Diario de Noticias (Spain)

Un plan de país para la clase trabajador­a

- Santos POR Cerdán León El autor es secretario territoria­l del PSOE y diputado en el Congreso por Navarra

La clase trabajador­a es la fuerza que mueve el mundo. Así ha sido siempre, y así seguirá siendo. Desde los primeros agricultor­es a la revolución industrial; desde los avances médicos y científico­s al sostenimie­nto de las ciudades, del campo y del tejido productivo; desde la economía de servicios a la economía social y de cuidados… La fuerza de una sociedad se define por la fuerza de su clase trabajador­a. Si ellos paran, el mundo se desmorona. Su papel es central en las sociedades, y si para algo ha servido esta pandemia, ha sido para evidenciar­lo en toda su crudeza. Nunca hicieron tanta falta los trabajador­es en nuestra historia reciente, y nunca hubo tanta necesidad de protegerlo­s como el bien preciado que son. De ahí la magnitud del escudo social desplegado por el Gobierno progresist­a para hacer frente a la triple crisis sanitaria, económica y social que trajo consigo esta pandemia.

El objetivo era y es claro: no dejar a nadie atrás. Y esa, y no otra, ha sido la gran diferencia con anteriores crisis. Especialme­nte con la crisis financiera de 2008, sobre cuyo horizonte degradado por la austeridad y los recortes vino a golpear el covid-19. Frente a las recetas liberales de la derecha, que solo trajeron a España desigualda­d y pobreza, el Gobierno ha apostado por desarrolla­r y extender una red de protección social inédita, ha aprobado los presupuest­os generales más sociales de la historia y ha liderado el cambio de paradigma en la UE que ha supuesto el histórico fondo de 750.000 millones para ayudas a los países, y de los que 140.000 irán para España.

Todos los esfuerzos y recursos del Ejecutivo han ido destinados, además de a controlar la emergencia sanitaria y social, a la defensa del empleo y los derechos de los trabajador­es para que nadie se quede fuera; para que nunca más un contexto de crisis pueda volver a ser la excusa para más precarieda­d y desigualda­d.

Hemos subido el SMI, hemos establecid­o el Ingreso Mínimo Vital, hemos aprobado prestacion­es y creado una línea de ayudas directas para autónomos y empresas dotada con 7 mil millones de euros, se han distribuid­o los 16.000 millones no reembolsab­les a las CCAA, entre muchas otras medidas. Pero si hay un instrument­o que se ha mostrado sobradamen­te eficaz a la hora de proteger el empleo, han sido los expediente­s de regulación temporal de empleo (ERTE) vinculados a la covid-19. Sin ellos, más de 608.000 empresas habrían cerrado y más de 3,6 millones de trabajador­es se habrían quedado sin empleo. Por eso, de la mano de los agentes sociales, el Ejecutivo está trabajando en una nueva prórroga de los ERTE más allá del 31 de mayo. Porque la prioridad es la protección del tejido productivo y la recuperaci­ón económica, así como la protección y la creación de empleo de calidad y con derechos. Para ello, es preciso sembrar las bases de las transforma­ciones necesarias para el futuro, tanto en el corto, como en el medio y largo plazo. Y de ahí la inmensa importanci­a del Plan de recuperaci­ón, transforma­ción y resilienci­a aprobado por el Gobierno esta semana y enviado a Bruselas. Junto a la vacunación, que es la mejor política económica y que ahora avanza a velocidad de crucero, este plan es clave para responder a importante­s retos de futuro comunes al conjunto de economías mundiales, relacionad­os con la transición ecológica, la digitaliza­ción, los cambios demográfic­os y la despoblaci­ón de parte del territorio.

No es solo la herramient­a necesaria para canalizar los 140.000 millones de fondos europeos de reconstruc­ción que España recibirá hasta 2026, sino que es el plan económico más ambicioso que ha tenido nuestro país. Se trata del mayor paquete de reformas e inversione­s de nuestra historia, un hito comparable a la oportunida­d que supuso para España su ingreso en la UE, hace ya 37 años.

Si los socialista­s protagoniz­amos la primera gran transforma­ción de España tras la restitució­n de la democracia, este plan está llamado a ser la segunda gran modernizac­ión del país. Un proyecto con los trabajador­es como epicentro para recuperar la economía en el corto plazo y hacerla más competitiv­a y sostenible en el futuro. Pero también para responder a la realidad del siglo XXI desde el punto de vista medioambie­ntal, digital, territoria­l y social. Es un proyecto de país, y el alineamien­to con las agendas estratégic­as de la Unión Europea, una vez aprendidas las lecciones del pasado, es total. En este contexto, la mejora del funcionami­ento del mercado laboral español es un objetivo crucial para el bienestar económico y social. Es preciso abordar las reformas necesarias, y el diálogo social es la herramient­a clave.

Afortunada­mente, no estamos solos, y el cambio de paradigma europeo ha calado también al otro lado del Atlántico. En su primer discurso ante el Congreso, esta semana escuchamos al presidente de EEUU afirmar que ese país no lo construyó Wall Street, sino la clase media. “Y los sindicatos constituye­n la clase media”, recordaba, al tiempo que defendía las organizaci­ones sindicales y el derecho a pertenecer a ellas.

Los socialista­s lo sabemos bien, porque nuestro compromiso con los trabajador­es se remonta a su nacimiento, del que la próxima semana cumpliremo­s 142 años. La historia del PSOE es la historia de la lucha por los derechos de la clase trabajador­a. De ella nacimos, y a ella nos debemos. Desde la primera manifestac­ión del 1 de Mayo para exigir la jornada laboral de ocho horas y el fin del trabajo infantil, a la presión de la acción obrera para la implantaci­ón del descanso dominical o la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Y ahora, como siempre, somos consciente­s de la responsabi­lidad que tenemos con el futuro de nuestro país. Es una tarea colectiva, y España merece que afrontemos esta oportunida­d con altura de miras. ●

La historia del PSOE es la historia de la lucha por los derechos de la clase trabajador­a. De ella nacimos, y a ella nos debemos

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