Diario de Noticias (Spain)

La huella en la red no tiene fecha de caducidad

‘ARTHUR RAMBO’, EL ÚLTIMO FILME DEL FRANCÉS LAURENT CANTET, PLASMA LAS CONSECUENC­IAS DE LO QUE SE ESCRIBE EN LAS REDES SOCIALES, AL TIEMPO QUE PONE EL FOCO EN LA BRECHA SOCIAL EXISTENTE EN EL PAÍS GALO

- Un reportaje de Uxue Garro Fotografía Iker Azurmendi

Se tiene la sensación de que internet es temporal y translúcid­o; que si se espera lo suficiente, las palabras y la huella dejada se evaporan, como la niebla mañanera de la que en un par de horas no hay ni rastro y solo asoma un brillante sol. Pero la red, y más concretame­nte las redes sociales, han demostrado ser un archivo impasible para guardar hasta el menor resquicio de lo que alguien haya podido escribir, opinar y a veces, tristement­e, escupir. Queda claro en Arthur Rambo, el último trabajo del director galo Laurent Cantet, donde el protagonis­ta queda condenado socialment­e a poco menos que el ostracismo cuando salen a la luz sus deleznable­s tweets homófobos, misóginos, antisemita­s, e islamófobo­s del pasado.

La película se estrenó ayer en la Sección Oficial del Zinemaldia, con una posterior rueda de prensa en la que participar­on el director, el actor protagonis­ta, los guionistas y la productora.

Conviene entrar en contexto, para entender mejor el argumento de la historia. El protagonis­ta es Karim, interpreta­do por el actor Rabah Naït Oufella, francés de ascendenci­a argelina y habitante de uno de los barrios del extrarradi­o parisino. Tiene una web TV –o lo que es lo mismo, un canal de televisión que se retransmit­e por Internet– junto con compañeros y compañeras de su vecindario y consigue publicar un libro donde narra la vida de su madre, que dice, es reflejo de la de tantas mujeres migrantes de Argelia de esa generación. Karim se encuentra en su momento más dulce, con la editorial a punto de sacar la segunda tirada de su obra, entrevista­s en medios casi diarias y hasta una directora queriendo comprar los derechos para llevar la historia al cine.

Ahí sucede el plot twist (giro en la trama) en la vida de Karim. Salen a la luz los tweets que ha ido publicando a lo largo de varios años bajo el seudónimo de Arthur Rambo, su careta virtual con la que despotrica contra el colectivo LGBTI, las mujeres y, principalm­ente, los judíos. Él argumenta que se trata de una sátira, una provocació­n para que la gente reaccione y que nada de lo vertido en esa cuenta de Twitter es su pensamient­o propio. Pero su reputación ya está herida de muerte y en menos de 24 horas se le van cerrando todas las puertas que se le habían abierto poco a poco en el círculo intelectua­l francés, que, como en casi todo Occidente, se trata de un entorno abrumadora­mente blanco y burgués.

Cantet se pronunció en torno a la “simplifica­ción” del mensaje en redes, algo que le provoca “miedo” y que da también “lugar a mucha violencia”. Y esa misma violencia se refleja en el filme, en las crueles palabras de los tweets, que aparecen escritos directamen­te sobre la pantalla de cine, pero también en la frialdad de esa parte de la sociedad que da la espalda a Karim con la misma facilidad con la que lo había encumbrado, y también en la rabia e incapacida­d emocional que muestran parte su familia y demás entorno cuando todo sale a la luz.

Oufella declaró no ser “muy partidario” de las redes sociales, algo que, visto lo que le sucede a su alter ego en la ficción, parece hasta lógico. La construcci­ón de un personaje ciertament­e complejo, o al menos, con aristas, y del cual el actor confesó que “hablaron mucho” Cantet y él mismo, “para saber qué dirección darle”.

El papel de Karim no surgió de la nada, ya que está basado en Mehdi Meklat, un bloguero francés al que sus mensajes de Twitter del pasado se le cayeron encima, coincidien­do con la publicació­n de uno de sus libros, lo que lo convirtió en parte de lo que se conoce como la cultura de la cancelació­n; es decir, se le negó por diferentes esferas de la sociedad seguir siendo parte visible y pública de la misma.

Más allá de la existencia efervescen­te del mundo digital, sería cuanto menos interesant­e plantearse dónde está o si existe un límite entre la provocació­n y la libertad de expresión, entre la ofensa y la tolerancia. Si se puede salvaguard­ar toda palabra de odio, aunque se declare como sátira, bajo el paraguas de la libertad o si hay que dejar de ser tolerantes con la intoleranc­ia, por el peligro a que esa broma deje de serlo y se convierta en real. Además, y sin hacer mucho spoiler, la película muestra con una cruda claridad en su final que, sin las herramient­as educativas y emocionale­s necesarias, algo que muchas veces depende de la clase social y de ser rico o pobre, la sátira no se percibe como tal, lo que puede abocar a la pérdida de esa misma libertad de expresión tan preciada en las redes. ●

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El actor protagonis­ta de ‘Arthur Rambo’, Rabah Naït Oufella, y el director, Laurent Cantet, ayer.
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