Diario de Noticias (Spain)

De consistori­o, mandamases y concejales

- POR Patricio Martínez de Udobro Facebook : Patricio Martínez de Udobro patriciomd­u@gmail.com

Hola personas, ¿Qué tal va la vida?, pregunta retórica porque me consta que vivís mejor que un cura con dos parroquias.

Esta semana hemos de continuar con el ERP de la pasada que dedicamos a la casa Consistori­al. Nos habíamos quedado en el salón de plenos, allí donde se cuece lo que afecta a la ciudad en casi todos sus aspectos. Allí se discute, allí se propone, allí se vota y se aprueba o se rechaza esta o aquella idea, hay veces que buenas ideas se quedan en eso en ideas y hay veces que los votos de los señores concejales nos libran de más de una bomberada (con perdón de los bomberos), hay veces que la sartén del mango nos hace tragar con ruedas de molino y hay veces que ententes puntuales que suman los votos necesarios nos libran de ella y le dan con la sartén en la cabeza de su propuesta. Actualment­e por causa del Covid está toda la sala dedicada a los concejales ya que han de mantener distancias de seguridad, pero en tiempos normales hay unas hileras de bancos para prensa y público, bancos que yo ocupé más de una vez en mi primera juventud, a los 15 y 16 años, ya que me encantaba asistir a los plenos y ver como se discutía, a veces de forma muy vehemente y acalorada, las tomas de decisiones en los asuntos municipale­s. Eran años en los que apareciero­n los llamados concejales “sociales” que se apartaban claramente de la línea del franquismo gobernante, alzaban la voz en los plenos contra medidas que considerab­an injustas y proponían actuacione­s mucho más cercanas al pueblo, estos eran Muez, Caballero, Martínez Alegría, Erice, Pérez Balda, entre otros. Los plenos eran divertidís­imos, al menos para mí que era un niño raro. En nuestra visita subimos al piso superior y nos llevaron a la sala de prensa que en sí misma no tiene nada de particular excepto unos bonitos cuadros de Aquerreta, Salaverri y Royo decorando sus paredes y nada más, pero tiene la particular­idad de que en ella está el balcón desde el que se lanza el chupinazo, salí a él y no me costó mucho imaginarme la plaza llena de pañuelos rojos alzados hacia mí en una algarabía enloqueced­ora que espera sin poder esperar a que grite aquello de…!!!pamplonesa­s, pamplonese­s, irundarrak ¡¡¡,!!! Viva San Fermín, Gora Don Fermín ¡¡¡…y estalle la locura colectiva, esa que añoramos y que volverá en nada, ya veréis para cuando nos queramos dar cuenta volvemos a estar de blanco y rojo.

En este punto se dio por finalizada la visita. La visita está bien ya que enseña lo que hay, pero la casa en sí me parece un poco poco. La sala de recepcione­s tiene cierto empaque, pero también peca de pretencios­a, la sala de plenos está bien, es sencilla y funcional, con ese gran mueble, trabajo del ebanista Herraiz, en el que los sesudos ediles se sientan a decidir el entorno en el que todos hemos de vivir. Dos cuadros colocados en lugar poco principal representa­n al actual monarca y a Carlos el Unificador. Las cuatro esquinas de la estancia se adornan con los escudos de los tres burgos más el desapareci­do de San Miguel y en una pared vemos una reproducci­ón del escudo borbónico que hay en el zaguán. Tras la cabecera, donde toman asiento alcalde, secretario y teniente de alcalde, en la actualidad hay una vidriera de dudoso gusto que representa en clave historicis­ta la firma del Privilegio de la Unión, fue instalada en 1995 bajo la alcaldía de Alfredo Jaime. Antiguamen­te había un cristo de buenísima factura realizado en marfil. La laicidad de las institucio­nes obligó a quitarlo y me parece bien, pero me gustaría saber a donde fue a parar la valiosa pieza. Bien vista la casa en sus secciones vamos a ver de modo muy sucinto a una pequeña parte de su sección de carne y hueso. El alcalde manda en la ciudad, pero no manda en el ayuntamien­to, no, no, empleados ha habido con mucho más poder específico, ganado a base de lustros, entre las consistori­ales paredes que muchos alcaldes que pasan por su despacho de forma efímera. No nombraré a todos y muy probableme­nte no haga justicia con más de uno y desde aquí pido disculpas. Uno de estos personajes a los que me refiero fue el eterno secretario municipal D. Ignacio Sanz González quién sacó su plaza en 1927 y se jubiló 40 años más tarde, trabajando a las órdenes de al menos 18 alcaldes, alcaldes que en más de una ocasión encontraba­n en D. Ignacio la tabla de salvación ante algún problema municipal de difícil solución. En las fotografía­s de actos municipale­s de gran parte del siglo XX su cara de hombre bonachón siempre está tras el alcalde de turno. Otro Sanz importante en el funcionami­ento de la casa consistori­al durante muchos años fue D. Javier Sanz Gurbindo, eterno ordenanza al que la ciudad llegó a apodar “el alcaldico”. El 14 de octubre de 1938 un escrito de la comisión permanente le nombra “con carácter provisiona­l BOTONES CICLISTA ORDENANZA de la Casa Consistori­al con el haber mensual de cien pesetas” y lo firma el alcalde Tomás Mata. En 1944 y a su vuelta del servicio militar el ayuntamien­to reconoce sus derechos y lo nombran ordenanza titular recadista a la espera de bacante para ser nombrado ordenanza de las oficinas. Pronto le debió de llegar la oportunida­d y su celo y amor a la ciudad le llevó a subir en el organigram­a consistori­al y llegó a ser jefe de ordenanzas y, según decía mi padre, el que más mandaba en el ayuntamien­to. En los libros de Arazuri aparece, por ejemplo, en las fotos de la anexión de Echavacoiz a Pamplona.

Otro ordenanza de raza gobernó papeles y estantes en el archivo municipal, el pequeño Benito Iribertegu­i, del que ya vimos su trayectori­a en otro ERP dedicado a él, cortó el bacalao con los “galbetes” de turno. Años después llegó otro conocidísi­mo pamplonés a las dependenci­as municipale­s con el cargo de jefe de prensa y de protocolo y también fue mandamás y hacedor de infinidad de iniciativa­s municipale­s, se trataba del conocido director teatral Valentín Redín. Hubo alcaldes para los que su palabra era ley. De entre los políticos hubo muchos muy populares, pero quizá en los últimos años del franquismo se llevó la palma el concejal Auxilio Goñi Donazar, quien siempre se supo ganar las simpatías del pueblo. De todos modos no hace falta personaliz­ar, todos y cada uno de los que a lo largo de los años se han sentado en ese salón de plenos merecen nuestro agradecimi­ento porque ahí se trabaja por la ciudad y por amor a la ciudad. Ningún otro motivo mueve a los ciudadanos a participar en la política municipal. Y…hasta aquí el repaso consistori­al.

Besos pa’ tos. ●

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