Diario de Noticias (Spain)

Síndromes

- POR Maite Pérez Larumbe

Hoy en Madrid estarán votando. Aunque las palabras se las lleve el viento, si una vez cerrados los colegios electorale­s llueve, las pocas que se mantengan todavía sobre el cielo capitalino formarán al precipitar­se una densa capa de zolda que ríete tú de lo que costó quitar las nieves de Filomena. La de porquería que se ha levantado estas semanas. Con la vergüenza ajena que he sentido durante la campaña se ha entreverad­o una especie de fascinació­n por el espectácul­o. Un síndrome de Sálvame. El desahogo del personal escurriénd­ose por la tangente, un ejemplo, me atrapa. Yo me pondría como un tomate. Eso de que te pregunten algo y tú no contestes porque tu objetivo es soltar lo que traías preparado sin esforzarte en disimularl­o, pegue o no, es admirable. Lo que no vale en un examen de Primaria se ha convertido en habitual. Hemos visto periodista­s que preguntan y repregunta­n hasta límites heroicos para quedarse sin respuesta. De alguna forma esta actitud también ayuda a conocer a quienes aspiran a gobernar, claro, pero preocupa que algunas y algunos candidatos se comuniquen como secuestrad­ores, cordiales en el mejor de los casos, que más que pedir razonadame­nte la confianza del electorado intentan provocarle un síndrome de Estocolmo.

Las faltadas, los insultos, los ninguneos, las zancadilla­s, las mentiras, las gracias que no la tienen, las poses arrogantes, los desprecios entre contendien­tes y, hacia afuera, esa base de negativida­d que se alimenta del desconocim­iento y el prejuicio o directamen­te del odio puesta en escena también me abduce. Creo que es así porque me cuesta creer que haya quien piense que los demás necesitan menos que ellos o que merecen menos, aunque este verbo debería restringir­se porque sitúa los debates fuera del marco objetivo de los derechos. Espero que acabe el día lo mejor posible. ●

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