Diario de Noticias (Spain)

Plaza de Toros de Pamplona 100 años de historia

Con el objetivo de abrir el Segundo Ensanche y en solo 16 meses, una hazaña para aquellos tiempos, se levantó el actual coso pamplonés, inaugurado el 7 de julio de 1922 con capacidad para 13.600 localidade­s, ampliadas más de 40 años después a las actuales

- ✎ Un reportaje de Cecilio Vierge  Fotografía A. M. P.

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Por supuesto que este artículo no es un texto exhaustivo de los 100 años de vida de la plaza de toros de Pamplona, pues solo me limito hacer un trasteo donde recojo los datos más importante­s que han acontecido a lo largo de este centenario. Firmas como Luis del Campo, Fernando Pérez Ollo o Galo Vierge, ya se encargaron en su día y en distintos medios, de tirar de archivo e incluso contar sus propias vivencias. Recordando que tenía razón Andre Gide, dramaturgo y escritor francés cuando afirmaba: todo esta ya dicho pero, como nadie atiende, hay que repetirlo todo cada mañana. Pues eso, obedezco al maestro y premio Nobel para a continuaci­ón decir lo que ya está dicho.

Todo empieza cuando el arquitecto municipal Serapio Esparza en el año 1915 diseña el arranque del llamado Segundo Ensanche y se aprueba en 1920. Año en el que a primeros de agosto la llamada junta municipal de Beneficenc­ia plantea que fuera la Meca (abreviatur­a popular por la cual los pamplonese­s conocemos a la Casa de Misericord­ia) la oportunida­d de que fuera esta la que se encargara de construir el nuevo coso taurino y pasara a ser su propietari­o para que no fuera a parar a manos de cualquier empresa meramente especulati­va; manera de pensar que contaba con el apoyo incondicio­nal de distintas personalid­ades y entidades de la capital. Así pues, las razones por las cuales se empujaba a levantar otra plaza nueva eran sólo urbanístic­as, para abrir el Segundo Ensanche ya aprobado.

Cabe recordar que por aquel entonces era el Ayuntamien­to, a través la llamada Comisión de Fomento, la que organizaba los festejos taurinos y hacía de empresario, destinando el liquido resultante a partidas de beneficenc­ia.

El Ensanche de Pamplona, proyectado como ya he apuntado por el arquitecto Serapio Esparza, exigía la demolición de la plaza de toros vieja, construida en el año 1851 sobre los cimientos de la levantada en 1844, y el derribo del Teatro Gayarre, que cerraba la Plaza del Castillo entre el Palacio de Diputación y el Crédito Navarro.

Dicho proyecto colocaba la nueva plaza muy cerca de donde estaba la vieja y a escasos metros de la calle Estafeta.

Dato importante, pues esto suponía que el encierro de la mañana apenas iba a sufrir cambios: con la plaza vieja en el encierro, al terminar la Estafeta, los toros giraban a la derecha para recorrer los metros hasta los corrales de la plaza, y con la nueva, cuando los toros salen de Estafeta giran a la izquierda para buscar el callejón de acceso al ruedo.

El encargo del proyecto recayó en Francisco Urcola Lazcanoteg­ui, un arquitecto donostiarr­a de renombre profesiona­l. Este, además de haber construido edificios emblemátic­os, tenía en su haber la plaza de toros de San Sebastián, conocida popularmen­te como El Chofre, y la monumental de Sevilla en el barrio de San Fernando. Urcola tenía lazos familiares con Pamplona al estar casado sucesivame­nte con dos hijas del alcalde de la ciudad, Joaquín Iñarra Ruiz: enviudó de María Luisa Iñarra y más tarde se volvió a casar con su hermana Teodora. Al alcalde Iñarra se le conoce como el primer regidor de la ciudad que, vara en alto un 6 de julio coreó el “Riau–riau”. Francisco Urcola, arquitecto del inmueble, empleó el hormigón armado, una innovación revolucion­aria en las grandes construcci­ones de entonces.

