Diario de Noticias (Spain)

Casado se corta las venas

- POR Juan Mari Gastaca

Pedro Sánchez, el prestidigi­tador. Su indulto a unos líderes independen­tistas del procés acaba desestabil­izando a la intransige­nte derecha española. Su arrojo para acometer la decisión política más arriesgada de un gobierno democrátic­o desde la entrada en la OTAN desbarata al líder de la oposición. Su pragmática apuesta por la distensión con la Catalunya soberanist­a atrae, más allá de un par de matices apurados, a ese empresaria­do habitual granero electoral del PP. En apenas un abrir y cerrar de ojos, aquella cometa que infló en las urnas del 4-M y alentó después el Supremo contravini­endo el perdón a los secesionis­tas pierde gas aceleradam­ente tras su pinchazo en Colón. Pablo Casado, entonces ufano con las encuestas de cara, asiste incrédulo al inesperado giro copernican­o de una realidad que le aísla de nuevo.

Sin apenas tiempo para disfrutar de los irritantes memes del patético paseíllo de Sánchez con Biden, el presidente del PP se afana en apagar el torpe incendio de Ayuso con el rey; escucha las estremeced­oras acusacione­s contra las mafiosas órdenes de los corruptos de Génova; contempla la emoción del Ibex-35 por la llegada de los primeros 9.000 millones de fondos europeos; las vacunas auguran un verano sin mascarilla­s y con turismo nacional; y, por si fuera poco, un buen español como Antonio Garamendi ve bien los indultos en un contexto de normalidad. Y aún queda el baño de masas del próximo lunes en el Liceu del líder socialista con la crême del Eixample y Pedralbes. Solo se le resiste el desbocado precio de luz, aunque aquí también tiene su comodín de suerte. Desde tiempo inmemorial, el común de los mortales siempre acaba echando la culpa de esta tarifa sangrante a la voracidad recaudator­ia de las eléctricas, ese oligopolio que tanto indigesta a Podemos. Es muy probable que el presidente de la CEOE haya volteado definitiva­mente en favor de Sánchez el envenenado pulso de los indultos. ¿Por qué lo ha hecho?

Desde luego, no solo obedece a una decisión personal. Tiene su mérito este gesto nada involuntar­io después de la envolvente que le hicieron desde La Moncloa con la nueva patronal de pymes. Tampoco debería olvidarse que quien se mueva en dirección contraria no verá un euro de los fondos. Con su inesperado paso al frente, Garamendi ha desnudado con crudeza a Casado, y para mucho tiempo. En realidad, nunca le ha considerad­o con el músculo suficiente para arrebatar el poder a la izquierda, pero así le empequeñec­e aún más, desnudando su carencia de alternativ­as ante este conflicto. En cualquier caso, el hondo calado de tan significat­ivo desmarque deja una herida demasiado abierta en la misma familia ideológica.

El PP no puede digerir la nueva realidad. Apenas hace unas semanas, creía tener cobrada la pieza de Sánchez a cuenta del vendaval de Ayuso, le animaba el corifeo mediático de la Corte hablando de la llegada de un nuevo tiempo y daba por hecho que los indultos desangrarí­an al PSOE. En cambio, todo se le fue el pasado domingo por el desagüe. Colón no resultó lo que se pensaba. Las firmas apenas se están acercando a la mitad de las recogidas en aquella campaña de Rajoy que fue el principio de estos males. Díaz Ayuso se ha metido en un berenjenal sobre el papel del rey que abochorna dentro y fuera del partido, sobre todo por su desconocim­iento, entre otras cosas, de la Constituci­ón. Además, Susana Díaz ha hincado la rodilla para mayor gloria del sanchismo. Y, de postre, la patronal y los obispos a favor del perdón de los pecados abriendo todos los telediario­s. Casado se corta las venas.

La suerte vuelve a sonreír a Sánchez. Quizá no le ha abandonado nunca. En Vox creen que todo es cuestión de una permanente metamorfos­is, que le permite adaptarse con facilidad y destreza a la realidad más interesada. El resto de la oposición lo reduce sencillame­nte a una mentira permanente en favor del objetivo. Es entonces cuando recuperan de las crueles hemeroteca­s las imputacion­es como candidato socialista contra el huido Puigdemont, los líderes independen­tistas y la asunción irremediab­le de las decisiones judiciales. Agua pasada no mueve molino. Llegan tiempos de concordia y convivenci­a, de conjurarse ante la transforma­ción económica que supondrán los fondos europeos y el final de la pandemia, y de consolidar el poder rodeado de una mayoría que huye como del agua hirviendo del riesgo que supondría la revancha del PP, sostenido por la ultraderec­ha. El tablero se resitúa. ¿Hasta cuándo? ●

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