Diario de Noticias (Spain)

“Los jardineros, con su trabajo silencioso, han hecho posible las maravillas del campus”

- María Olazarán Manuel Castells Carlos Soria DOCTOR EN DERECHO, PERIODISTA Y EX DECANO DE LA FACULTAD DECOMUNICA­CIÓN

Soria llegó a la Universida­d de Navarra en 1967, a un campus en pleno desarrollo, y acaba de escribir un libro para que no se pierda la memoria de parte de lo vivido en esas 113 hectáreas

PAMPLONA – ¿Por qué se animó a escribir el libro? ¿En quién pensó cuando lo hacía?

–No quería que se perdiera la memoria de muchas cosas que ha vivido este campus. Desde el principio pensé en los jardineros: en los que han sido, son y serán. Ellos, con su trabajo día a día, de forma silenciosa y anónima, han hecho posible las maravillas del campus de la Universida­d de Navarra. Pensé también en esos miles de estudiante­s, profesores, empleados de la Universida­d, y paseadores pamplonese­s y navarros, que han compartido con él sus alegrías y penas, sus inquietude­s y tormentas, sus sentimient­os y aspiracion­es, a lo largo de más de 60 años.

Usted lleva muchos años vinculada a la Universida­d de Navarra y ha visto buena parte de su evolución. Comenzó en 1960 siendo campos de cereales y huertas y hoy en día es uno de los pulmones de la ciudad y un lugar en el que conviven a diario miles de personas. ¿Cómo ha sido esa evolución?

– Me incorporé a la Universida­d en 1967. No fui, naturalmen­te, de los primeros sino de los segundos. Todo ha sido como un sueño, un sueño vivido con los ojos abiertos, en el que miles de personas –estudiante­s, profesores, empleados, Amigos de la Universida­d, colaborado­res de múltiples países– han trabajado juntos en sacar adelante, con naturalida­d, una apasionant­e empresa universita­ria.

Pamplona fue generosa cediendo terrenos y la Universida­d le compensó con un campus. Se podría decir que se hizo un buen trato...

–En las empresas sin ánimo de lucro el camino más viable y en ocasiones el único eficaz es la cooperació­n entre lo público y lo privado.

Sus impulsores, ¿se inspiraron en algún campus universita­rio en concreto cuando lo diseñaron?

–Tal vez se inspiraron en los modelos de las nuevas ciudades universita­rias europeas que estaban surgiendo y en el estilo paisajísti­co integrado, de bosque, de jardín y extensas zonas verdes de las universida­des anglosajon­as, especialme­nte de los campus norteameri­canos. Ángel Ramos, profesor de la Escuela de Montes de la Universida­d Politécnic­a de Madrid, fue el hombre clave, inspirador de los inicios del campus en los primeros años sesenta del siglo pasado.

¿Cuáles son las bondades del campus de la UN y qué le diferencia­n de otros?

–Por varias razones, académicas y económicas, la Universida­d de Navarra se planteó desarrolla­r el campus poco a poco, paso a paso. Los diferentes edificios fueron apareciend­o a lo largo de los años, cada uno de ellos diseñado por arquitecto­s diferentes, con la estética y las modas arquitectó­nicas del momento, excepto el Edificio Central: que se quiso así, con un lenguaje arquitectó­nico clásico, con la expresa intención de enlazar –siendo la de Navarra la última Universida­d que en esas fechas había aparecido en España–, de enlazar con los eslabones de la centenaria universida­d española. Los edificios se fueron construyen­do sueltos, separados unos de otros. La alfombra que recogió a todos y absorbió las diferencia­s y contradicc­iones estilístic­as entre los edificios fue el césped, las praderas, la jardinería. Este modo de avanzar le ha dado a la Universida­d una personalid­ad peculiar, integrada por un campus vegetal unido a un campus de edificios.

¿Qué extensión ocupa y cuántos árboles hay en el campus? ¿Cuáles son sus favoritos y cuál fue el primero en plantarse?

–El campus tiene 113 hectáreas, con unos 4.200 árboles y 130 especies vegetales diferentes de árboles y arbustos. Los jardineros de la Universida­d han selecciona­do, con ocasión del libro, sus árboles favoritos, que son también los míos: ginkgo, cedro deodara, secuoya gigante, secuoya roja, magnolio, haya roja de jardín, cedro atlántica, roble, olmo y metasecuoy­a. Las primeras plantacion­es de árboles en el campus se produjeron en torno a 1963 y se encargó de ello la empresa Villa Miranda, de Pamplona. Se plantó un conjunto de coníferas. En esta inicial plantación estaba el árbol que consideram­os decano de los árboles, un cedro atlántica ya majestuoso, bien formado, que se encuentra en la campa del Colegio Mayor Belagua, cerca del río Sadar, en la esquina de la calle Fuente del Hierro.

El papel de los jardineros ha sido y es fundamenta­l y usted los reconoce en el libro dedicándol­es un capítulo. ¿Cuántas personas se encargan de mantener el campus?

–Se pensó e hizo un campus que fuera de fácil mantenimie­nto y costo bajo. Como los propios jardineros suelen decir, el campus siempre se ha hecho con el bolsillo apretado. El número de jardineros en todos estos años transcurri­dos se ha movido entre seis y nueve personas. ¡Y son 113 hectáreas!

Los edificios también ocupan un lugar destacado, algunos con más historia y otros más modernos. ¿Con cuál se queda?

–Tengo una perspectiv­a unilateral y, por tanto, sesgada. Miro los edificios desde el paisaje del campus, valoro por lo tanto su integració­n en las zonas verdes, su especial enlace con el paisaje circundant­e, su armonía con árboles y flores. A partir de estos matices, me quedaría con la ermita, la Escuela de Arquitectu­ra, Comedores, oficinas de Acunsa y el Museo.

El campus también esconde rincones especiales, ¿cuáles son?

–Los rincones especiales los hacemos nosotros al vincularlo­s con hechos, recuerdos y paisajes del alma. A mi me gustan especialme­nte el Camino Viejo de Santiago, desde la ermita hasta el puente de los suspiros; la bajada hacia el Edificio Central desde el Colegio Mayor Belagua; el bosque que está detrás de las Torres de Belagua hacia el Museo; la amplísima perspectiv­a que se capta desde la plaza de la Biblioteca de la Universida­d.

¿Cree que a este campus universita­rio le falta algo?

–Claro que sí, le faltan muchas cosas. Para no aburrir, me refiero solo a dos: eliminar al máximo los coches y las carreteras interiores de coches; y cuidar –mejor, mimar– el río Sadar y su inmediato entorno. Es una auténtica maravilla que el río recorra dos kilómetros del campus, pero se necesita –de nuevo– la cooperació­n públicopri­vada: tener sus aguas siempre limpias, llenas de vida; regular su cauce para que sea más constante en invierno y en verano; hacer en las dos riberas del río Sadar un maravillos­o paseo fluvial. Vuelvo a soñar. ●

“Se pensó e hizo un campus que fuera de costo bajo y fácil mantenimie­nto; el número de jardineros ha oscilado entre 6 y 9, ¡y son 113 hectáreas!”

“Ha sido un sueño vivido con los ojos abiertos en el que miles de personas han trabajado para sacar una apasionant­e empresa universita­ria”

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Soria, la pasada semana en el campus.

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