2021, año del órgano de tubos
CARLOS ARTURO GUERRA PARRA, ÓRGANO Programa: obras de Sweelinck, Fisher, Farnaby, Aston, Fco. de Peraza, S. Aguilera de Heredia, , Jusepe Ximénez, José Lidón, y Jesús Maria Muneta. Programación: Asociación Musical Diego Gómez de Larraga, Gobierno de Navarra, Parroquia, Ayuntamiento y patrocinios (Suescun. Noveleta). Lugar: iglesia de San Miguel. Fecha: 20 de agosto de 2021. Público: muy buena entrada (libre).
En unos sitios más celebrado que en otros, -en Alemania mucho-, y que aquí no ha querido pasar desapercibido. Se leyó un manifiesto, al comienzo del concierto, resaltando el inconmensurable valor de estos instrumentos colgados de nuestras iglesias, y la dificultad de su mantenimiento por su coste económico. Pero ahí siguen, algunos, como el de Larraga, espléndidos, cada uno con su carácter –(de Isaba a la catedral). El rey de los instrumentos, se ha dicho; pero nuestro gran violinista Hernández Asiain, lo consideraba el “pontífice” de los instrumentos, reservando la corona terrenal para el violín. Ciertamente, el órgano, la música, hace de puente entre lo más terrenal y lo divino, de tal manera que, en su sonoridad, la frontera entre ambos mundos se difumina en aras de la elevación del espíritu. Es lo que ocurrió en el concierto de apertura a cargo del titular de la catedral de Cuenca, Carlos Arturo Guerra Parra, donde convivieron, -siempre en una excelsa interpretación técnica- la música palaciega y la litúrgica en su memento cumbre (Elevación), pasando por las descriptivas batallas (Jusepe Ximénez),
Ay el recogimiento de la asamblea (Muneta). El primer bloque de obras versa en torno a la danza, es más bien profana y evoca celebraciones de palacio. Balleto de Granduca de Sweelinck, ya exhibe la categoría del organista, al dar a la pieza un adorno de impecable ejecución, y una intensidad progresiva lograda a base de añadir registros, paulatinamente, hasta el tutti. La Chacona de Fisher, es elegante y rítmica, si, pero sin sofocar el paso. A Toy de Farnaby, es prodigio de sutileza, volátil, como el registro de pájaros que utiliza; la digitación clara y limpia, con el tempo apropiado para que el órgano responda a las agilidades. En Hornpype de Aston, saca registros originales del instrumento que siempre resultan nuevos: entre fagote y chirimía, con texturas de lengüeta y nasalidad. Ni una nota fuera de su sitio, en el contraste grave y agudo de mano izquierda y derecha, respectivamente. Hemos escuchado a grandes organistas en este ciclo, pero, de Arturo Guerra Parra, vamos a recordar, además, las dos improvisaciones que nos llevan, en un salto sin precedentes, de la música renacentista o barroca, a la música electroacústica. Soberbia
idea y ejecución. Sobre el final de la obra de Aston, sin quitar la mano del teclado, Guerra, juega con los registros –algunos a media asta-, hasta sacar al órgano su respiración, -expiración- más íntima: sin melodías, sin medida, en un alarde de control del sonido puro producido por esos extraordinarios pulmones metálicos (Improvisación I). En la Improvisación II, con la misma técnica, fuerza más al instrumento, sacando los registros, poco a poco, hasta su extremo; es un total dominio del fuelle. Magnífico. Los tientos de Peraza y Heredia, dentro de las versiones más canónicas. La Batalla de Ximénez, muy clara en su planteamiento, ordenada en la distribución de las fuerzas, hasta que el sonido de clarines, provoca una andanada de registros hasta el brillante final. La Elevación es meditativa. Y le Tocata-fugueta y Final de Muneta es grandiosa en su comienzo; nítida en el pasaje fugado, y de grosor solemne en le final; Muneta siempre cumple con la tradición de esa sonoridad tan organística, que lo llena todo. De propina Ph. Glass, y sus acristaladas series repetitivas, que, en el órgano, quedan más llenas que en el piano. ●