Fuera de la ley

En alguna otra ocasión ya he traído aquí ese mítico verso de El Maestro: Pero para vivir fuera de la ley hay que ser honesto. Vamos, se puede interpretar perfectamente que dentro de la ley no haría falta ser honesto, algo de lo que tenemos ejemplos incontables. Pero para estar fuera dice que es estrictamente necesario. Yo, por ejemplo, creo que esto le pega a Djokovic. Vamos, la gente creo que una pedrada y ser antivacunas y hasta ser idiota profundo lo puede llegar a comprender. Pero ya la mentira es algo más enervante. Y el ser un aprovechado. O sea, si tienes unos principios sólidos y tal y estás en contra de algo firmemente lo suyo sería no poner el pie en un país que te obliga a vacunarte para poder entrar. Eso, que los principios o son sólidos o son gaseosos o líquidos. Los de Djokovic parecen ser de estos últimos, buscando todas las artimañas posibles y todas las mentirijillas para poder competir. Ayy, truhán, con lo pedazo de tenista que eres, tal vez el mejor de los tres que estáis en el top 3 de la historia. En todo caso, suceda lo que suceda, el serbio, que ya antes de esto no tenía ni el carisma del elegante Federer ni el del entregado y buen chico Nadal –es demasiado buen chico, desde Indurain en este país solo fabricamos buenos chicos–, seguro que va a lograr el apoyo eterno de unos pocos pero mucho más y en mucha mayor proporción el desprecio de bastantes más, básicamente porque a lo largo y ancho del planeta todos estamos hasta los propios huevos de límites, imposiciones, decisiones idiotas, restricciones, de la pandemia, del virus y de absolutamente todo. Y por eso nos da bastante asquito cuando ves a los que pueden hacerlo usar sus herramientas y poder para esquivar lo que al común de los mortales nos es recetado vía marcial. No es exclusivo de Djokovic, habrá por ahí millones de perrerías de las élites, pero el serbio la ha cagado. ●