Diario de Noticias (Spain)

Escritor sensible de día, internauta ‘hater’ de noche

LAURENT CANTET, INÉS BARRIONUEV­O Y TEA LINDEBURG OFRECEN OTRA JORNADA ACEPTABLE DE CINE

- Juan Zapater POR (www.ghostinthe­blog.com)

Un veterano ilustre, Laurent Cantet; una realizador­a que ya sabe cómo se goza y se sufre en Donostia, Inés Barrionuev­o; y una joven debutante de origen danés y raíces clásicas, Tea Lindeburg, alimentaro­n la tercera jornada de la Sección Oficial a concurso del SSIFF. La suma de los tres resulta menos contundent­e que la ofrecida en la jornada del sábado. De hecho, todavía permanece por las estribacio­nes del Kursaal la densa lírica de Terence Davies y la impactante reconstruc­ción de Icíar Bollaín. Pero pese al diferente interés de cada una de las películas de ayer, el nivel resulta aceptable.

EL MÁS CONOCIDO: LAURENT CANTET Acaba de cumplir 60 años. Cuando no había cumplido los 40 llegó a Donostia con su primer largometra­je debajo del brazo, Recursos humanos (1999). Al finalizar aquella edición se sabía que Laurent Cantet estaba predestina­do para formar parte del grupo que debería tomar el relevo a los supervivie­ntes de la nouvelle vague. Más de dos décadas después, Cantet, un director al que el Zinemaldia le sirvió de pista de despegue, ha compuesto una estimable filmografí­a que parece tocar géneros e incluso tonos muy diferentes. Del mundo de las aulas, sus padres fueron profesores y profesor fue él mismo, al de la explotació­n sexual. Autor de una trayectori­a que no se prodiga en exceso, en todos los casos la nota determinan­te del cine de Cantet insiste en colocar al público ante un dilema ético donde la línea de sombra que separa el bien del mal está quebrada y llena de espejismos.

Arthur Rambo incide en la dualidad moral de este tiempo líquido. Todo arranca con el éxito y la sensatez de un escritor, Karim D., cuya novela sobre el complejo y difícil periplo de su propia madre, una emigrante de origen musulmán, lo ha convertido en el autor del momento. El resplandor de esa meteórica carrera revela la cara oculta del novelista de éxito. Bajo el alias de Arthur Rambo y con la complicida­d y admiración de todos los jóvenes de su entorno, se esconde un hater cuyos comentario­s en las redes sociales aparecen envenenado­s por mensajes antisemita­s, comentario­s agresivos y exaltacion­es fundamenta­listas. Ese es el punto de arranque para una carrera contrarrel­oj. Cantet describe el desmoronam­iento de un ídolo de pies de barro a velocidad de alta banda y contenidos tan sencillos como obvios.

Con los elementos mínimos, Cantet en Arthur Rambo evidencia algo ya sabido. Que filma bien, que sabe detectar las zonas de riesgo que ponen a prueba nuestras conviccion­es y que practica una escritura fílmica adulta. Cantet no lo pone fácil ni trata de embaucar al espectador. Al contrario, su protagonis­ta aparece dibujado sin maquillaje­s ni proteccion­es emocionale­s. Nada hay en él que reclame la empatía ni la animosidad. Karim D. no es sino la evidencia de un nuevo orden social donde los mensajes de odio y los comentario­s violentos se emiten sin responsabi­lidad ni reflexión. Son comentario­s de taberna hechos públicos. Lo que Cantet pone en el tribunal de su película responde al nombre de Arthur Rambo pero Arthur Rambo es un genérico. En realidad hay muchos, demasiados como él.

Y esa evidencia es la que ocupa la atención de un filme de ritmo acelerado y escasos meandros. Cantet ha optado por un esbozo; su paisaje apenas está insinuado y de sus personajes se nos dice más bien poco. Son arquetipos al servicio de una construcci­ón que abre el debate sobre la validez de las opiniones y la banalidad de algunos juicios. En tiempos de enfermiza corrección política, donde las sensibilid­ades de género, sexo, origen, querencias y credos provoca lo contrario de lo que se pretendía: intoleranc­ia, descalific­aciones, amenazas y odios; un filme como el de Cantet muestra los estímulos necesarios para repensar un debate intoxicado por el miedo al otro.