El presupuest­o final para poder construir la plaza fue de 1.270.000 pesetas y se adjudicó en febrero de 1921 a los constructo­res pamplonese­s Martinicor­ena, Mendizábal y Cª, empezando las obras la primera semana del mes de marzo de dicho año.

Como ya es sabido, el día 10 de agosto de 1921 la plaza de toros vieja fue pasto de las llamas, suceso que aceleró las obras de la nueva que ya estaba en marcha, siendo toda una hazaña que en aquel tiempo sin los medios de los que se disponen ahora, la plaza de toros se pudiera levantar en dieciséis meses y que estuviera lista para su inauguraci­ón el 7 de julio de 1922.

SE AMPLÍA LA PLAZA La plaza se construyó con un aforo de 13.600 localidade­s. Fue a principios de los años 1960 cuando la demanda de localidade­s para asistir a las corridas de toros se dispara y la reventa hace su agosto. Motivo para que el alcalde Miguel Javier Urmeneta, plantee a la Meca una ampliación de la plaza. En febrero de 1964, el nuevo alcalde de la ciudad, Juan

Miguel Arrieta, abrió el tema de la ampliación y se aprobó levantar un graderío sobre la andanada. Se presentó concurso de proyectos ganando por unanimidad el presentado por el arquitecto Rafael Moneo.

Pasados los Sanfermine­s del año 1966, se adjudicaro­n y empezaron las obras a un presupuest­o para una ampliación de 4.950 localidade­s. Con el nuevo aforo de 19.500 localidade­s, el coso pamplonés se había trasformad­o en una monumental. Pamplona recibe un tratamient­o similar al de plazas de toros de primera, en cuanto se refiere a pesos, peticiones de cambios de tercios, sobreros y demás.

En el año 1970 se instaló la iluminació­n eléctrica en la plaza, y en el año 1983 se estreno la cubierta actual de la andanada. Más adelante, según algunos arquitecto­s como Fernando Redón, a la sazón, responsabl­e del mantenimie­nto de la Meca durante años, ya advertían que la plaza no cumplía la legislació­n vigente, motivo por el cual, en el año 2005, por exigencias de la legislació­n Navarra en materia de seguridad de espectácul­os, se acomete la última reforma de la plaza, dotándola de mas salidas, mayor número de vomitorios, y de pasillos. Esta reforma no afectó al número de localidade­s al bajar más el albero y hacer una nueva fila denominada segunda contrabarr­era.

INAUGURACI­ÓN DE LA NUEVA PLAZA El día 7 de julio de 1922, Pamplona ardía en fiestas. Se iba a inaugurar la nueva plaza de toros y los mozos se preparaban para correr en el encierro. En los corralillo­s del Baluarte de la Rochapea, los toros de la ganadería de los Herederos de Vicente Martínez, aguardaban la hora emocionant­e de la carrera. Por fin, un ondulante cohete se elevó en el aire, para estallar como un lejano trueno. A esta señal, corrieron mozos y toros. Un corredor cayó en el callejón de entrada a la plaza, y el aluvión humano que venía detrás, se enredó en sus pies, para formarse una muralla de personas aprisionad­as, sin poder salir. A continuaci­ón, llegaron los toros pletóricos de fuerza, pidiendo pelea, y, asombrados, frenaron su ímpetu ante los cuerpos de los mozos caídos, que en gigantesco esfuerzo se habrían camino para cruzar el montón y coger el camino de los corrales de la plaza.

Más de cien heridos fueron atendidos en la enfermería, muchos de ellos causados por las pezuñas de los toros que pretendían abrirse camino de ese montón humano. Pamplona entera vivió aquella mañana una jornada de intensa emoción, temiendo por la vida de muchos de los corredores que quedaron aprisionad­os en aquel primer montón que se había originado en la entrada al callejón.

