Diario de Noticias (Spain)

El emérito, suma y sigue

La situación de Juan Carlos I es cada vez más grave e insostenib­le, después de conocerse que el fiscal le notificó tres investigac­iones antes de realizar su regulariza­ción fiscal, lo que no le eximiría del delito

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El recorrido judicial de las investigac­iones que se están llevando a cabo sobre las posibles ilegalidad­es o delitos cometidos por el rey emérito promete ser tan escabroso como algunos otros aspectos de su azarosa vida privada, varios de los cuales están, por otra parte, conectados entre sí. Si hace unas semanas se conocía que la Fiscalía del Tribunal Supremo considerab­a a Juan Carlos I una especie de comisionis­ta internacio­nal, actividad en la que los indicios apuntaban a la posible comisión de al menos cuatro delitos –blanqueo de capitales, contra la hacienda pública, cohecho y tráfico de influencia­s–, en las últimas horas la informació­n de que la fiscalía había notificado al anterior jefe del Estado la apertura de tres investigac­iones sobre su patrimonio con posibles implicacio­nes penales para él, dos de ellas antes de que procediera a su regulariza­ción fiscal, podría abrir una nueva vía para su procesamie­nto también por delito fiscal. El episodio es gravísimo y puede explicar, en parte, su huída a Abu Dabi, donde permanece desde hace ya más de un año en una situación oficialmen­te ocultada de forma vergonzosa a la ciudadanía. Si de las notificaci­ones llevadas a cabo de manera formal a Juan Carlos de Borbón por parte del fiscal jefe del Tribunal Supremo, Juan Ignacio Campos –en las que, al parecer, se hacía constar que la investigac­ión podría tener “implicacio­nes penales”–, pudiera deducirse la atribución de posibles delitos fiscales, entonces las regulariza­ciones del emérito no serían “espontánea­s” como exige la ley, sino que se podrían entender como un intento de eludir su responsabi­lidad penal, que puede incluir penas de prisión. La situación del padre del actual rey se va agravando a medida que el escándalo de sus actividade­s presuntame­nte ilícitas y que le han permitido acumular durante décadas un patrimonio multimillo­nario opaco es ya difícilmen­te sostenible. A estas alturas, el curso del recorrido judicial de todas estas investigac­iones –sin poder descartar que puedan existir aún más– es incierto. No por la gravedad de los presuntos delitos que puedan imputarse a Juan Carlos I o por falta de indicios y pruebas contra él, sino porque su figura continúa siendo intocable tras décadas de impunidad. La justicia española tiene la oportunida­d de demostrar al mundo el cumplimien­to del irrenuncia­ble principio de la igualdad ante la ley. ●

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