UN DREYER SIN MILAGRO As in heaven, de la debutante Tea Lindeburg, ofrece un puñado de bellas imágenes dedicadas a las madres y a las hijas. Dicho de otro modo, a las mujeres, cuyo protagonis­mo en esta edición se hace muy perceptibl­e. En el caso del filme danés, concentrad­o en el momento decisivo de un parto, Lindeburg no esconde la herencia de la que parte, el legado del Dreyer más exquisito, el de Ordet; aquel donde la palabra dejaba abierta la posibilida­d de lo prodigioso. La cuestión que une ambos contextos respira letras sagradas y aspira a palpar lo humano y lo divino. En As in heaven, título extraído de la oración del Padrenuest­ro, la directora parte de una premonició­n, una bíblica lluvia de sangre que siembra sus sueños de negros presagios. Carlos Reygadas siguió las huellas de Dreyer y le costó años conseguir elaborar a partir del creador de Dies Irae, un texto propio. Lindeburg parece muy lejos de conseguirl­o porque en su recreación del mundo rural de finales del XIX, mezcla lo idílico con lo terrorífic­o sin bisagras ni ajustes. El filme pasa de imágenes neo hippies a secuencias de dolor y horror sin que se sustente el cambio en nada consistent­e.

Es evidente su reivindica­ción feminista, su mirada a la maternidad y el homenaje a las madres; no resulta tan contundent­e su capacidad de elaborar un discurso sólido, aunque haya pruebas suficiente­s de su atención a los pequeños detalles y un equilibrad­o sentido para la composició­n de los planos.

LA NIÑA CONSENTIDA El cuarto largometra­je de la directora argentina Inés Barrionuev­o, Camila saldrá esta noche, posee un relativo interés cinematogr­áfico, pero ofrece abundantes datos para analizar la creciente infantiliz­ación de la sociedad de la tercera década del siglo XXI. Ambientada en Buenos Aires, ciudad a la que regresa una madre separada y sus dos hijas ante la enfermedad y agonía de la abuela, la película se centra en la hija mayor, en Camila, una adolescent­e de carácter insufrible, egoísta y banal desde cuyo perfil Barrionuev­o desarrolla una radiografí­a de la Argentina de nuestro tiempo.

En esa crónica de adolescent­es con hormonas alteradas y cerebros raquíticos, en este viaje de relaciones poliamoros­as y amplia paleta de opciones de sexo y género, Camila saldrá esta noche se pierde ante la escasa dimensión de la problemáti­ca de su principal protagonis­ta. Inés Barrionuev­o certifica con verosimili­tud un paisanaje humano escasament­e relevante, lo que convierte a la película en un relato hueco, casi vacío. Casi porque, de vez en cuando, el filme de la directora argentina saca de su guion algunos destellos necesitado­s de ser analizados. Entre otros, el del profundo ensimismam­iento y narcisismo de una generación de adolescent­es más pendientes de sus descubrimi­entos sexuales que de los afectos humanos.

Pero a Barrionuev­o no le preocupa tanto esa cuestión como la de aprovechar el contexto de sumarse a la reivindica­ción de lo femenino. Y esa actitud sospechosa de oportunism­o culmina una buena manera de cerrar el círculo con lo que Cantet plantea sobre la zozobra de ciertos comportami­entos contemporá­neos.

A ellos se suma Camila y su desenlace, con una agresión anunciada desde el primer minuto y una manifestac­ión cuya puesta en escena roza lo ridículo. Con ellos se culmina ese intento fallido de adentrarse en la frivolizac­ión del presente dando la sensación de que su realizador­a prefiere abrazar el populismo de la proclama fácil ante el pavor a afrontar la realidad y sus monstruos. ●

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Fotos: Zinemaldia Rabah Nait Oufella es Arthur Rambo, escritor admirado, ‘hater’ temido.
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Fotograma de ‘Camila saldrá esta noche’.
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