El perdón, la poesía y lo incomprensible
de cama y maledicencia. Los amantes de Sanssoon nos privan de lo mejor de su obra y si algo debería perdurar, no son sus frustrantes relaciones homosexuales en tiempos de enorme dificultad para la libertad sexual, sino sus pensamientos y composiciones mucho más relevantes que algunos de sus devaneos amorosos.
Probablemente, con menos intensidad emocional y más profundidad en lo que germina en su interior, estaríamos hablando de una obra magistral. No lo logra pero pese a eso, su deslumbrante arranque y su inquietante y espeluznante grito final envuelven elipsis magníficas y un inolvidable ensayo sobre el envejecimiento, la fama y la soledad.
LA HISTORIA HERMÉTICA El tercer filme de la sólida segunda jornada del SSIFF tuvo como protagonista a una buena conocida en Donostia, Lucille Hadzihalilovic, compañera de Gaspar Noé y autora muy considerada en el género fantástico. De hecho, Earwing se inspira directamente en la novela gráfica de Brian Catling y se reitera en lo ya mostrado en sus dos anteriores largometrajes, Innocence y Evolution.
Siempre amiga de las sombras y lo inconcreto, no resulta sencillo sintetizar la trama que viste lo que Earwing contiene. Probablemente porque lo que aquí aguarda al espectador quiere permanecer en el terreno de lo inexplicado.
Lo evidente, lo incuestionable, es que Hadzihalilovic dispone ese cuento entre dos secuencias memorables. La primera encierra un misterio que engarza todo ese complejo e impenetrable anecdotario. En ella, una niña lleva un aparato bocal de formas góticas y sentido enigmático. La sinopsis habla de que tiene dientes de hielo, pero el engranaje del que se sirve una figura paterna sacada de la tradición de los Mad Doctor no revela explicitud alguna. La última secuencia también tiene a los dientes como centro fundamental. Se trata de una escena de canibalismo desgarrador (literal y simbólicamente) que culmina un largo proceso kafkiano.
Eso lo convierte en un filme errrático que tan pronto parece pedir prestada su inspiración a David Lynch como acude al legado de escritores como Thomas Ligotti. Pese a saber convocar una puesta en escena inquietante hasta la fascinación, Hadzihalilovic aquí carece del sentido del ritmo y de la capacidad de sugerencia de las fuentes referidas de las que ella bebe sin disimulo, pero sin lograr cohesionar un discurso propio.
Demasiado radical en su planteamiento y con un ADN indudablemente de género fantástico, Earwing probablemente esté en el festival equivocado. Aunque viendo su alarmante anemia narrativa, quizá ante el público de la Semana de Terror, algo más afín, la directora francesa hubiera recibido una lluvia de intervenciones de las que no se olvida en años. ●