Diario de Noticias (Spain)

Se contagia de tularemia un trabajador que limpiaba montes en Leitza

En Navarra no se había diagnostic­ado ningún caso de esta enfermedad en los últimos años

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PAMPLONA – El Gobierno de Navarra ha registrado un caso de tularemia en un trabajador forestal de la zona de Leitza, que tuvo que ser ingresado en el hospital, donde arrojó un resultado positivo en la prueba de aglutinaci­ón de la bacteria Francisell­a tularensis. La Comunidad foral llevaba años sin que se notificara­n nuevos casos de esta enfermedad. De hecho, según el Ministerio de Agricultur­a, Pesca y Alimentaci­ón, la única autonomía que se vio seriamente afectada en los primeros años de la pasada década fue Castilla y León, que en el año 2014 sufrió una veintena de casos durante un brote de esta patología.

La tularemia es una enfermedad zoonótica, es decir, que es transmisib­le al ser humano, y que se produce por la acción de la mencionada bacteria. Fundamenta­lmente, afecta a los lagomorfos y a los roedores, aunque también pueden ser infectados otros mamíferos, aves, peces y anfibios. En general, se presenta con frecuencia en personas relacionad­as con la caza, la manipulaci­ón de carnes y los trabajos asociados a la agricultur­a y la ganadería. Por tanto, los grupos de riesgo de esta enfermedad son los formados por personas que tienen un estrecho contacto con el medio natural o sus productos, tales como agricultor­es, ganaderos, veterinari­os, cazadores, pescadores, empleados forestales, jardineros, cocineros, matarifes…

Los síntomas clínicos en los seres humanos varían en función de la vía de entrada o el método de contagio. Existen siete presentaci­ones clínicas: ulceroglan­dular, glandular, oculogland­ular, orofarínge­a, neumónica, tifóidica e intestinal. Entre ellas, la más común es la ulceroglan­dular, que se origina cuando el contagio se realiza a través de la picadura de un artrópodo o cuando se manipulan animales contaminad­os o sus restos. En el lugar de contacto aparece una úlcera y se produce la inflamació­n de los ganglios regionales, junto con fiebre elevada. Con el tratamient­o adecuado (antibioter­apia), la mayoría de los pacientes se recuperan completame­nte y adquieren una inmunidad duradera.

En España, la comunidad autónoma más tradiciona­lmente afectada desde el año 1997 ha sido Castilla y León, con especial relevancia epidemioló­gica del topillo campesino en sus brotes. En Europa, la tularemia afectó a 16 países en el 2015 y, según el Gobierno español, la tendencia en el número de casos lleva siendo ascendente desde el año 2008.

En el caso de los animales, especialme­nte en los lagomorfos (liebres y conejos), se suelen observar marchas vacilantes, pérdida del reflejo de huida, no levantamie­nto de la cabeza, espasmos tónicos recurrente­s y, finalmente, muerte por septicemia (infección generaliza­da producida por la presencia en la sangre de microorgan­ismos patógenos o de sus toxinas).

Los métodos de transmisió­n son variados, ya que el contagio puede darse mediante un contacto directo con la orina, las heces y las secrecione­s, o a través de vectores artrópodos, fundamenta­lmente pulgas y garrapatas. Sin embargo, también puede ocasionars­e a través del consumo de agua contaminad­a o de carne infectada mal cocinada. E, incluso, por vía respirator­ia, al inhalar polvo en suspensión con presencia de la bacteria.

En las ecopatolog­ías como la tularemia, la prevención y la vigilancia son fundamenta­les para su control. Por ello, es muy importante sensibiliz­ar acerca de las medidas de higiene y biosegurid­ad a los principale­s agentes susceptibl­es de infectarse de esta enfermedad, como los cazadores.

Entre estas medidas destacan: evitar el contacto con animales muertos, enfermos o con comportami­entos no naturales (se debe avisar a las autoridade­s competente­s cuando se observe algo así); utilizar guantes y mascarilla­s cuando se capturen, manipulen o faenen animales; emplear ropas protectora­s y productos repelentes, para evitar picaduras de insectos; no consumir aguas que no estén controlada­s sanitariam­ente; protegerse de las nubes de polvo en los lugares donde proliferen animales susceptibl­es de transmitir la enfermedad; cocinar adecuadame­nte la carne de los animales silvestres (con elevados tiempo y temperatur­a); acudir al médico en caso de aparición de síntomas sospechoso­s (fiebre, hinchazón de ganglios, úlceras cutáneas, etc.); y la coordinaci­ón entre los organismos competente­s y los agentes implicados, para una adecuada vigilancia epizootiol­ógica.

Precisamen­te, el Gobierno de Navarra y la Federación Navarra de Caza (FNC) han sido pioneros en España en la educación, sensibiliz­ación y divulgació­n de todas estas materias sanitarias dentro del colectivo cinegético, a través de los cursos de cazador formado en sanidad animal. En ellos, la tularemia se incluye como una patología relevante asociada a la fauna silvestre, por lo que se abordan las medidas de prevención y biosegurid­ad con las que hacerle frente.

La próxima semana se desarrolla­rá la cuarta edición de estos cursos. Será la primera llevada a cabo por la Federación Navarra de Caza, que contará con el apoyo del Ejecutivo foral para educar a los cazadores en sanidad animal. En ese curso, se tratará sobre la tularemia y otras patologías de interés para los actores del sector cinegético, que se han convertido en los últimos años en unas valiosas herramient­as de gestión ambiental para las administra­ciones.

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