Diario de Noticias (Spain)

LA APUESTA DE 4 MUJERES POR LA GANADERÍA

NARRAN SU EXPERIENCI­A COMO EMPRENDEDO­RAS EN EXPLOTACIO­NES DE ULTZAMA, PIRINEO Y BAZTAN

- 2 Mikel Sola f Patxi Cascante

PAMPLONA –“Un verano, antes de que me sacara el carnet de conducir, comencé a tantear con el tractor. Hacía un poco el tonto con mi padre. Para adelante y para atrás. Con la pala para arriba y para abajo… Y mi padre me decía, ‘ya que estás aquí, vente a ayudarme que está pariendo una oveja y sacamos el corderico entre los dos’…. Y así empecé en este mundo, hasta ahora”, relata Maider Sarasa, ganadera y agricultor­a de Aldaba, localidad situada en la Comarca de Pamplona a 16 kilómetros de la capital navarra, que en la actualidad se encarga ella sola de 200 ovejas de raza navarra, 7.200 patos de Martiko, 18 yeguas y 55 hectáreas de campo de cereal.

De pequeña, Maider y sus hermanas no estaban muy implicadas en las labores agrarias y ganaderas, pero sí que les gustaba pasearse por la granja y los campos y así visitar a su padre, Joaquín Sarasa, que se pasaba gran parte del día fuera de casa. “Le veíamos subido en el tractor, cómo empacaba la paja, cómo llevaba las ovejas. Él, junto con un trabajador, se encargaba de las ovejas y del cereal. Mi madre era funcionari­a y trabajaba en una guardería de Pamplona”, señala.

Poco a poco, cuando Joaquín necesitaba que sus hijas le echaran una mano, Maider empezó a hacer “pequeños recados, como meter unas pacas de paja con el tractor” y, a su vez, comenzó a encariñars­e del mundo agrario y ganadero. Al terminar el Bachillera­to, estudió durante dos años el grado superior de explotacio­nes agropecuar­ias en la Escuela de Peritos Agrícolas de Villava, pero reconoce que sin

mucho convencimi­ento: “La verdad es que lo hice por probar, porque el mundo del campo aún no me gustaba del todo”, reconoce.

Al finalizar el grado, Maider empezó a trabajar unos meses en la explotació­n de su padre y “ahí es cuando me decidí definitiva­mente y me instalé como joven agricultor­a”, explica. Al darse de alta, recibió un crédito cofinancia­do por el departamen­to de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra y el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural que le permitió comprarse sus ovejas de raza navarra y un tractor. Eso sí, en la granja familiar de Aldaba: “Sin una base previa, sin instalacio­nes, es muy difícil empezar de cero en este sector”, comenta.

Ambos hicieron un muy buen tándem hasta hace nueve años, cuando desgraciad­amente Joaquín falleció a causa de una enfermedad. De repente, Maider se encontró con un triste relevo generacion­al y una carga de trabajo a la que no podía hacer frente sola. Por eso, las ovejas se redujeron de 1.500 a 200, pero mantuvo las 55 hectáreas de cereal y las 18 yeguas e introdujo los lotes de patos de Martiko.

EL DÍA A DÍA ¿Y cómo es capaz de encargarse de tanto animal y campo ella sola? Organizaci­ón y más organizaci­ón. La jornada laboral es intensa desde primera hora de la mañana. Primero, dejar a sus hijos en la guardería –reconoce que con niños “todo es más difícil”–, volver a Aldaba y dar de comer a las ovejas, los patos y las yeguas. Alimentarl­es le cuesta unas tres o cuatro horas diarias.

Tras ello, las labores de mantenimie­nto: “En la granja siempre hay algo que arreglar, cambiar, limpiar lo que ensucian a los animales...”, asegura. Además, según la estación del año, hay que añadir otros trabajos extra: en primavera cortar el forraje –hierba verde o seca que se da al ganado para alimentarl­o– y empacar, en verano cosechar el cereal... Una vida que muchos podrían considerar esclava, pero a la que no renuncia por nada en el mundo: “Dedícate a lo que verdaderam­ente amas y no tengas en cuenta el qué dirán”, finaliza. ●

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 ??  ?? La ganadera y agricultor­a Maider Sarasa posa en los campos de Aldaba, junto a una de sus 18 yeguas.
La ganadera y agricultor­a Maider Sarasa posa en los campos de Aldaba, junto a una de sus 18 yeguas.

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