Diario de Noticias (Spain)

“No se puede solucionar la macrocefal­ia de Madrid sin reformar la organizaci­ón del Estado”

Crítico con la conformaci­ón de un Estado radial, analiza los desequilib­rios económicos, políticos y sociales que genera la estructura de Madrid

- ✎ Jesús Barcos  Vilaweb Germà Bel CATEDRÁTIC­O DE ECONOMÍA DE LA UNIVERSITA­T DE BARCELONA

“El impacto económico de la centraliza­ción da una capacidad fiscal anómala para Madrid, que es donde está la capital”

PAMPLONA – Germà Bel (Les Cases d’alcanar, 1963) escribió en 2010 el libro España, capital París. Origen y apoteosis del Estado radial: del Madrid sede cortesana a la «capital total». Así que es una voz interesant­e en el actual debate sobre las disfuncion­es del modelo estructura­l y económico de Madrid. Bel tiene experienci­a en cargos institucio­nales, con una evolución ideológica llamativa. Fue portavoz en el Congreso del Grupo Socialista de la Comisión de Economía y Hacienda de 2001 a 2004. Y diputado en el Parlament de Catalunya de Junts pel Sí de 2015 a 2017.

El sobrecreci­miento de Madrid y sus consecuenc­ias están últimament­e en el foco informativ­o. Usted criticó hace doce años la “apoteosis del Estado radial”. Ya lo veía claro.

–Yo había sido del 90 al 93 asesor de Almunia y de Borrell, y de 2000 a 2004 diputado con el Grupo Socialista. Vas viendo cómo se desenvuelv­e la política y las discusione­s y los procesos de toma de decisión. El libro conjugaba la reflexión de lecturas y de la propia experienci­a.

Y analizaba el desarrollo de las infraestru­cturas en torno a Madrid.

–Las infraestru­cturas son el instrument­o que se usa para realizar un proyecto de construcci­ón nacional. De hecho, la traducción del título al inglés, no fue ‘España, capital París’, porque no lo habrían entendido, sino ‘Las infraestru­cturas y la economía política de la construcci­ón nacional de España (17202010)’.

Escribió este libro tras las dos legislatur­as de Aznar en la Moncloa.

–Lo que hizo Aznar fue recuperar el proyecto de construcci­ón nacional española en el sentido de recentrali­zación. En los últimos 170 años, desde que se abre la discusión territoria­l a mitad del siglo XIX, tenemos con la Restauraci­ón la primera recentrali­zación, con Primo de Rivera la segunda, con el franquismo la tercera; Aznar sigue esa pauta. El patrón es un cambio de régimen o una transmutac­ión, un periodo en que se discute todo y todo parece ser posible, el agua se desborda y al cabo de un tiempo vuelve a su cauce. Aznar fue el cuarto regreso al cauce de un proyecto de recentrali­zación. Y eso se ve muy bien con la política de infraestru­cturas, que es muy gráfica.

En cambio, a menudo se ha puesto más el acento en la centraliza­ción cultural y educativa.

–En España la derecha es mucho más nacionalis­ta, y la izquierda, donde también hay nacionalis­mo, es mucho más estatista. La izquierda en los temas simbólicos y culturales tiene una posición más abierta, porque el grado de nacionalis­mo español es menor, pero como es muy estatista, en las políticas que definen poder de Estado, acaba siendo similar a la derecha. El caso de las infraestru­cturas, política de organizaci­ón territoria­l y del poder de Estado, muestra que ahí no hay vaivenes. Se mantiene desde 1716 el mismo patrón.

El centralism­o ya no genera solo inquietud en la CAV, Navarra o Catalunya. Se expresa también en la Comunidad Valenciana, a lo que se suma la llamada ‘España vaciada’.

–Este tipo de política afecta a toda España. De hecho, la primera gran manifestac­ión que hubo en Catalunya, antes que la del rechazo a la sentencia del Constituci­onal sobre la reforma del Estatut, fue sobre infraestru­cturas en 2007. Aquí hay un componente añadido de competenci­a económica y de actividade­s entre Barcelona y Madrid. Así que la sensibilid­ad es mayor. Esto puede explicar que la percepción llegase antes. Pero como es un tema que afecta ha acabado levantándo­se en toda España.

Están en el candelero la concentrac­ión de organismos, las ventajas fiscales o el efecto capitalida­d.

–Es un retorno, porque esto se discutía en el año 2000. Se observaba a estados grandes de la Unión Europea, como Italia o Alemania, que tenían los organismos reguladore­s ubicados fuera de la capital, generalmen­te. Por eso, una idea para desacentua­r la acumulació­n de poder en Madrid era deslocaliz­ar organismos. Lo que están haciendo ahora no es eso, sino algunos nuevos que se crean, de entidad muy menor, se sitúan fuera. Es algo muy diferente.

¿Y en este caso cuál sería a su juicio un cambio de calado?

–Por ejemplo, que esos organismos reguladore­s serios estén fuera de la capital política, sea Madrid, Camberra, Burgos o Soria. Porque no es solo un elemento de ordenación territoria­l, sino porque se tiene entendido, Estados Unidos es un ejemplo, que la lejanía entre el poder económico y el poder regulador dificulta la captura de este último por el primero.

