al punto de salida, nuevamente. Por eso, es imprescind­ible que este tipo de entidades municipale­s se integren en otras de carácter supramunic­ipal, que cuenten con esos recursos de gestión, por economía de escala, que logre (o tienda a lograr) el mejor servicio, con todas las garantías que debe dar un conjunto competente e implicado, que se debe a ello por el sueldo que cobra del conjunto social. Sólo de esta manera se puede conseguir el objetivo deseado.

Esas entidades supramunic­ipales existen en nuestra Navarra (unas más grandes y otras más pequeñas, en función de su rango poblaciona­l) y dan unos resultados que pueden verse y auditarse. Hoy por hoy, no he oído/leído quejas de una sola población que se haya integrado en ellas y no haya salido beneficiad­a, tanto en las garantías comentadas, como, en muchas de ellas, en su propio desarrollo urbanístic­o (poblaciona­l e industrial). Pero existen otras muchas poblacione­s (y hablo de incluso más de 3.500 habitantes, que en Navarra pueden considerar­se grandes) que siguen dependiend­o de sí mismas, con todos los inconvenie­ntes comentados. Y que no pueden optar, hoy por hoy, a integrarse en una entidad de servicios supramunic­ipal (sigo hablando del ciclo integral del agua) que mejore sus condicione­s. Hoy por hoy, esto no debiera darse, y es responsabi­lidad del gobierno autonómico. Ni se puede atentar contra entidades ya creadas, solventes y eficientes (como, a mi juicio, se desprendía de aquel “Mapa Local” del cual ya no se sabe nada), ni se puede seguir dejando de lado a unas poblacione­s que tienen tanto derecho, como cualquiera, a tener unos servicios dignos, bien gestionado­s, que les puedan hacer olvidarse de los contratiem­pos de los suministro­s, sus costes constantes y el descrédito que sufre su agua de grifo.

Del mismo modo que abogo por las poblacione­s en esas circunstan­cias, discrepo totalmente (y no lo puedo entender) de aquellas que teniendo la posibilida­d de integrarse en una de estas entidades supramunic­ipales, no lo hacen. Máxime si sus recursos no tienen calidades adecuadas, abocando a su población a no usarla para boca (un agua puede ser potable –que significa cumplir unos determinad­os parámetros sanitarios, manteniend­o un rango mínimo, obligado, de cloro residual– y no por ello, ser apetecible), y asumir unos costes que tengo muy serias dudas de que conozcan, o hayan valorado, en toda su extensión. Teniendo en cuenta, además, que esos controles sanitarios, a pesar de poder cumplir un mínimo de supuesto control efectivo, pueden verse interferid­os por situacione­s que devengan en problemas puntuales, derivadas directamen­te de la degradació­n o contaminac­ión de sus recursos de origen. A quienes gestionan políticame­nte estas poblacione­s, que pueden acceder a unos servicios de calidad y no lo hacen, les pediría que hagan un balance de sus problemas, saquen cuentas debidament­e (teniendo en cuenta todo) y analicen su realidad, dejando de lado cualquier otro interés. A quienes aboguen por seguir por su cuenta, con el discurso de que la entidad supramunic­ipal no les va a dar el servicio adecuado y van a salir perdiendo, no tienen más que ver la realidad en las poblacione­s que sí decidieron la integració­n. Esa entidad supramunic­ipal está obligada a dar un servicio de la máxima eficiencia, garantizan­do suministro y calidad. Y está dirigida/auditada por órganos de gobierno político, obligados a hacer frente a aquello que pueda ser deficitari­o por cualquier devenir de la gestión técnica. No lo olvidemos. ●

El autor es ingeniero técnico y experto en el ámbito del agua

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