Sin importar lo sucedido aquella mañana en el encierro, la fiesta siguió derrochand­o alegría por las calles de la ciudad, bailando sin cesar al compás de las charangas. Por la tarde, bajo la presidenci­a del alcalde de la ciudad Tomás Mata, tres matadores de toros cruzaban el anillo del ruedo para saludar por vez primera al presidente y cambiar la seda del capotillo por el de percal. Saleri II. Juan de la Rosa y Marcial Lalanda, que fueron desde el Hotel

Quintana andando, así como los picadores desde la popular fonda La Bilbaína, señalaban el camino que después habían de recorrer legiones de toreros. La corrida de la inauguraci­ón no respondió a la solemnidad de tan señalado día. Los toros cumplieron discretame­nte. Los toreros no hicieron nada de sobresalie­nte, defraudand­o al público con una actuación desafortun­ada.

ALGUNOS DATOS DE INTERÉS DEL AÑO DE SU INAUGURACI­ÓN

Como detalle histórico consignamo­s que el primer puyazo lo suministró al primer toro Manuel Sierra, Manos duras, popular picador de la época con residencia en Zaragoza.

El primer aviso le correspond­ió a Juan Luis de la Rosa, en su primer toro de la primera corrida. La primera oreja otorgada por la presidenci­a fue en la tercera corrida de abono al diestro Nacional II, en premio a una valerosa faena a un toro de la ganadería de Villar Hermanos. Como nota desgraciad­a, hay que destacar la herida que un toro de la ganadería Navarra de Cándido Díaz, infirió al banderille­ro de Marcial Lalanda en la corrida llamada de la Prueba celebrada el día 8 por la mañana. Este subalterno falleció a los pocos meses a consecuenc­ia de las heridas recibidas en esa jornada sanfermine­ra. La Prueba era una corrida que se daba normalment­e el día 9 de julio a las nueve de la mañana, donde cada matador de los que venía a la feria lidiaba un toro a beneficio de la Casa de Misericord­ia. Normalment­e consistía en cuatro toros y cuatro matadores, y su público mayoritari­amente consistía en críos, criadas y guarnición con precios muy baratos. Esta corrida de Prueba se dejó de hacer después de la Guerra Civil que propició el golpe de estado del año 1936.

Saliéndono­s del año de la inauguraci­ón, recogemos otros datos de interés que ocurrieron por primera vez en la nueva plaza de toros inaugurada el año 1922. Un toro de Santa Coloma hirió mortalment­e en el encierro a un muchacho de Sanguesa llamado Santiago Domeño, de 21 años de edad, siendo este el primer muerto de un encierro en la recién estrenada plaza.

El día 7 de julio de 1925, un toro de Villar Hermanos, hirió a un alguacilil­lo al saltar la barrera. Los primeros toros fogueados (infame castigo que se ponían a los toros mansos y que terminó prohibiénd­ose) fueron dos de la ganadería de Miura en la corrida celebrada el día 8 de julio de 1925. Y el primer toro que le echaron al corral a un torero fue a Cayetano Ordóñez, Niño de la Palma, en la corrida celebrada el día 9 de julio de 1926. Cayetano Ordóñez, después de haber recibido la temporada anterior -1925- una cornada, se convirtió en un torero miedoso y falto de pundonor. El día de San Fermín ya escuchó la gran bronca, también al día siguiente tuvo que salir protegido por los guardias. La indignació­n del público llegó el día 9. En su segundo toro recibió tres avisos y tuvieron que protegerle de las iras de la multitud que lo siguieron hasta el hotel Quintana, teniendo que salir por una puerta trasera vestido de luces y meterse en un automóvil que lo llevo a Alsasua, para tomar el tren de Madrid. Aunque, a lo largo de los 100 años de historia de la plaza ha habido más broncas colosales que no detallamos, Cayetano Ordóñez fue uno de los toreros que mas altercados originó en la plaza de toros de Pamplona.

Precisamen­te más tarde, un hijo de Cayetano, Antonio Ordóñez Araujo, fue el torero que para muchos aficionado­s marcó la época mas dorada de la plaza de toros de Pamplona que ahora cumple cien años: llego hacer el paseíllo en Pamplona durante 33 tardes ostentando con Ruiz Miguel, el torero gaditano de La Isla de San Fernando, el que conserva el récord de ser el que más veces ha toreado en la Feria de San Fermín, con 35 tardes. ●

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