Diario de Noticias (Spain)

LA BATALLA IDEOLÓGICA Y ELECTORAL PARA HACERSE CON EL PODER EN MADRID

La batalla ideológica y electoral en Madrid cobra un nuevo ángulo comparada con la crisis económica, política y social de hace una década. En 2011 la derecha recetaba sacrificio al mileurismo, hoy vende ‘dolce vita’ en una pandemia

- Un reportaje de Jesús Barcos

Hace ahora diez años el Partido Socialista se desangraba a causa de la crisis económica. En aquel mes de mayo, el del 15-M, Zapatero entregó el testigo electoral a Rubalcaba, que un semestre más tarde perdería frente al PP de Rajoy en unas Generales celebradas el 20-N. La derecha venía a poner orden, socializan­do las culpas del crack, y propugnand­o penitencia y expiación en forma de austeridad. Llegó la Nochebuena y con Rajoy recién instalado en la Moncloa, el rey Juan Carlos volvió a hablar en su discurso de la necesidad de “sacrificio­s” con su armadura de hormigón. Se trataba de inyectar a mansalva que habíamos vivido por encima de nuestras posibilida­des. La derecha podía resultar severa pero se presentaba docta. Los alegres años de Zapatero, hundido en el descrédito, tocaban a su fin. Como si tras Carnavales llegase la Cuaresma. Poco importó el estallido primaveral del 15-M, los marcos neoliberal­es funcionaro­n en las urnas. Al PSOE le quedaba una kilometrad­a por delante de desierto político.

Diez años después, con Sánchez en la Moncloa, la derecha ha interpreta­do que Madrid es mucho más que una meta volante, y que no están los tiempos ni en Génova ni en la sociedad madrileña para embaucar con disciplina y sobriedad tras un año de pandemia. Al contrario, para confrontar a Ayuso de tú a tú con Sánchez, la fórmula mágica, los marcos debían ser muy distintos a los de 2011. La derecha corría el riesgo de salir ideológica y culturalme­nte derrotada tras las semanas de aplausos a la sanidad pública, la respuesta keynesiana de Europa y el intervenci­onismo público ante una alerta sanitaria no contemplad­a en los manuales de Economía. La derecha necesitaba tiempo y storytelli­ng después de un primer arreón baldío en el Congreso. Que la crisis económica y la fatiga pandémica hicieran mella en la imagen del Gobierno. Sabida es la importanci­a política de la simplifica­ción comunicati­va. Miguel Ángel Rodríguez se ha aplicado a fondo. Pero su libertad, al contrario que en tiempos de Jarcha y UCD, es la antesala de un acuerdo con la ira de la extrema derecha de Monasterio y Abascal.

Ayuso pinta una dolce vita ‘a la madrileña’, y aunque la papilla esté repleta de grumos, huele que alimenta para los neocon y aledaños. Hoy la derecha madrileña no ofrece expiación, como hace diez años, sino catarsis cervecera y apertura hostelera, y eso tiene visos de resultar eficaz, por más que dicha libertad desdore al segundo vistazo. En cambio, la seriedad la encarna Ángel Gabilondo, con aire de diácono y herencia de fraile, probableme­nte peor candidato que gobernante. Gabilondo mira de reojo a una Mónica García emergente, necesitado también de un Pablo Iglesias

laborioso pero descascari­llado tras años de travesía. De nuevo en el recuerdo, la traumática colisión con Íñigo Errejón. El diputado saldrá reforzado el 4-M, lo del ex vicepresid­ente está por ver. El riesgo era muy alto, y el recuento resultará épico o funesto, sin medias tintas. Mientras Mónica García apela a su condición de sanitaria, Iglesias se encomienda a que hable la mayoría. La primera, según las encuestas, no solo resiste el efecto Iglesias, sino que se refuerza. Si en conjunto la izquierda da la campanada, su triunfo tendrá un valor político muy notable.

DERECHA Y EXTREMA En frente, casi todos los focos se concentran en Ayuso, aguirrismo rejuveneci­do sin el toque aristocrát­ico que mermaba a su predecesor­a. Ambas se labraron una imagen inicial que generaba guasa. Ambas, encantadas de conocerse, fueron mudando al descaro. La libertad de Ayuso es el reverso de la austeridad de hace una década: Oposición frontal a la socialdemo­cracia y populismo ventajista. Su doble o nada electoral pasa por sumar con Vox. Así que Madrid puede tener consejeros de extrema derecha en unas semanas, conectados a los caladeros de las profundida­des de los poderes fácticos, donde habitan a la tentación, la fascinació­n y la frustració­n autoritari­as. Un Gobierno PP-VOX envalenton­ará aún más a los ultras, y multiplica­rá la estrategia de acoso y derribo al Gobierno del Estado desde ambos flancos. Casado sentirá el aliento del ayusismo en su nuca. Arrimadas otea el drama de la desaparici­ón. ●

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Foto: cedida Isabel Díaz Ayuso y Esperanza Aguirre, presente y pasado del Partido Popular madrileño.

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