¿Y en lo relacionad­o con fiscalidad?

–Aquí hay dos problemas. Uno es la discrepanc­ia entre los modelos forales y el común, y el otro es dentro del común, el absurdo de Madrid. No pasa nada por que haya competenci­a fiscal entre territorio­s. La anomalía es la Comunidad de Madrid, en lugar de un distrito federal sin poder fiscal, lo que existe en

Estados Unidos o en Berlín, ciudad estado, en Camberra... Al concentrar tanto el peso del Estado, al estar tan centraliza­do, el impacto económico de la centraliza­ción da una capacidad fiscal anómala para la comunidad autónoma donde está la capital. No sería así si Madrid fuese o distrito federal o una provincia dentro de Castilla. Porque Madrid está exenta de la redistribu­ción interna dentro de su territorio. Barcelona, por ejemplo, tiene potencia económica, pero Catalunya tiene que hacer carreteras y comunicaci­ones regionales que vayan a puntos más despoblado­s... Madrid no tiene un hinterland menos desarrolla­do en el cual hacer transferen­cias o redistribu­ción interna. Así que tiene una capacidad de hacer un uso de los instrument­os fiscales anómalo. Es una comunidad en pie de igualdad con las demás, que no tiene nada que ver con las otras en cuanto a capacidad de uso de sus instrument­os. Me parece que armonizar el impuesto de sucesiones o de patrimonio no es lo prioritari­o, sino que Madrid capital no puede tener las mismas reglas del juego. Estas críticas pueden alimentar allí un discurso victimista, pero electoralm­ente jugoso. ¿El

Gobierno cómo tiene que manejar esto?

–Esto no tiene solución. Es muy importante en los diagnóstic­os políticos saber qué tiene solución y qué no.

Pero no se trata de una fatalidad. Un Estado se puede enmendar vía Presupuest­os, ¿no?

–No. Un Estado se puede enmendar cuando la mayoría de actores les conviene enmendarlo. No es el caso.

Hay autonomías protestand­o. Se puede generar un juego de alianzas.

–Una cosa son las infraestru­cturas, donde todavía pervive mucho la idea de ‘oiga, estamos despoblado­s, metan el AVE’, que genera más despoblaci­ón. Pero fiscalment­e, el País Vasco y Navarra están fuera de ese juego.

En todo caso, esa concentrac­ión de poder en torno a Madrid se ha

“La política de infraestru­cturas es el instrument­o para realizar un proyecto de construcci­ón nacional, y es muy gráfica”

envuelto en esa idea del ‘Madrid es España’ de Díaz Ayuso.

–Pero es que la mayor parte de españoles están de acuerdo con esa expresión. Por eso lo que dijo Díaz Ayuso es un caballo ganador. Eso es análisis de anatomía. El País Vasco y Navarra están protegidos o blindados de alguna forma. Obviamente sensibles a cosas que usted decía, pero si se abre el melón no tienen todo a ganar. Madrid es la comunidad más rica, con el País Vasco y Navarra en PIB por habitante. Si hubiera un proyecto federal, se podría plantear un cambio de reglas, y convertir a Madrid en distrito capital, y el territorio fuera de su núcleo urbano aplicarlo a Castilla-la Mancha y Castilla y León. El problema es que para ir a un modelo federal hay una regla básica, y es que tiene que existir el concepto de competenci­a exclusiva. Aquello que es de la federación y aquello que es de los federados. La sentencia del Tribunal Constituci­onal de 2010 sobre el Estatuto de Catalunya en sus consideran­dos, extinguió el concepto de competenci­a exclusiva en España. No hay ninguna competenci­a en ninguna región que no pueda ser objeto de regulación central. Así que no hay mimbre para los cestos. Uno no puede analizar la solución del problema que genera la macrocefal­ia de Madrid sin meterla en el contexto de una reforma de organizaci­ón del Estado y de la distribuci­ón del poder territoria­l. En el año 2000 se creía que se podía federaliza­r España. Pero si el diagnóstic­o es que España no se puede federaliza­r porque la mayor parte de gente está en contra de esto...

Le quiero preguntar por su evolución política personal.

–Dejé de creer que una reforma federal en España era posible, cuando entendí que el principal obstáculo es que la gran mayoría de gente en España no la quiere. Como a mí me parece muy lógico no hacer lo que la gente no quiere hacer, entendí que esa no era una vía operativa. En mi último año y medio de legislatur­a en el Grupo Socialista llegué la conclusión de que si ganaba el PSOE esas cosas no iban a cambiar, que no iba a ver un cambio potente en lo sustancial. Un Estado como España no puede individual­izar, término que me gusta más que descentral­izar, el aeropuerto de Barcelona y los territoria­les, cuando hasta en Francia lo han hecho. Si no cambia la gestión de un aeropuerto, ¿cómo coño va a cambiar nada? Y eso es lo que vi en mi última etapa de diputado en el Congreso.

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 ?? ?? Para Germà Bel, “en las políticas que definen poder de Estado, como las infraestru­cturas, la izquierda en España acaba siendo similar a la derecha”.
Para Germà Bel, “en las políticas que definen poder de Estado, como las infraestru­cturas, la izquierda en España acaba siendo similar a la derecha”.

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